Forza Motorsport 4
Conmovedor.
Cuando Forza Motorsport 3 llegó a las tiendas hace un par de años automáticamente se convirtió en uno de los mejores simuladores de conducción jamás creados. Tras dos entregas en las que Turn 10 dio forma a aquella nueva franquicia, Forza 3 era la culminación de un gran trabajo para crear el juego coches emblemático de Xbox 360. Con la saga Project Gotham Racing fuera de juego había que buscar más allá de la consola de Microsoft para encontrar un título a su altura; había que fijarse, efectivamente, en el por entonces todavía en desarrollo Gran Turismo 5, su rival natural, aunque los responsables de ambos títulos siempre hayan rehuido el enfrentamiento. Sin entrar en el eterno debate sobre cuál de los dos era mejor, Forza 3 ya había logrado su máximo objetivo: poder mirar directamente a los ojos al maestro.
Sin embargo, hizo algo más, algo intangible pero presente al mismo tiempo, una apuesta que quedó más en segundo plano pero que en esta cuarta entrega ha estallado de forma definitiva. Aquel título, que yo mismo tuve la oportunidad de reseñar hace dos años, dio los primeros pasos para escapar de una tendencia muy negativa que estaba contagiando a los simuladores de conducción. La cifra, el número, esa fórmula precisa, esas físicas meticulosas... Los simuladores de conducción eran cada vez más realistas -¡y eso es bueno!- pero por el camino estaban perdiendo el alma, se estaban olvidando de ella en una carrera en aras de la cantidad y en detrimento de la calidad. Forza 3 detectó ese virus y empezó a esbozar un discurso que hablaba de fascinación y de emociones, esgrimiendo eslóganes efectistas, pero también buenas razones jugables que exhibían algo más que físicas ultra-realistas y un grado detalle hiperbólico.
Sin renunciar a la precisión numérica, Forza Motorsport 4 llega al corazón del amante de los coches y seduce a los foráneos gracias a esa pasión desenfrenada por el mundo del motor que transpira cada uno de sus constantes 60 frames por segundo. El nuevo modo Autovista y la alianza con el programa Top Gear son los mejores ejemplos de esta determinación hacia la pasión, y la mejor forma de reflejarlo es a través de las experiencias que cada jugador sentirá al volante de sus 500 coches. Las que ahora siguen son las que un servidor ha podido experimentar a lo largo de las últimas dos semanas, así que empecemos.
Tras unas conmovedoras palabras del maestro de ceremonias Jeremy Clarkson (las mismas que podéis escuchar en el anuncio del juego) empezamos directamente en los Alpes Suizos, uno de los nuevos circuitos que nos deslumbra con su brutal acabado gráfico. Si el reflejo de la luz solar sobre los picos nevados -conseguido gracias a la nueva técnica de iluminación de la que hace gala el juego- no lo impide, veremos que estamos montados en un Ferrari 458 Italia corriendo a toda velocidad. ¡Que no os sorprenda veros conduciendo esta bestia de 570 caballos con una facilidad pasmosa! Al principio la dificultad está ajustada de manera que cualquier tipo de jugador pueda ponerse al volante. Es a partir de esta primera carrera que deberemos empezar a adecuarla a nuestro nivel, a seleccionar qué camino seguir en los eventos, con qué coches conduciremos y, en definitiva, tomar decisiones que harán que cada partida en el modo principal del juego (Circuito Mundial) sea diferente y totalmente personalizada para nosotros. ¿Y cuál será nuestra primera decisión? Escoger nuestro primer utilitario. En mi caso, un Citroën C1, último modelo, con casi 10 veces menos potencia que el "cavallino" rampante que habíamos conducido antes, pero con una cualidad única: ese aprecio especial que siempre guardaremos por nuestro primer coche.