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Avance de la versión extendida de Los Ríos de Alice

Bonus track.

Uno de los puzzles más celebrados de la versión para plataformas móviles de Los Ríos de Alice situaba a su pequeña protagonista a las puertas de un laberinto de cavernas plagado de desvíos y bifurcaciones, indicando en cada caso el supuesto camino a seguir mediante indicadores de madera claramente visibles. Si el jugador se limitaba a seguir el recorrido marcado, el trayecto no terminaba nunca, basando la resolución del rompecabezas en una noción radicalmente opuesta a nuestros instintos como jugadores, e incluso como ciudadanos: la posibilidad de desobedecer. Un pequeño detalle de genio que, como todo en Los Ríos de Alice, esconde más de una posible lectura y que define a la perfección la trayectoria de un estudio como Delirium, que tras unos cuantos proyectos jugando según el libro de reglas del pequeño equipo independiente ha conseguido su mayor éxito de crítica y ventas cuando se ha atrevido a moverse del dibujo y dejarse llevar.

Así lo cuenta Arturo Monedero, responsable del juego, que para su presentación en Madrid se vio arropado por la presencia de Juan Manuel Latorre, guitarrista de Vetusta Morla, la otra mitad de una colaboración que, como todas las historias que merecen realmente la pena, se fraguó a base de ilusión y de un puntito de locura. La banda madrileña pasa hoy por hoy por ser uno de los combinados de referencia en el panorama del nuevo indie español, un status casi de culto que a buen seguro hubiera desanimado a más de uno a la hora de intentar embarcarles en algo a priori tan alejado del ecosistema del rockstar promedio como es una aventura gráfica tradicional. Tanto es así, relata Arturo, que para la primera reunión con el grupo optó por presentar una meticulosamente seleccionada recopilación de artworks impresos en una pequeña cajita de madera, camuflando la medicina en una cucharada de mermelada para, volviendo a caer en el tópico, evitar dar la sensación al grupo de que aquello tenía algo que ver con algo tan prosaico como la tecnología y los juegos de ordenador. Más tarde, en otro momento de la presentación, y hablando de las referencias del juego, Latorre menciona a Loom, y no puede disimular una sonrisa de nostalgia. Quizá las apariencias engañan.

Pese a nacer como un impulso compartido entre la visión de un creador y el arrojo de un fan, tanto Monedero como Latorre insisten de manera especial en que Los Ríos de Alice va mucho más allá de ser un mero vehículo de lucimiento a mayor gloria de la banda. Aquí la música es un instrumento, una pieza más en una maquinaria que busca aprovechar un universo de pasajes oníricos y estrofas intencionalmente ambiguas para plasmar una visión que es la de Monedero y la de nadie más. Mas que un tributo es una interpretación, una lectura personal que, por el lado de la banda, ha exigido también su propio proceso de experimentación, deconstruyendo los temas para adaptarlos a un entorno cambiante y dependiente del input del jugador. Para ilustrar el proceso, Latorre se armó de un pequeño ukelele y un pedal de memoria, ejecutando pequeños fraseos basados en las líneas melódicas de alguno de sus temas mas representativos para ir añadiendo capa sobre capa hasta conseguir una armonía que funcionara como un todo, una solución a todas luces más elegante que la simple licenciación de los masters originales y que habla a las claras de hasta donde ha llegado su implicación con el proyecto.

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Pese a debutar en consolas de sobremesa con esta versión para Wii U, no hay que olvidar que el juego cuenta ya con un amplio recorrido en el mercado de las plataformas móviles, y continuando con esta filosofía de mimo y atención al detalle, Delirium no ha querido limitarse a una simple traslación del código base, incorporando contenido extra y unas cuantas features muy demandadas por el público original. La mayor parte de ellas continúan en sintonía con la idea original del estudio de evitar en la medida de lo posible que el jugador necesite buscar soluciones externas para asuntos como la obtención de pistas, la toma de anotaciones o la elaboración de mapas. Ya en el título original el diseño atajaba la necesidad de consultar FAQs o guías externas con la inclusión del personaje de Pereza, y en esta versión extendida se ha facilitado la consulta de sus indicaciones mediante un cuadernillo recopilatorio accesible mediante la pantalla táctil, paralelamente a la inclusión de un pequeño bloc de notas donde esbozar recorridos y tomar apuntes de manera directa e inmediata. En el terreno del contenido bruto, y amén del rediseño de algunos puzles y un suavizado general de la curva de dificultad, se ha incluido una nueva localización, una habitación con las paredes fracturadas que hace referencia al tema "La grieta" y que además de incluir una generosa ración de nuevos puzzles incorpora un divertido homenaje musical al mismísimo Monkey Island.

En suma, se trata de una oportunidad inmejorable para revisitar uno de los títulos más destacados que ha ofrecido la escena del desarrollo independiente nacional en los últimos tiempos, y una cita casi obligatoria en el caso de que aún quede alguien por disfrutarlo. En su contra, y como ya ocurriera en su versión original, está el doble filo de una colaboración que aunque indudablemente supone un empujón incalculable en cuanto a ventas y a visibilidad también le hace correr el peligro de aparecer en muchos listados como "el juego de Vetusta Morla" y poco más. En ese sentido, Los Ríos de Alice es como el hijo de un futbolista famoso, un título al que el respetable le va a exigir correr el doble en los entrenamientos para poder optar a ser tomado mínimamente en serio. Es un examen que, por suerte, ya superó con nota en su día, y que sin duda volverá ahora a revalidar. Porque afortunadamente, y como ya sucediera con aquella cajita que madera que preparara cuidadosamente Arturo, el contenido habla por sí mismo.

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