Análisis de Borderlands 2
Shoot 'em loot.
Hace unos meses Randy Pitchford, el CEO de Gearbox, nos explicaba durante el Gamelab de Barcelona que Borderlands probablemente había sido el título más importante creado hasta la fecha por el joven estudio de Texas. Era imperfecto, sí, pero consiguió hacer realidad algo en lo que hasta entonces muchos otros habían fracasado: convertirse en el sucesor de Diablo en primera persona, en el juego que al fin mezclaba con éxito las mecánicas propias del shooter con el característico looting del clásico de Blizzard. Y era una franquicia totalmente nueva, además. La base estaba ahí, así que tampoco nos extrañó otra de sus declaraciones: que la secuela sería la versión 2.0 de la fórmula. Ni más, ni menos.
Borderlands 2 es una continuación directa del original, que empieza con la llegada a Pandora de cuatro nuevos buscadores de la Cámara. No son los únicos, claro: la corporación Hyperion también trata de hacerse con ella y al final los protagonistas deben salvar el planeta, matar a un malo muy malo y desenterrar unos cuantos secretos. No puede decirse que sea un prodigio de la originalidad, desde luego, pero el macabro sentido del humor (con una gotitas de crudeza) y las continuas referencias a la cultura pop que salpican toda la aventura hacen que sea muy diferente en su tono a lo habitual dentro del género.
Además hay que reconocer que Anthony Burch, el guionista de Borderlands 2, acierta de pleno al identificar y corregir uno de los principales problemas a nivel de historia de la primera entrega: la ausencia de un antagonista a la altura. Todo el carisma y presencia que se echaba en falta en la comandante Steele lo encontramos en Jack el Guapo, un omnipresente villano con el equilibrio perfecto entre lo mezquino y lo socarrón. Burch también recupera y reutiliza como NPCs a los protagonistas del anterior juego, a muchos de los secundarios (Marcus, Mad Moxxi o el divertido Claptrap) e incluso introduce algunos de los personajes más delirantes que hemos visto hasta ahora en la saga, como la oronda Ellie o Tiny Tina (una especie de versión demente y pasada de rosca de Ed, la alocada hacker de Cowboy Bebop).
Gearbox también ha aprendido de sus propios errores, algo que ya dejaba entrever con alguno de los DLCs del primer Borderlands: las misiones son más dinámicas y variadas, la historia se narra con mejor pulso y las ciudades/hub como Sanctuary tienen más vida y oportunidades. Aún así sigues teniendo la sensación de que algunos aspectos podrían haber dado un poco más de sí, como los vehículos o una personalización de personajes que no va mucho más allá de cambiar pieles y cabezas (aunque ya es más que el risible cambio de tres colores del anterior juego).
No ocurre lo mismo con la progresión, mejor calibrada y con muchísimas más posibilidades. Los tres árboles de habilidades dan mucho más juego, y en esta ocasión incluso escogiendo la misma clase dos jugadores pueden adaptar al personaje a estilos de juego más diferenciados, con una distinción de las habilidades mucho mayor en función de la ramificación elegida.
"Borderlands 2 no sólo identifica y corrige uno de los principales problemas a nivel de historia de la primera entrega (la ausencia de un antagonista a la altura), sino que también introduce algunos de los personajes más delirantes que hemos visto en la saga."
La base serán cuatro clases definidas especialmente por su habilidad de acción: el comando despliega una torreta (que al mejorarse puede incluso disparar una pequeña cabeza nuclear), la sirena puede hacer flotar a los enemigos en una burbuja de energía, el asesino coloca un señuelo mientras activa un camuflaje óptico y el gunzerker utiliza un segundo rifle mientras para multiplicar su potencia de fuego. Los más avispados os habréis fijado en que repiten un par de clases del anterior juego, pero al tener nuevas habilidades de acción jugar con ellas cambia casi como de la noche al día.
Para acabar de rematar la mejora en los elementos propios del RPG está el nuevo sistema Badass Ranking. Básicamente la idea es que Borderlands 2 ofrece montones de pequeños retos (realizar un determinado número de disparos a la cabeza con un tipo concreto de arma, cazar cien skags, abrir X cofres, etc.) que al completarse entregan puntos que cambiamos por perks que se aplican a todos los personajes almacenados en nuestro perfil. Es una mecánica interesante, porque te permite desarrollar la partida más allá de los niveles de experiencia tradicionales y te anima a realizar actividades adicionales y a probar estilos de juego que en condiciones normales no explorarías al no tener ningún aliciente para ello.
En cualquier caso, y siendo en su fuero interno más un shooter que un juego de rol, en Borderlands 2 las armas son las verdaderas protagonistas de la función. Vuelve a hacer acto de presencia ese prodigioso algoritmo de Gearbox que permite generar de forma aleatoria cientos de miles de combinaciones, aunque en esta ocasión están mejor diferenciadas según el fabricante: las Jakobs, por ejemplo, son potentes y parecen sacadas de una película del lejano oeste, mientras que mis favoritas, las Tediore, son pistolas desechables que se convierten en explosivos arrojadizos una vez se ha vaciado el cargador. Lo realmente importante es que verdaderamente notas que cambian bastante las unas de las otras, y con un total de ocho fabricantes diferentes y un mayor énfasis en la utilización de la munición correcta (corrosiva, incendiaria, etc.) con determinados tipos de enemigo, Borderlands 2 se convierte en poco menos que el sueño húmedo de un afiliado a la NRA.
"Como secuela el trabajo de Gearbox es poco menos que impecable: retoma todo lo que hacía destacar al original dentro de un género sobresaturado y añade montones de mejoras que refinan una fórmula ya por aquel entonces bastante prometedora."
Pero pese a las numerosas y obvias mejoras implementadas en la campaña (¡recogida automática de dinero y munición!), Borderlands 2 sigue siendo una experiencia diseñada especialmente con el modo cooperativo en mente. Lo delatan elementos muy concretos, como algunos enemigos (los Nomads, sin ir más lejos) pensados para que mientras un jugador atrae el fuego otro ataque por el flanco, o también detalles más sutiles, como los fantásticos resultados que se obtienen al combinar de forma inteligente las habilidades de clases diferentes. Piensa, por ejemplo, en como Maya puede elevar del suelo a un enemigo dejándole indefenso mientras Salvador vacía un cargador tras otro sobre él, o como Zer0 puede sorprender por la espalda a un grupo de enemigos que trata de protegerse de una torreta desplegada por Axton.
Ese bien calculado espíritu de colaboración, en cambio, queda incomprensiblemente de lado en la mecánica de looting. En vez de repartir los objetos que dejan caer los enemigos al morir entre todos los jugadores de forma independiente (algo que hacía de forma muy acertada Diablo III), Gearbox te obliga a ir con prisas y a competir con tus tres compañeros para recoger lo antes posible el botín. No es un problema cuando juegas con amigos y sabes a lo que atenerte, pero puede resultar algo molesto con desconocidos que tengan la costumbre de amasar todo cuanto les aparece por delante.
En cualquier caso, ya sea solo o acompañado, Borderlands 2 es un rara avis dentro de la tónica general de esta generación: no sólo es tremendamente largo y profundo (ignorando buena parte de las misiones secundarias - y perdiéndote buena parte de lo que lo hace tan atractivo - tu partida se acercará fácilmente a las treinta horas), sino que anima a que te tomes las cosas con relativa calma, explorando el inmenso escenario, buscando los mejores y más raros objetos de Pandora y descubriendo sus casi interminables secretos. Ayuda, y mucho, que cuando terminas por primera vez la historia se desbloquee el modo Vault Hunter, en el que vuelves a empezar conservando el nivel de experiencia (cuyo máximo vuelve a ser de 50) y tus objetos.
Como secuela el trabajo de Gearbox es poco menos que impecable: retoma todo lo que hacía destacar al original dentro de un género sobresaturado y añade montones de mejoras que refinan una fórmula ya por aquel entonces bastante prometedora. En ese sentido hay que aplaudir la sinceridad de su propuesta: si el primer Borderlands no te convenció es complicado (aunque no imposible) que lo haga el segundo, porque es un clarísimo ejemplo de "más y mejor". Pero si, como un servidor, hace tres años quedaste prendado de aquella efectiva y carismática mezcla de shooter y RPG, Borderlands 2 es sin duda uno de los títulos imprescindibles para lo que queda de año.