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Men of War: Assault Squad

Bautismo de fuego.

Normandía, Peal Harbor y la toma de Berlín acostumbran a ser las imágenes con las que relacionamos uno de los más grandes y catastróficos eventos del siglo pasado. La Segunda Guerra Mundial seguramente sea la más utilizada en el mundo de los videojuegos, siempre con la intención de ponernos en las situaciones límite o clave de la guerra.

Pero además de estos conflictos históricos, tuvieron lugar innumerables encuentros en tierras francesas, en los paisajes nevados de los límites rusos, en playas e islas del Pacífico y también en las calles de un Berlín medio en ruinas.

En torno a estas últimas gira el juego que nos ocupa. Siempre dentro de este marco histórico, Men of War Assault Squad nos pone al control de grupos armados de los distintos bandos participantes: la Commonwealth, las fuerzas Japonesas, los fríos soldados de la URSS, el ejército Alemán y los refuerzos del tío Sam.

Aprovechando el contexto, el juego se toma la licencia de no explicar ninguna trama concreta. No dispone de personajes principales y lo máximo de información que nos darán será unas breves instrucciones al empezar cada fase. Y además acostumbran a decir siempre lo mismo.

Sumado a esto nos encontramos que cada facción sólo dispone de 3 escenarios (EEUU tiene también el de la introducción). Con esto nos quedamos con un modo para un jugador que deja que desear en cuanto a contenido e historia.

Podría entenderse que la Segunda Guerra Mundial no requiere de más arcos argumentales, pero parece demasiado gratuito hacer esto y no apostar por acabar de redondear un producto con mucho potencial. Y es que parece que todo el esfuerzo que se han ahorrado en historia lo han empleado en mejorar un apartado jugable que ya era muy sólido.

En este caso pasamos de controlar un solo pelotón a todo un ejército que irá creciendo y menguando según el ritmo de la batalla. La escala de los enfrentamientos ha aumentado, y por eso mismo se ha automatizado la mayor parte de las acciones de microgestión de tropas.

Una decisión que demuestra ser clave para la efectividad de la que hace gala el juego. No hay tiempo material en las dificultades más altas para revisar la munición de tus francotiradores, ni para buscar entre la runas de un edificio la caja de herramientas para reparar el tanque. En este aspecto, consiguen que mantenga la esencia de sus antecesores.

Por esto mismo no hay ni un segundo que perder dentro del campo de batalla. O piensas con rapidez o ya tendrás tiempo de pensar a 3 metros bajo el suelo. El juego es así de claro y te lo demuestra con su empinada curva de dificultad.

En el primer contacto el juego parece que te expulse, que la IA enemiga te barra por el campo de batalla. Pero no te desanima. El juego se las apaña para que vayas aprendiendo de cada derrota y vuelvas a por tu ración de unidades caídas en combate y humillación tras el fracaso.