Napoleon: Total War
Cuando la guerra era guerra.
La mítica figura de Napoleón Bonaparte siempre estará envuelta por un halo revolucionario; sus ideales radicales pero inspiradores, sus asombrosos éxitos militares... Por lo tanto, no deja de ser contradictorio que el homenaje desarrollado por The Creative Assembly desaproveche la oportunidad de plantearse un inesperado giro de tuerca para la serie y se limite a añadir unas cuantas mejoras aquí y allá para los venideros Total War. No obstante, algo se activa en la mente del jugador cuando el general aparece de entre la bruma introductoria y le invita a acompañarle en algunas de sus campañas bélicas más célebres. Media hora más tarde, los familiares del usuario no pueden contener su estupefacción al comprobar que el susodicho no cesa de buscarse la cartera en el pecho mientras hojea catálogos de islas en venta y blasfema en francés.
Los ingredientes principales de un Total War no han caducado, a pesar de los constantes saltos temporales que transcurren entre entrega y entrega. Napoleon es un juego de estrategia por turnos cuando la acción transcurre en el mapa global, donde el asesor del general debe tomar decisiones, construir edificios, desarrollar nuevas tecnologías y practicar la coerción gratuita en territorios ajenos. Cuando el ejército francés y el del enemigo se vean las caras, la lucha se producirá en tiempo real; el objetivo oscilará dependiendo de la situación: un ataque se traducirá en la eliminación sistemática del rival, mientras que un asalto deberá afrontarse aguantando durante un determinado período de tiempo.
No hay mejor profesor de historia que la propia historia –qué remedio queda, Heródoto no responde a las llamadas telefónicas, así que en lugar de entretenerse con preámbulos extraídos de anodinos mamotretos, el jugador emprenderá un viaje de 20 años de duración donde emprenderá diversas campañas: la contienda franco-austriaca en Italia, la expedición egipcia, las guerras Napoleónicas, la batalla de Waterloo...
Los fans repelentes del general –aquellos que le aguardan en el backstage para pedirle autógrafos y acribillarlo con sus bragas– se sentirán decepcionados ante la omisión de otros escenarios bélicos memorables, pero los mapas incluidos son muy largos y además existe la posibilidad de iniciar 10 escaramuzas repartidas a lo largo de su carrera militar.
"[Sobre Napoleón] solía decir que su presencia en el campo de batalla marcaba la diferencia de 40.000 hombres". Sin quererlo ni beberlo, Arthur Wellesley, primer duque de Wellington y uno de los oponentes de Napoleón, se adelantó a los planes de The Creative Assembly de convertir a los generales en aparatos de motivación con patas –eso o inició una guía del juego antes de tiempo. Estos individuos reforzarán la moral y energía de sus tropas, convirtiendo sus fallecimientos en una tragedia tanto para las mismas como para el propio jugador.
Por suerte, si el general francés cae en medio de una batalla gracias a la inutilidad de algún zarrapastroso, éste no morirá sino que regresará a Francia para reponerse de las heridas. Asimismo, durante el juego desfilarán eminencias históricas como el almirante Nelson, conocido por hundir la moral –y los barcos– de los ejércitos español y francés, o Marshal Ney, cuyo Curriculum Vitae se verá condenado a cargar con la mancha que fue su carga desastrosa en Waterloo por toda la eternidad.
Hasta la fecha, los Total War han obviado un enemigo mortal para las tropas invasoras de cualquier país: la climatología. Ahora, emprender una marcha sin sentido bajo el sol desértico puede provocar más bajas que un asalto contra soldados egipcios, y quizás sea de cobardes quedarse junto al candente hogar ruso durante los meses de invierno, pero de poco les va a servir a los valientes formar parte del primer ejercito de hielo. En resumidas cuentas, esta nueva mecánica no entorpece el ritmo, sino que añade más dosis de realismo y de sentido común a las contiendas.