Alan Wake
Análisis libre de spoilers. Bienvenido a Bright Falls.
Sin embargo Remedy comete diversos pecados capitales. Cuando el juego se anunció por primera vez se prometió una narrativa compleja dentro de la libertad de un sandbox, pero al final el juego ha resultado ser tremendamente lineal. Es cierto que el equipo lo ha reconocido antes de su lanzamiento y ha incluido elementos para mitigarlo (coleccionables, en su mayoría - por qué hay que buscar docenas de termos de café es el mayor misterio del juego), pero Alan Wake no oculta su linealidad en ningún momento, lo cual choca con los enormes escenarios. Lo cual nos lleva a otro grave problema: el 70 u 80% de la aventura se desarrolla en bosques de noche. Están muy bien realizados, sí, pero se abusa de ellos en exceso y una mayor variedad de localizaciones hubiese resultado muy beneficiosa para evitar una sensación de dejà vu constante.
Esa repetición se extiende a los enemigos, de los cuales apenas hay cuatro tipos diferentes. El arsenal tampoco es como para tirar cohetes (aunque está justificado por la localización que así sea) y los poquísimos puzzles que presenta el juego son de una simplicidad y facilidad aplastante (el de las esclusas es ridículo, sin ir más lejos). Al final Alan Wake se resume en su mayor parte en ir de un punto A a un punto B eliminando grupos de enemigos y encendiendo un par de generadores eléctricos por el camino. Un planteamiento que funciona, sí, pero se esperaba mucho más a tenor de las promesas que nos habían hecho. Además no es demasiado largo: la primera partida no nos durará más de nueve horas.
El argumento y la historia quizás sean el aspecto más controvertido de Alan Wake, y lo que sin duda desatará amor y odio a partes iguales. Los primeros minutos dejan una impresión bastante negativa, pero a la media hora empieza a ir subiendo en intensidad y enganchándonos de forma irremediable. Todo se mantiene más o menos bien durante los dos primeros tercios de la aventura, pero el tramo final presenta un bajón considerable y el final es totalmente anticlimático. Sigue la tendencia del actual cine de terror e intriga norteamericano, tremendamente tramposo y que apuesta por un final sorprendente (que en el fondo no lo es tanto) aunque sea pillado por los pelos y con una justificación cuanto menos discutible. Remedy siempre ha insistido en que uno de los elementos más importantes de Alan Wake era su historia. Si es así han fracasado, pese a mostrar algunos destellos de mucha calidad.
De hecho, el juego prometía mucho más desde el punto de vista narrativo. Aunque las páginas del manuscrito que vamos encontrando durante la aventura dan cierto juego (difuminando ligeramente la idea de linealidad argumental, que no jugable) y se agradece el extra de los programas de radio y televisión que hay repartidos por el escenario, Remedy parece haber ignorado lo mucho que ha avanzado el género en los últimos años. Alan Wake palidece al lado de títulos como Bioshock en la forma de explicar la historia, de Uncharted a nivel de ritmo y emoción, y especialmente al lado de Heavy Rain provocando la empatía del jugador.
Tampoco acaba de funcionar tan bien como debería la estructura episódica: la idea base es buena, pero su implementación presenta diversas carencias. Alan Wake se divide en seis capítulos, pero da la sensación de que son pocos y con una extensión individual demasiado larga. Todos acaban con un cliffhanger que deja al jugador con ganas de más (sin duda han aprendido bien de series como Lost o 24 en este sentido), pero hubiese sido recomendable hacer el número más grande y con una duración más corta.