Call of Duty: Modern Warfare 3
Colapso mundial.
Quizás no tengas demasiado control sobre cómo llegas a cada encuentro - al menos no en las secciones que Activision nos ha mostrado - pero Modern Warfare 3 desde luego varía sus objetivos con regularidad. Los enemigos aparecen primero en el horizonte y luego a la distancia, mientras la campaña te lleva hasta la Bolsa de Nueva York, donde luchas desde una cobertura hasta la siguiente (en una batalla de poca visibilidad que recuerda bastante al asalto a la cadena de televisión del primer Modern Warfare) mientras van apareciendo enemigos uno tras otro.
También varía de armas - en Manhattan hay desde rifles de asaltos hasta un AT4, pasando por un lanzagranadas - y mueve los objetivos con precisión. Conoce a tu equipo, flanquea a las fuerzas rusas, dirígete a las azoteas y elimina un inhibidor de radar. Tras eso todavía hay tiempo para un rápido - y coreografiado - vuelo entre los rascacielos para eliminar a aviones enemigos. Desde aquí puedes ver que Nueva York es un desastre, aunque no uno tan artístico o meticuloso como la representación que Crysis 2 hacía de la ciudad. En vez de eso, se sacrifican detalles y texturas para alcanzar unos sólidos sesenta frames por segundo, una concesión que tiene mucho sentido. Es un mundo ocupado por el que te mueves a gran velocidad, y sería un pecado que se ralentizara o hubieran caídas de rendimiento.
Londres, mientras, ofrece un cambio de escenario, pero rechaza variar el ritmo. En el papel de un tipo estilo Jason Statham llamado Burns, estás en una misión nocturna bajo la habitual lluvia británica, enviado junto a tu equipo a un depósito de provisiones donde los rusos están trasladando algo en un convoy de camiones.
El nivel comienza con una especie de laberinto de callejuelas mientras la escuadra se mueve por la instalación, limpiando los edificios mientras se dirige al objetivo. Aunque hay un montón de gente a la que disparar con tu P90 con silenciador - aunque 'silenciador' es un término relativo en el parque de atracciones COD - el verdadero placer está en vez como tus compañeros van eliminando a los objetivos a tu alrededor: disparando a través de ventanas desde lejos, o matando a bocajarro. Es un teatro de lo más atmosférico, algo en lo que los COD siempre han sido sobresalientes.
Una vez la misión despega, todo vuelve al pánico controlado, mientras corres por una zona industrial esquivando tubos de cemento que caen de lo alto para llegar a una camioneta con una ametralladora y perseguir un tren subterráneo. El presupuesto del juego se ha gastado en todo lo que ves: antes del espectacular choque final, pasas por estaciones plagadas de viajeros que esperan en los andenes y acabas en el Canary Wharf. Aunque es un momento muy Call of Duty, uno no puede evitar pensar que es más propio de Nathan Drake que de un soldado de las SAS.
COD no se puede resistir al atractivo de cine, aunque las consiguientes partidas hagan que ese cine parezca más bien la escena del robo de Atrapado en el Tiempo. Pero se hace de forma elegante y algunas de las mejores secuencias scriptadas, como la del edificio que se derrumba en Uncharted 2 o el secuestro del avión en el primer Modern Warfare, demuestran que hay un atractivo en aprender los patrones de spawn de los enemigos y mejorar tus tiempos en llegar al final del nivel, como en Time Crisis. Y lo más importante, es difícil hacerlo sin teatralidad barata, como ocurría en Homefront.
Hablando de rivales... ¿seguirá Battlefield 3, el gran competidor de Modern Warfare 3 estas navidades, el mismo camino, o en vez de eso optará por eliminar la emoción scriptada por algo menos lineal? Nos morimos de ganas por saberlo: noviembre, desde luego, va a ser muy interesante.