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Daigo Umehara: The King of Fighters

Entrevista exclusiva al campeón mundial de Street Fighter.

La hermana mayor de Umehara, Hoyumi, con quien jugaba a Dragon Quest y Final Fantasy desde que era pequeño, introdujo a Umehara al mundo del videojuego. Sin embargo, fue cuando visitó por primera vez un arcade cuando los videojuegos pasaron de ser un interés a una pasión. "Mi primera visita a un salón recreativo cambió mi vida. Fue una experiencia sensacional. En ese momento todo el mundo jugaba a Street Fighter II. El aspecto visual del juego era impresionante, pero fue el hecho de tener que jugar con completos extraños y conectar con ellos lo que atrapó.

"Ahora, cuando voy a un arcade, suelo encajar con un perfil de edad media o media-alta. Pero entonces era normalmente el más joven. Todo el mundo era mayor que yo, y disfrutaba hablando y aprendiendo desde distintas perspectivas. Un salón recreativo japonés es un lugar muy especial para mi. Era una comunidad con la que interactuar, gente con la que no hubiese tenido contacto ni la oportunidad de aprender de ellos de no ser así".

Por supuesto, los arcades japoneses no estaban marcados con el estigma social que había en EEUU o en Europa. Así con todo, para un joven de familia respetable de clase media, me pregunto cómo reaccionarían sus padres a su nueva pasión, especialmente cuando se dejó a entrever el florecimiento de una vocación. "Mis padres siempre son muy generosos. Mi hermana mayor siempre fue tan buena chica que creo que tienen la idea de que los chicos se crían con poco esfuerzo".

"Aplicaron la misma aproximación conmigo, pero acabé haciendo lo contrario de lo que querían. ¿Apoyaron totalmente mi creciente implicación en el mundo del videojuego? Yo diría que fueron indiferentes. No estaban particularmente impresionados cuando empecé a ganar torneos. Otros empezaron a fijarse en mi cuando me convertí en el campeón de Japón, pero cuando les conté mi victoria a mis padres no les impresionó mucho. Estoy seguro de que esta indiferencia, y la forma en la que siguieron tratándome ganase lo que ganase, me ha ayudado a mantener los pies en el suelo, y puedo analizarme y centrarme. Sin ellos no creo que estuviese donde estoy ahora".

Como sabrán todos aquellos que hayan intentado dominar un juego de lucha, la curva de aprendizaje se mide en años, no en semanas. Le pregunto a Umehara cómo han afectado a su vida las incontables horas dedicadas a jugar. "Cuando estaba más implicado en el juego fue al final de mi adolescencia -¿y es la época más importante de la vida, verdad? Jugaba todos los días, por lo menos diez veces más de lo que juego ahora. Hice muy poco en otras actividades. Mi vida era la escuela, dormir y jugar. Todo giraba alrededor de jugar".

"Pensaba que no podía vivir sin ellos. Agrupé a los amigos según estaban dentro o fuera de mi vida de jugador. Cuando visitaba el arcade, me encontraba con mis amigos del videojuego. Una vez conocí al distinto y aparatentemente maduro mundo de las comunidades arcade, mi otro grupo me pareció poco interesante. Además, la gente con los mismos intereses comparten muchas sensibilidades, y naturalmente es mucho más divertido salir con aquellos que comparten tu pasión. Así es como me fui adentrando más y más en la comunidad arcade". A pesar del duro trabajo de Umehara, no se clasificó para el campeonato nacional de Japón, la Copa GAMEST, la primera vez que lo intentó en 1995. Dos años después volvió, se clasificó, y venció a Shin'ya Ōnuki para hacerse con el título de campeón nacional.

Al año siguiente ganó el torneo oficial de Capcom de Street Fighter Alpha 3 en Japón. Eso le dio la primera invitación para viajar al otro lado del charco y luchar contra el campeón americano, Alex Valle, en San Francisco. Umehara ganó el combate dos a uno y se proclamó campeón con tan sólo 16 años.

"El combate contra Alex Valle fue mi primera vez fuera de Japón", remarca. "Aunque no tenía ni idea del nivel de habilidad de los jugadores americanos, sentía que los japoneses seríamos más fuertes. Por alguna razón tenía mucha confianza en que ganaría, aunque este presentimiento no tenía ninguna base. No me había encontrado con ningún extranjero fuerte, y los joystiqs americanos que había visto eran horribles, gruesos en su parte superior y delgaditos abajo. Tenían pinta de no ser precisos ni finos. Tenía la sensación de que oponentes que utilizasen unos joystiqs tan malos no podrían ser mejores que yo".