Dementium: The Ward
Terror por los motivos equivocados.
No es que Dementium: The Ward sea un juego que nos fuerce a volver sobre nuestros pasos habitualmente, eso también hay que decirlo: si somos capaces de apañárnoslas en los momentos difíciles, pronto encontraremos algún botiquín o más munición arbitrariamente desperdigada por el escenario (por supuesto, nadie osará preguntarse porqué un hospital está salpicado de paquetes de munición y, sin embargo, sólo algunos botes de pastillas nos curan cuando todas las cajas a nuestro alrededor lleva etiquetas como “material sanitario”). El problema es qué pasa si no nos las apañamos. Dementium: The Ward tiene uno de los sitemas de autoguardado más espantosos que podamos recordar: si tenemos la desgracia de morir, reapareceremos al comienzo del último capítulo que hayamos empezado, teniendo a veces que repetir secciones enteras del juego.
Cuando ponemos ambos fallos en conjunción nos encontramos con que, ante una situación comprometida, o bien volvemos sobre nuestros pasos para recoger munición y curarnos, pero teniendo que volver a cargarnos a todos los enemigos por el camino (o, en un acto de patetismo inenarrable, ir de un lado a otro esquivándolos), o bien corremos el riesgo de tener que volver a empezar. De modo que las opciones, de facto, se reducen a volver atrás o volver atrás. Esto, como se comprenderá, hace del juego una experiencia sumamente repetitiva. Claro que siempre queda otra opción: no morir y pasarnos el juego a salto de mata, corriendo afortunadamente de un lado para otro. Esta opción es bastante viable, pero nos deja con un regusto bilioso porque Dementium: The Ward es –backtracking aparte- bastante corto.
Dementium: The Ward peca también de otro problema, inmensamente paradójico: es un título que luce razonablemente bien. Cuenta con un motor gráfico consistente y muy nítido que permite admirar con gran calidad todos los defectos de modelado y toda la falta de inspiración en el diseño gráfico y artístico. Además, su extrema nitidez le resta verosimilitud al pretendido aspecto sucio y desteñido con que se ha intentado dotar al juego. La jugabilidad también se resiente de decisiones condicionadas por el rendimiento gráfico: para que el juego tenga el aspecto que tiene, en términos de efectividad, se ha optado por hacer de él un FPS –quizás también con vistas a una mayor inmersión-. Pero con esto se le ha hecho un flaco favor: la interacción con el entorno es mínima, los puzzles se reducen a tocar la pantalla un par de veces con el stylus y el control se ha reducido tanto que, básicamente se reduce a movernos hacia delante, mientras giramos con el stylus y disparamos. No hay nada más que hacer.
Dementium: The Ward es un título que, sin duda, apunta algunas posibilidades que futuros juegos harían bien en explorar, esperemos que con mayor fortuna. Porque os aseguramos que éste os hará gritar, pero no de miedo; os causará dolor, pero no figuradamente, y os sumirá –qué remedio- en un estado de pesadilla, pero por motivos que nada tienen que ver con jugarlo.