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Driver: San Francisco

Policía en coma.

No es lo mismo atravesar el tráfico de San Francisco con una pesada y torpe ambulancia que hacerlo con un Dodge Challenger: todos los coches –por primera vez en la saga son modelos reales licenciados– tienen su personalidad y comportamiento propio, así como sus diferentes ocupantes.

Cuando finalmente te deshagas de la ambulancia, los objetivos de Driver comenzarán a crecer conforme vayamos avanzando a través de las misiones –aumentando los poderes de Tanner y persiguiendo a Jericho– desbloqueando eventos que necesitaremos para completar la campaña principal.

Mientras busquemos algo divertido que hacer deambulando de forma fantasmal por las ciudades, podremos ver todas las misiones disponibles marcadas en el "shift mode" como iconos flotando encima de los coches.

Sorprendentemente, veremos que las misiones son despachadas de una forma bastante inteligente. El primer desafío en la ciudad consiste en conducir un Ford GT recién sacado del concesionario y adelantar a diez vehículos, antes de realizar una serie de maniobras a cada cual más peligrosa. Algo bastante sencillo que queda muy bien aliñado por el hecho de contar como copiloto con el vendedor del concesionario echando espumarajos por la boca.

La segunda misión nos llevará a un territorio más familiar dentro de la saga Driver, donde Tanner se verá involucrado en una persecución policial y deberá golpear el coche del fugitivo hasta que éste se quede sin gasolina. De paso, nos explica cómo funciona el sistema de fuga, parecido a lo visto en GTA, por lo que deberemos salir de la zona caliente por un determinado periodo de tiempo.

Los desarrolladores se han partido los cuernos para llenar la primera media hora de juego de excitantes eventos: concesionarios donde puedes comprar y tunear coches, movimientos especiales que nos permitirán destrozar a nuestros rivales al más puro estilo Wheelman y un turbo boost que convertirá la pantalla en una absoluta locura.

De cualquier modo, la historia se centra en Tanner intentando averiguar qué le ha ocurrido, mientras su coma le lleva a situaciones que cualquiera consideraría 'triposas'.

Los carteles de anuncios se volverán repentinamente negros indicando a Tanner que se despierte, mientras que una llamada de radio que previamente ignoró es en realidad una petición urgente de agentes para cubrir la escena de su accidente en la vida real.

Durante la mayoría del tiempo, Driver es una experiencia lineal que huye de enviarnos a –yo que sé– perseguir una galleta Oreo gigante que está causando el caos en el Golden Gate (DLC, por favor). La mecánica del juego puede parecer alocada o incluso desesperada desde el punto de vista del desarrollador, aunque en realidad lo que ha conseguido es inyectar un soplo de aire fresco a una franquicia que de otra forma se hubiera quedado flotando e imberbe entre Saints Row, GTAs y demás. El guión está lleno de personalidad, los coches tienen carácter y ese raro espectro en el centro de todo tiene muchísimo potencial.

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