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El Puño de la Estrella del Norte

Sangre, vísceras y catchphrases molonas.

La bota en el maxilar

Seguramente la mayoría de vosotros habéis jugado a alguna entrega de la serie Musou en alguna de sus formas (Dynasty, Samurai, Gundam, etc). Son juegos con un estilo y un carácter muy acentuado, con mapeados enormes y vacíos, enemigos del detalle, con oleadas de enemigos poco capacitados a los que despachar a base de combos repetitivos, presas irremisibles del marcador de bajas cuyos totales se cuentan por centenas. Su intención no es otra que la de proveer satisfacción rápida al menor coste; los millares de enemigos están ahí para ser machacados bajo ritmos machacones. No hay más, ni argumento ni leches. Es la condensación del discurso de la hostia en su más básica esencia. Son el cilicio de los videojuegos, puro ejercicio de mortificación. Y molan tanto como que te rayen el coche. A mí me encantan.

En esta ocasión la cosa tampoco es que cambie demasiado, pero hay un sutil matiz diferenciador: la ultraviolencia. Si queréis haced la prueba, coged el capítulo que más os repugne de cualquier serie ñoña de televisión, Lassie por ejemplo, y ponedle asesinos perturbados, cuerpos hipertróficos explotando entre erupciones de sangre y a la perra más famosa de la televisión aquejada de una parálisis del 50% en su tren trasero, que le impide rescatar al pequeño Jeff de un funesto destino. Mejor, ¿verdad? A este Ken's Rage le ocurre lo mismo. Sigues jugando a un Musou, pero ahora huele mejor. Caca con perfume caro de Harrods.

El juego va a lo que va, de cabeza a la piscina, previo paso por un vídeo introductorio que nos cuenta en imágenes lo que yo os he descrito con palabras. Un prólogo brutal recreado entre riffs metaleros, hijos ilegítimos de Evanescense, producto derivado capaz de rivalizar en mi mente con los de algunas superproducciones vendeconsolas que se arrastran por las estanterías de vuestra tienda de videojuegos amiga.

Orgía de puños

Ya metidos en faena, tras bucear un poco entre los dos o tres modos de juego que tenemos disponibles (modo Leyenda que viene a ser la historia de cada personaje, el modo Sueño y los Desafíos), no es que nos invada un ligero déjà vu, no, es que el recuerdo de los anteriores Dynasty Warriors nos percute el cerebro a escasos minutos de juego. Es más, las similitudes entre éste y cualquier título anterior las podría distinguir hasta el compositor de "You are the sunshine of my life". Control y apartado técnico, por mencionar las más evidentes. Cierto es que conforme avanzas en la aventura, la iconografía del Puño aprieta los dientes sacando casta y muestra sus cartas. Pero como la del ciprés, la sombra del Musou es alargada. Y marca. Pero ojo, esto no es necesariamente malo, simplemente es.