Skip to main content

El Shaddai: Ascension of the Metatron

Casi una experiencia religiosa.

Por su parte, también conviene destacar una banda sonora que sigue la estela de las imágenes y que está compuesta por Kouda Masato y Hasegawa Kento. Cada nivel dispone de varios temas que logran potenciar la ambientación onírica del juego, aunque para ser sinceros -y esto ya es algo puramente personal- creo un toque retro con sintetizadores al estilo del maestro Tomita le hubiesen sentado como anillo al dedo a un juego cuyos referentes visuales están tan anclados al imaginario visual del vídeo-arte de finales de los 70.

Es gracias a todo este envoltorio visual que el mero hecho de descubrir cómo será el siguiente nivel es siempre algo curioso, sin embargo no podemos decir lo mismo de la mecánica del juego, que no deja de ser la de un lineal título de acción en el que simplemente hemos de avanzar acabando con todos los que se interponen en nuestro camino. Y es que si en lo visual es una locura, en su diseño de juego es soso como pocos. Un solo botón de ataque, otro para defendernos, un modificador y un doble-salto que a veces no acaba de funcionar del todo bien son nuestras únicas acciones posibles. La clave de su jugabilidad reside en las tres armas místicas que podemos robar a los enemigos y que debemos escoger en función del oponente al que nos enfrentamos. También es importante el tempo de nuestros ataques, que se traduce en distintas coreografías de combos por parte de nuestro protagonista.

En sus mejores momentos esta mecánica funciona y logra que los combates sean entretenidos, pero también es cierto que la escasa variedad de enemigos y de situaciones hacen que el juego sea enormemente repetitivo, y tenga que ser el propio escenario el que salve la situación. En cierto modo es extraño que un título que apuesta tan fuerte por alejarse de los convencionalismos a nivel formal no haya recurrido a unas mecánicas más imaginativas. Tampoco pedimos algo al estilo Keita Takahashi pero lo cierto es que sorprende lo conservador que es en su diseño de juego.

El Shaddai es el típico ejemplo de juego capaz de poner contra las cuerdas a la prensa especializada. ¿Hay que juzgarlo bajo la óptica de producto cuyo objetivo final es entretener o como una obra con intenciones artísticas? ¿Cuál es su lugar: en la estantería al lado de Gears of War y Street Fighter IV o expuesto como un cuadro en un museo? Lo único claro es que este es un título de esos que dividen a la audiencia: o lo odias o lo amas. Pero incluso más allá de esto subyace el hecho de que nos encontramos ante una aportación necesaria dentro del sector, un título arriesgado que explora nuevos horizontes y solo por eso hay que agradecer su existencia. Es -como decíamos al principio- casi una experiencia religiosa. ¿Crees en las potencialidades de este medio más allá del mero entretenimiento? Si es que sí es probable que te interese probarlo. Al fin y al cabo es una cuestión de fe.

7 / 10

También te puede interesar