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Empire: Total War

La clase de Historia que todos hemos soñado.

También en lo que respecta a estrategia nos encontramos con la introducción de un imponente árbol de tecnologías listas para ser investigadas (una de las “tecnologías” es la citada filosofía, la cual es capaz de causar un brote de republicanismo que hará que tengas que decidir si quieres ser fiel a la corona o prefieres volver a las antiguas libertad, igualdad y fraternidad); los agentes (gentilhombres, eruditos, misioneros, imanes, etc) no pueden reclutarse como las unidades militares, sino que ciertos edificios los generan automáticamente y pueden llevar a cabo investigaciones o utilizarlos con finalidades estratégicas (espiar, sabotear, asesinar a rivales, etc); reclutar soldados directamente “por correspondencia” para que se dirijan directamente al ejército sin tener que pasar por las ciudades; gobiernos y oposición con distintos equipos; una diplomacia con muchas más opciones para llegar a acuerdos... Para que os hagáis una idea del profundo trabajo llevado a cabo por el estudio británico de Creative Assembly podemos deciros que estas son sólo “algunas” de las novedades que nos trae Empire.

A todo esto, aún no hemos mencionado la que sin duda es la novedad más importante de este título, o al menos de la que más vais a oír hablar, nos referimos a las batallas navales. Como muchas de las características que se suelen anunciar con grandes letras en la parte posterior de la caja de los juegos, tampoco podemos decir que suponga una gran diferencia con respecto a lo que ya teníamos hasta ahora, pero sí que es justo afirmar que está bien implementada dentro de la mecánica general. Y aunque son las batallas terrestres las que realmente se llevan el gato al agua, las que disputemos en alta mar destacan sobre todo por conseguir ofrecer un espectáculo realista y entretenido al mismo tiempo.

El único problema que hemos encontrado en las batallas navales es que, a diferencia de las terrestres, a veces es fácil perder y no saber qué es lo que hemos hecho mal. Ante esta situación no es extraño que muchos jugadores opten por construir flotas inmensas y luego le den al botón de “auto-resolver”. En tierra firme, en cambio, las derrotas siempre son claras y nos permiten aprender de nuestros errores. Esto no quiere decir que las batallas navales no estén bien resueltas, todo lo contrario, pero si miramos el juego en conjunto quizás no tengan tanta importancia como se les ha querido dar desde que su presencia en este Empire fue anunciada.

Por otro lado, es curioso comprobar como los cambios en las batallas terrestres de este Empire tienen más que ver con la realidad histórica que retrata el título que con la voluntad de sus creadores de realizar una profunda remodelación del sistema de juego. En anteriores entregas de Total War muchas de las batallas se realizaban a distancias cortas, sin embargo, no hay que olvidar que ahora, en pleno siglo XVIII, la mayoría de unidades disponen de armas de proyectil. Así, aunque el cuerpo a cuerpo sigue estando presente –y más de lo que podríamos pensar– las grandes líneas de mosquetes son una de las imágenes clave del juego, y los efectos de desarrollar nuestra tecnología de armamento tienen unas consecuencias sobre el campo de batalla más que notables. En este sentido, no decimos nada nuevo al elogiar las proezas de las que es capaz el motor gráfico que mueve todas estas batallas. Es una auténtica proeza. Si disponemos de un ordenador capaz de soportar todas sus prestaciones al máximo nivel dad por seguro que asistiréis a un gran espectáculo, donde como ya pasaba con sus predecesores podréis moveros con total libertad para escoger el ángulo que más interese.

En lo que respecta a la IA también podemos hablar de mejoras en ambos niveles de estratégicos. Los generales suicidas han pasado a mejor vida, los que nos encontramos ahora han sido capaces de sorprendernos en algunas ocasiones, especialmente en lo que se refiere al uso del fuego a discreción. Tal vez, las mayores decepciones las encontremos en algunos comportamientos extraños que apreciaremos en algunos soldados cuando les mandemos algunas ordenes, quizás por la propia saturación del campo de batalla, o también en algo que tan poco tiene que ver con el juego como son los tiempos de carga. Es lógico que la máquina se tome su tiempo para preparar tan inmensos escenarios de batalla, pero a veces la espera puede hacerse eterna, y no nos sirve la excusa de que así podremos ir dándole vueltas a nuestra estrategia.

En resumidas cuentas, Empire Total War es un juego a todas luces grandioso. Podríamos decir que es lo más cerca que ha estado nunca nuestro medio de las grandes novelas sociales del periodo posterior que retrata el título. Es como si Guerra y Paz de Tolstói se convirtiera en un videojuego. En este sentido, podemos entender los pequeños problemas de los que adolece como casi inevitables si tenemos en cuenta la magnitud de todo lo que pretende abarcar. Realizado con una minuciosidad digna de los mejores elogios y una factura técnica impecable, estamos convencidos de que es el nuevo punto de referencia en lo que se refiere a títulos de estrategia histórica.

Traducción de Albert García.

9 / 10

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