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Ferrari: The Race Experience

Il cavallino triste.

Lo peor es cuando toca ponerse manos al volante. Nos enfrentamos a un apartado técnico más propio de la época de los 32 bits. Wii puede dar bastante más de sí. Escenarios parcos en detalles, interiores desastrosos, sistema de daños irrisorio... Pero lo peor es cuando al comienzo de las carreras se juntan en la primera curva los dieciséis vehículos que compiten. Asistimos a una ensalada de despropósitos con una bajada de frames desmesuradísima, así como la ausencia de carga poligonal en los vehículos que tenemos enfrente, que los convierte en algo similar a los que nos mandaban hacer en clase de plástica de primaria con papel de charol.

El pilotaje se puede realizar de varias formas. La más realista quizás sea con el control por movimiento del wiimote en horizontal, de hecho es a la que incita el propio juego, ya que el juego se vende con uno de esos trozos de plástico con forma de volante para encajar el mando. Sin embargo, la opción más cómoda es la de manejar el vehículo con el nunchuk. Aun así, y aunque estén activadas las ayudas, en algunas curvas el coche se comporta de manera autónoma, obviando las respuestas que le tratamos de dar con el pad. Es triste que no se pueda utilizar el mando clásico, pero más triste aun es que no haya opción para dos jugadores.

Quiero destacar una paradoja que tiene que ver con la "banda sonora" del juego. Lo entrecomillo porque apenas tiene 4 o 5 canciones. Pero resulta muy curioso que la melodía principal sea una especie de cantos gregorianos, bastante malos por cierto. Pero más sorprendente resulta que cuando avanzamos por las distintas opciones accedemos a una modalidad en concreto donde, de repente, empiezan a sonar algunos temas de rap. No siempre en la variedad está el gusto.

La verdad es que Ferrari: The Experience no es el título soñado por los amantes de la escudería italiana. Una amplia cantidad de defectos imperdonables a estas alturas lo convierten en un título carente de la calidad y la magia que pueda honrar al "cavallino rampante". Como diría Fernando Alonso en la última carrera del mundial "Otra vez será".

3 / 10

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