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Final Fantasy XIII

Combat evolved.

Se trata, en definitiva, de un modo de combate en el que los personajes deciden por sí solos la acción más adecuada a cada momento y tu papel se limita cambiar su rol en función del devenir de la contienda. Pese a su aparente simplicidad, lo cierto es que el sistema funciona de manera solvente y se traduce, en última instancia, en unas batallas eléctricas, abiertas a la improvisación y, sobre todo, divertidas.

Aquí desempeñan un papel fundamental cuatro factores que ponen de manifiesto el talento del estudio de desarrollo:

  • Al haber más roles que personajes (sólo puedes pelear con tres) has de subir de nivel a cada uno de ellos en, al menos, dos o tres y no te quedará otra que ir cambiándolos a lo largo del combate.

  • El propio juego te obliga a cambiar de rol con frecuencia, ya que de lo contrario el tema básicamente se limitaría a adoptar una formación sanadora al recibir daño y andando. Esto lo consigue soltándote enemigos a los que has de downgradear (mediante el rol de obstructor) o ante los que debes doparte (con el de inspirador), pero, sobre todo, lo logra mediante la barra de aturdimiento. Este indicador crece a medida que golpeas al enemigo y, al llenarse, éste queda aturdido por un tiempo durante el cual tus ataques le afectarán más. La gracia estriba en que para llenarlo son más eficaces los ataques mágicos y, una vez aturdido, le causarán más daño los físicos, por lo que conviene alternar entre un tipo y otro de formación.

  • Los turnos no son sucesivos y esto te exige pensar con rapidez, ya que el enemigo no esperará a que consumas tu turno para atacar, sino que te atizará transcurridos unos segundos (cuya cuantía varía en función de su rapidez) y aunque tú no hayas ejecutado acción alguna.

  • El cambio de roles se realiza pulsando L1, es instantáneo y, lógicamente, no pausa el juego. De lo contrario todo el invento se iría al garete: pulsando L1 detendrías la acción y, con toda la calma del mundo, elegirías la formación más propicia.

El resultado es un título en el que el combate se erige como protagonista absoluto del cotarro, que busca con determinación la celeridad en los enfrentamientos y que prescinde, en este sentido, de cualquier mecánica que pueda suponer un estorbo: no hay barra de magia (ni, por tanto, necesidad alguna de reponerla), los personajes sanan o resucitan tras cada contienda, la muerte únicamente implica el reinicio del combate, etc. El propio juego puntúa, incluso, la rapidez y eficacia con que hayas despachado a los enemigos, premiándote con puntos tácticos, que son necesarios para ejecutar habilidades especiales tales como las famosas invocaciones.

Lamentar, no obstante, un defecto ya habitual en este tipo de títulos y del que únicamente parecen librarse los fantásticos Megaten: el noventa por ciento de los combates no son demasiado complicados por lo que suponen, en última instancia, un trámite antes que un verdadero reto. Al menos, el hecho de que puntúe tu comportamiento durante la lucha sirve como incentivo para actuar con mayor efectividad.

Conclusiones

La propuesta de Final Fantasy XIII se apoya exclusivamente en dos pilares: la historia y el combate, y, en este sentido, el título es de una radicalidad asombrosa, ya que no ofrece nada más: avanzas por un pasillo liquidando enemigos mientras un cuento te recuerda que estás salvando el mundo. "Esto no es rol, sino aventura", afirmaron en Bioware. Se equivocan, es rol en estado puro: un dungeon crawler monumental adaptado a los gustos actuales, con la parafernalia gráfica de 2009 y un combate tan condenadamente bueno que por sí solo basta para soportar el peso de una propuesta, en el fondo, tan retro. Eso sí, con un desarrollo menos encorsetado, un ritmo algo más sostenido y una trama más cuidada y libre de la tiranía del cosplay, la credibilidad de Famitsu se situaría de nuevo por las nubes. Con lo que hay, que no es poco, permanecerá donde lleva ya un tiempo instalada: apagando los fuegos de una industria con una crisis de identidad enorme.

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