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Los mejores juegos de este año que no has jugado (VII): Half-Life Alyx

"Prepare for unforeseen consequences".

Los videojuegos que han aparecido a lo largo de estos últimos días en esta serie de artículos, por lo general, son títulos pequeños, de estudios independientes poco conocidos y con una escasa - o más bien nula - campaña publicitaria. Es comprensible, por lo tanto, que queden ocultos entre la avalancha de grandes nombres y lanzamientos que copan el calendario anual. Ese no es el caso de Half-Life Alyx, sin embargo, porque hablamos de la nueva entrega dentro de una de las franquicias más conocidas del medio, que cuenta con uno de los legados más importantes e influyentes del último cuarto de siglo. Su situación, desde luego, es distinta; si Alyx ha pasado por debajo del radar de la mayoría de jugadores no es por haber sido eclipsado por otras alternativas, sino por haber sido publicado en una plataforma que todavía resulta extraña para el gran público: la realidad virtual.

Y es una lástima, porque Alyx no es solo una de las mejores experiencias single player que se han producido para este tipo de dispositivos (la mejor, quizás), sino lo más cerca que hemos estado - y, me temo, estaremos por mucho tiempo - de un eventual Half-Life 3. Con Valve centrada desde hace tiempo en otros menesteres y con un track record ya no tan infalible tras el fiasco de Artifact, podríamos caer en el error de pensar en Alyx como en una mera excusa para vender su casco Index. En cierto modo también lo es, porque sería ingenuo no pensar en este juego como en la killer app del sistema, pero es mucho más que eso. Alyx es, por decirlo claro y sin tapujos, una de las experiencias más revolucionarias y transformadoras que hemos visto en el medio en tiempos recientes.

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Lo es, claro, porque representa como pocos una nueva forma de jugar. Con él tienes una verdadera sensación de estar probando algo distinto, de estar asistiendo a un auténtico game changer. La implementación de la realidad virtual en Alyx va mucho más allá del gimmick, y da un nuevo sentido a conceptos que dábamos por sentados, como el de la propia interactividad. Hay muchas cosas impresionantes en ella, pero pocas más sorprendentes que su forma de utilizar con una pasmosa naturalidad la lógica de las reglas físicas, unas que tenemos interiorizadas de toda la vida.

Pero quizás lo más meritorio es que Alyx se siente como un Half-Life en toda regla. Más allá de la tremenda inmersión en su espectacular mundo, inherente a la propia idiosincrasia de la realidad virtual, a nivel narrativo está a la altura de lo que se esperaría de Valve, haciendo que el jugador sea protagonista incidental de las secuencias más expositivas, y conjuga con bastante acierto exploración, acción, algunas dosis de terror e incluso comedia, principalmente concentrada en ese fantástico personaje secundario que es Russell. Es un juegazo en toda regla, vamos. Y luego están las propias implicaciones para la franquicia estrella de Valve, pero eso es algo que debéis descubrir vosotros mismos.

El tiempo, espero, pondrá a Half-Life Alyx en el lugar que merece. En ese panteón reservado para videojuegos que no solo brillaron por méritos propios, sino que además ayudaron a hacer avanzar el medio interactivo. No será hoy, y seguramente tampoco mañana, pero ese día acabará llegando, cuando se derribe finalmente el muro del precio de acceso a la tecnología necesaria para disfrutarlo. Y será entonces cuando lo recordemos como uno de los grandes títulos de 2020, un año para olvidar por muchas razones, pero que también nos dejó alguna que otra maravilla que permitía vislumbrar un futuro esperanzador.


Half-Life: Alyx se publicó el pasado 23 de marzo de 2020. Está disponible para PC, requiriendo un dispositivo de realidad virtual para jugarlo.

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