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Prison Break: The Conspiracy

Escapa de él.

Además todo el rollo de escondernos en la oscuridad está bastante mal hecho, y la mayoría de las veces la partida acabará con la pantalla en gris, las animaciones detenidas y una mirada del guardia de turno detectándote –muy a lo dramatic chipmunk–. Y da igual si quien te ve es un conserje o un guardia, la partida acaba igualmente. Pero lo más odioso, sin duda, es que no puedes ni noquearlos; sólo puedes luchar con los prisioneros, nunca en situaciones de sigilo. La IA tampoco ayuda y es en ocasiones incomprensible. Ya puedes pasar por delante de alguien corriendo o haciendo volteretas que serán incapaces de imaginar que eso es una persona escapándose.

Los combates tampoco son el paraíso. De vez en cuando nos daremos de toñas con otros reclusos mediante un sistema que nos deja lanzar puñetazos fuertes y flojos, cubrirnos, contraatacar y dar pasos rápidos para esquivar. La detección de los puñetazos es mala, la forma de contraatacar muy poco precisa y la monotonía resultante demasiado abrumadora. Del multijugador, que se basa en este sistema, mejor ni hablar.

Si alguien del personal de la limpieza te ve, partida acabada. Y no puedes ni dejarlos inconscientes, sólo esconderte de ellos.

Por último están los quick time events, esas secuencias en las que hay que apretar botones tan pronto los veamos en pantalla para superar ciertas situaciones. Y me diréis: es imposible hacer mal lo de los QTE. Pues no, y el juego de Prison Break lo demuestra. Muy a menudo nos dicen que pulsemos sin parar un botón… e inmediatamente saltan a otro. Y claro, es totalmente imposible saber en qué momento se hará el cambio, y el fracaso es ineludible.

Los amantes de la serie seguramente disfrutarán –no mucho- algunas escenas y, por lo menos, no se arrepentirán de haberle dedicado unos minutos. Todos los demás tienen opciones mucho más válidas en las que gastar su tiempo, empezando por la última aventura de Sam Fisher.

3 / 10

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