Análisis de 1979 Revolution
La revolución será documentada.
Hacía mucho tiempo que sentía tanta pereza al pasarme un videojuego. He necesitado tres sesiones para completar las menos de dos horas que dura 1979 Revolution: Black Friday, un título que solicité expresamente y esperaba desde su anuncio. La identidad musulmana ha sido mayormente ignorada por el videojuego a lo largo de su historia y se ha visto tantas veces relegada al papel de un hombre, kalashnikov en mano y una palestina cubriendo su rostro, que casi roza el insulto. Pero entonces llega la obra de iNK Stories: una oportunidad para ampliar nuestro abanico y mostrar la cara ignorada, la revolución que llevó a Irán a convertirse en un país oprimido por la rama radical del islam. El resultado, maldita nuestra desgracia, es poco más que una sombra de sus referentes, mitad título de Telltale cocinado a medias y mitad reproducción pocha del valor didáctico de Valiant Hearts. La Historia está ahí mismo, ocurriendo frente a nosotros, y no queremos mirarla a los ojos.
Reza no es un agente de la revolución que se está iniciando a finales de los años 70. Él ha vivido en Alemania y su pasión es la fotografía; está aquí para retratar un momento de su nación, no para inclinar la balanza. Al menos, eso se dice. O no. El grado en que Reza se involucra en este cambio tan vivo en las calles depende por completo de nosotros. Quizá sería más apropiado decir que su visión cambia, pero él siempre va a estar ahí, en el lugar equivocado, en el momento menos adecuado. El comandante Shepard no sería que digamos un ejemplo reluciente de cómo escribir a un protagonista carismático, pero en BioWare fueron inteligentes al matizar cómo su actitud afectaría a su trabajo: él es un Fantasma y va a salvar a la galaxia. La pregunta es: "¿Cuáles son sus métodos?". Reza, sin embargo, es una página en blanco ¿Conservador? ¿Religioso? ¿Iconoclasta? Fotógrafo es, desde luego, pero todo lo demás queda a nuestra discreción, convirtiéndolo en un personaje ambiguo, que puede saltar a cualquier parte y no da espacio para llenar los huecos. Es un turista más que un nativo de estas tierras convulsas.
Black Friday prefiere observar. De vez en cuando, se nos da vía libre para caminar por el escenario, o alguien nos dice que tomemos una foto, que es importante. Sacamos la cámara y disparamos. Entonces salta un recuadro explicando qué es lo que estamos viendo, como si visitáramos brevemente la Wikipedia cada dos minutos. Como si sus autores no quisieran mojarse para así contemplarlo todo desde la distancia, con un ojo acrítico. "Son las circunstancias". "El mundo era así". No hay nada que diferencie las actitudes de sus personajes frente a cualquier otra obra revolucionaria; hay quien dice que la victoria se conseguirá con sangre, quien se opone y clama por el pacisimo, los metódicos, los apasionados. Los paranoicos. Sólo se conocen las circunstancias únicas del país al leer esas entradas, que parecen ser el auténtico núcleo de la obra. Alguien ofrece un té a otro personaje. Él lo rechaza. Le abofetean. Desbloqueamos una entrada que habla sobre la educación iraní en torno al té.
Todos estos pedazos de conocimiento aparecen notificados en una frase que rompe por completo la inmersión. Ya se ha hablado antes de cómo el "X recordará lo que has dicho" acaba resultando contraproducente al dividir elecciones y personajes en relevantes e irrelevantes, pero 1979 Revolution consigue empeorarlo todo al cubrir sus notas en recuadros llamativos, símbolos e iconos que desvían nuestra mirada de la historia. Es una trama que se desbloquea, una serie de advertencias, consejos y folclore esperando a ser descubiertos. Las formas de Telltale, con sus quicktime events simplificados y, en ocasiones, injustificados, o unas animaciones que desprenden de cualquier señal de vida a sus personajes, convierten a esta obra casi en un producto derivativo, una versión de algo más puro. Sus conflictos son demasiado evidentes, sus personajes carecen de algo que les haga únicos o atractivos. Su lenguaje visual es pobre, las interpretaciones de sus actores virtuales, toscas. Al menos en Telltale tienen un equipo de buenos guionistas para paliar estos errores.
Cuando 1979 Revolution: Black Friday fue anunciado en Kickstarter hace ya tres años, su autor, Navid Khonsari, explicaba que su propósito, más que el revanchismo de mirar atrás y señalar a quienes se equivocaron o tuvieron razón, era educar. Él buscaba hacer un videojuego que ilustrase a su público sobre la revolución de 1979. Es innegable que haya conseguido su objetivo, pero es difícil no pensar que lo consigue tomando la ruta fácil. Antes que realmente mostrar, Khonsari prefiere extraernos del momento y decirnos qué está pasando. Hay documentales y libros que hablan de exactamente lo mismo, pero en mayor profundidad. 1979 Revolution raspa la superficie de su propia historia y no sabe compensarlo con una trama que intrigue. Es como una lección que se aprende en el colegio: absorbes la información, la vomitas en el examen, y al minuto siguiente la olvidas. Se supone que este es el primer capítulo de un juego episódico, pero no hay mucho que esperar. Sabemos cómo termina la historia. Sabemos lo que viene después. No hay nadie entre estas caras anónimas que me inspire cariño.