2009 en clave indie
Primera parte: Desarrolladores y comunidades.
2008 fue un año muy especial para el sector del videojuego. En marzo salía un tal “Braid”, que trastocó los propios cimientos de la industria, más que como juego en sí, por la forma que tuvo de poner la industria independiente en el mapa de nuestro sector de golpe y porrazo. En apenas unas semanas, nombres que apenas unos pocos periodistas especializados eran capaces de reconocer (no me incluyo entre ellos, todo sea dicho), comenzaron a posicionarse en el panorama internacional.
Jonathan Blow, 2D Boy, The Behemoth o Jason Rohrer son algunos de los que se han ido popularizando desde entonces, y sin cuyas contribuciones en el pasado no hubiésemos logrado que este 2009 haya sido uno de los más prolíficos en videojuego independiente, para bien y, como más tarde comprobaremos, quizá también para mal. A lo largo de este artículo haremos un repaso a las personalidades más importantes del año en el campo del indie y sus juegos estrella, pero no nos limitaremos a quedarnos ahí, sino que analizaremos algunas de las tendencias al alza
Tu nombre me suena...
Uno de los desarrolladores indie que más ha visto catapultada su popularidad es Terry Cavanagh, un irlandés de 25 años al que pudimos ver en la Eurogamer Expo junto a varios de los juegos que ha lanzado este año, que van desde el plataformeo 2D clásico de la vieja escuela a la ausencia casi total de gameplay. El juego que más renombre se ha ganado es Don't Look Back, una reinterpretación del mito griego de Orfeo y Eurídice en 8 bits. La atenazadora banda sonora y un austero diseño retro coronaban una auténtica proeza a la hora de trasladar de forma fidedigna la historia a nuestro medio con su hábil uso de las dos dimensiones.
Sus otros dos proyectos más señalados han sido Judith y Pathways. El primero nos sumerge en una historia que son dos, en un castillo que es fuente de secretos inconfesables y de curiosidades que traspasan la frontera de la temeridad. Con un gameplay prácticamente inexistente, Judith nos muestra un camino diferente de proceder en la narrativa; quizá no sea el más acertado, pero lo cierto es que cuando lo terminamos tenemos esa sensación en el estómago que nos dice que acabamos de probar algo único y especial. El segundo, es una historia que son ocho... o puede que alguna más. Una sola frase, “me preocupo cuando estás fuera”, es la base de todas estas historias con un principio común y finales totalmente dispares.