2025 es el año de Nintendo y GTA6, pero la industria sigue pasando por un momento delicado
Brotes verdes y nubarrones negros.
Y tal y como vino, se fue.
2024 ya es historia, y tras repasar en la redacción lo mejor que nos dejó el pasado año, ahora toca echar un vistazo a lo que nos deparan los próximos doce meses. Y creo que no voy a sorprender a nadie si digo que 2025 va a estar especialmente marcado por dos lanzamientos: el de Grand Theft Auto VI y el de la sucesora de Nintendo Switch.
En Take-Two deben estar contando los días que faltan para el lanzamiento de GTA6 (si no hay retrasos, este mismo año), porque a nadie se le escapa que son plenamente conscientes de que tienen entre manos una máquina de imprimir dinero con la megaproducción de Rockstar. El fenómeno que ha supuesto Grand Theft Auto V resulta todavía increíble en esta industria, copando las listas de títulos más vendidos más de una década después de su lanzamiento original, y las expectativas que hay puestas en su sucesor son incluso mayores, con unas proyecciones que no tienen parangón en el mundo del entretenimiento interactivo. La llegada de GTA6 no va a ser sólo un hito histórico que batirá récords, sino también muy probablemente un enorme motor de ventas que atraiga a PS5 y Xbox Series X a jugadores que todavía no han dado el salto a la actual generación (que los hay, y no son pocos), y también uno que más adelante, cuando termine la exclusividad en consolas, anime a renovar su PC a muchos usuarios de Steam.
No son bajas precisamente, tampoco, las expectativas que hay puestas en la próxima consola de Nintendo. El éxito de Switch ha sido incontestable con casi ciento cincuenta millones de unidades vendidas desde 2017, y su sucesora, que esperamos conocer en las próximas semanas, es uno de los pelotazos más que seguros de 2025. Si con Switch podía haber dudas por venir del fracaso de Wii U, con Switch 2 (una consola que en un principio será más bien continuista) el éxito está ya asegurado: el público está hambriento por el nuevo hardware, la propia Nintendo pasa por un excelente estado de forma y cosas como un más que probable Mario Kart 9 son el incentivo perfecto que las consolas vuelen de las estanterías de las tiendas. La pregunta, de hecho, no es si Switch 2 va a triunfar, sino si la compañía de Kyoto va a ser capaz de suplir la enorme demanda durante los primeros meses. Y mientras, claro, no son pocas las desarrolladoras que se relamen ante una tormenta perfecta que también animará, y de qué manera, las ventas de software. Switch 2 será importante para Nintendo, por supuesto, pero también para el futuro de compañías como Square Enix, Sega, Bandai Namco o Ubisoft.
Mientras que con Nintendo el ritmo lo marca su próxima generación de hardware, para sus dos grandes competidoras 2025 será previsiblemente más bien un año de transición, cada una a su manera. En el caso de Sony, con la generación de PlayStation 5 bien encarrilada y en plena etapa de madurez, el movimiento lógico sería cimentar su posición y empezar a potenciar los lanzamientos de software, quizás más escasos de lo deseable desde que terminó la pandemia. Imagino que, mientras van llegando cosas prometidas (Ghost of Yotei, Death Stranding 2, Marvel's Wolverine y, quizás, Marathon), a lo largo del año veremos más anuncios de proyectos first party para los próximos dos años, que se sumarían al recién desvelado y prometedor Intergalactic de Naughty Dog. Xbox, en cambio, creo que seguirá virando hacia la publicación multiplataforma, transformándose más en una compañía de servicios (algo que ya es, realmente, la propia Microsoft en general) que lo que entendemos por first-party tradicional, mientras recoge la siembra de lo desarrollado estos últimos años con la llegada de Avowed, Doom: The Dark Ages, South of Midnight, Fable, The Outer Worlds 2 y, esperemos, Gears of War: E-Day. No digo ni mucho menos que vayan a dejar el hardware (al menos no a corto/medio plazo), pero desde luego su futuro pasa más por el software, llegando a cuantas más personas mejor independientemente de la plataforma, y por servicios como Game Pass.
Sea como fuere, 2025 es un año que mucha gente encara de forma optimista, tanto en el bando de los jugadores, con propuestas para todos los gustos, como en el de los accionistas, que ven como el sector encara - aparentemente - la senda de la recuperación y muestra señales de (dichosa palabra) crecimiento.
Sin embargo, la industria sigue enfrentándose a un momento delicado. 2024 no sólo empezó igual que acabó 2023, con despidos masivos, sino que durante la primera mitad del año el panorama laboral fue una auténtica carnicería, con decenas de miles de puestos perdidos y reestructuraciones (bonito eufemismo) mediante las cuales los CEOs respondían a una realidad que, en gran medida, habían provocado ellos mismos con una gestión deficiente. Muchos analistas creen que lo peor ya ha quedado atrás, pero diciembre volvió a ser un mes aciago y sigue habiendo tormentas acechando en el horizonte.
Hay ciertos signos, desde luego, que son algo preocupantes. El Steam Replay de 2024 que publicó hace unos días Valve, por ejemplo, arrojaba un dato sorprendente: apenas un 15% del tiempo de juego total en la plataforma durante los últimos doce meses se había dedicado a jugar a títulos publicados en 2024. El 47% correspondía a juegos publicados en los últimos siete años, y un 37% a títulos que tenían ocho o más años de antigüedad. Si a ello le sumamos otro dato, que en 2024 se publicaron en Steam casi diecinueve mil videojuegos, nos topamos ante una alarmante realidad: la sobresaturación del mercado. La oferta es mucho mayor de lo que es capaz de asumir la demanda, y el público objetivo crece, pero ni mucho menos al mismo ritmo que el de la producción. Y pese a que es incuestionable que la gran mayoría de esos lanzamientos son juegos pequeños y de calidad cuestionable, este problema de congestión no sólo afecta a los indies, sino también a las compañías de tamaño medio y grande, como ha ilustrado el fracaso en ventas de no pocos juegos de 2024.
Para los pequeños desarrolladores el gran handicap está en la visibilidad, y en la cada vez más difícil posibilidad de destacar en un mar de competidores. Lo peor es que esto llevamos arrastrándolo años, y no hay nada que parezca indicar que la cosa va a cambiar a mejor. Para las grandes desarrolladoras, en cambio, el gran enemigo es una escalada de costes que hace cada vez más complicado alcanzar la rentabilidad del producto y, por ende, la propia viabilidad de la empresa. Aquí la solución parece más obvia y factible (no trasladar los recortes a los trabajadores, sino planificar mejor, optimizar los recursos, optar por desarrollos más comedidos, imponer expectativas de ventas realistas y saber leer el mercado), pero nunca se puede descartar la innata habilidad de los encorbatados para hacer lo contrario y empeorar aún más la situación.
Luces y sombras, en definitiva. 2025 va a ser un año interesante por muchas razones, desde la calidad de algunos lanzamientos muy esperados hasta la respuesta de la propia industria a las incógnitas que hemos expuesto, pasando por la llegada de nuevo hardware. ¿Mi deseo? Que cuando toque hacer resumen del año veamos no sólo un elevado nivel en las producciones, algo que doy por sentado, sino también que la situación en el sector - especialmente en el plano laboral - haya mejorado de forma notable y las tormentas sean cosas del pasado. Brindemos por ello.