Análisis de A Normal Lost Phone
Call me maybe.
Más de una década después del lanzamiento de la Nintendo DS, uno de los títulos que, de forma casi unánime, se recuerdan con más cariño de esta consola es, curiosamente, uno que a primera vista parece un juego completamente de nicho. Hotel Dusk: Room 215 (2007) es una aventura gráfica con tintes de novela negra y animación realizada casi enteramente mediante rotoscopia, pero el elemento que hizo al juego popular - lo suficiente como para, en España, llegar a publicitarse en televisión - fue una característica muy concreta: para jugar, teníamos que colocar la DS en vertical. Tenía sentido, por supuesto, que un título cuya carga narrativa estaba concentrada mayoritariamente en largos pasajes de texto se jugase así, con la consola sujeta como si fuese un libro; pero lejos de quedarse en una pequeña curiosidad, lo cierto es que el hecho de que el juego esté diseñado para hacer uso de las características específicas de la plataforma hace que la propia consola, como ente físico, sea uno de los elementos narrativos que se utilizan en el desarrollo de la trama. Por ejemplo, el menú nos ofrece la opción de acceder a una pequeña libreta digital en la que, utilizando el lápiz táctil podemos escribir notas, como si fuésemos un auténtico detective clásico. Hay, incluso, un puzzle concreto que solo puede resolverse si abriendo y cerrando la tapa de la consola varias veces para desvelar la solución.
Esa tendencia relativamente reciente a crear juegos para móviles que explotan los formatos de la mensajería instantánea y las aplicaciones para crear sus propias narrativas siempre me hacen pensar, irremediablemente, en esto que hacía Hotel Dusk para exprimir al máximo las particularidades de la pequeña portátil de Nintendo. Pero A Normal Lost Phone, a diferencia de otros títulos como Entiérrame, mi amor o Mystic Messenger, no se aprovecha de las notificaciones de nuestro teléfono para simular de forma más realista conversaciones en tiempo real con personajes ficticios. En lugar de eso, la premisa nos hace fingir que el objeto que sostenemos entre las manos no es nuestro propio teléfono móvil, sino el teléfono móvil de una persona desconocida que nos hemos encontrado en la calle, y a cuyos contenidos - mensajes, llamadas, fotografías - podemos acceder con relativa facilidad.
Si nos enfrentásemos a esta situación en la vida real, podríamos escoger entre fisgonear un poco entre las aplicaciones, buscando la identidad del dueño para tratar de devolverle su aparato, o decidir, simplemente, no hacer nada. Pero lo cierto es que el juego nos coacciona un tanto para escoger la primera opción, la del fisgón. Nada más abrir del juego, la pantalla de inicio del teléfono nos recibe con unas cuantas notificaciones no leídas, llamadas perdidas y mensajes, y un llamativo botón de "abrir" en medio de la interfaz que, siendo honestos, suena demasiado tentador como para dejar la ocasión pasar.
Así, comenzamos una pequeña sucesión de transgresiones a la intimidad del dueño del teléfono: una serie de acciones en las que dejamos de lado las implicaciones morales a cambio de escuchar la historia de una persona a la que no conocemos a través de sus archivos digitales. Al principio, estas infracciones serán tan leves como adivinar la clave del wi-fi público de la ciudad en la que nos encontramos para conseguir acceso a Internet, pero en momentos determinados se nos instará a traspasar ciertos límites, con la opción de entrar en cuentas de aplicaciones de citas o enviar mensajes a algunos de los contactos haciéndonos pasar por la persona en cuestión.
Para acceder a todo el contenido tendremos que resolver una serie de puzzles que nos otorgarán las contraseñas necesarias para acceder a aplicaciones y contenido bloqueado, que consistirán, basicamente, en interiorizar la información que el propio teléfono nos ofrece y ponernos en la piel del dueño, intuyendo cuál podría ser la información crítica que habría utilizado para proteger sus secretos. Leyendo mensajes y correos electrónicos obtenemos pedazos de información fragmentada: algunos de ellos son trascendentes, y nos aportan verdaderos datos sobre la identidad de éste, y otros son simplemente superfluos, como felicitaciones de cumpleaños o comentarios apresurados sobre algo que acaba de suceder en la vida real y que no terminamos de tener información para comprender del todo. Lo fascinante de la forma en la que la narración se desarrolla es que en algún momento, tras unos buenos minutos recopilando conversaciones, imágenes y audios de aquí y allá, todos esos pequeños retazos de historias empiezan a tener algún sentido, comienzan a encajar para dejarnos entrever un atisbo de algo más grande. Y si es tan sencillo entrar en la dinámica que el juego propone es porque el lenguaje que habla el juego es uno que nosotros mismos conocemos de sobra, porque es exactamente el mismo que se presenta en nuestros propios mensajes, llamadas y redes sociales.
Volviendo a Hotel Dusk, y porque la versión que estamos analizando es el port a Nintendo Switch del juego, hay un par de cosas que sí hay que aclarar: aunque el paso de móvil a consola está relativamente bien resuelto, con dos esquemas de control entre los que podemos escoger según si estamos jugando en modo portátil o en la televisión, hay una parte de la experiencia, la de estar sujetando nuestro teléfono pretendiendo que es el teléfono de otra persona, que irremediablemente se pierde en el proceso. El modo tablet de Switch funciona mejor para este título, poniendo la orientación de la pantalla en vertical y utilizando los controles táctiles para movernos por los menús, pero cuando colocamos la Switch en el dock y utilizamos los botones y una resolución diferente, es más complicado no sentir una cierta desconexión entre las herramientas que el juego está utilizando para contarnos la historia y la interfaz que estamos manejando.
Y a pesar de esto, A Normal Lost Phone es una gran incorporación al catálogo de Nintendo Switch, porque si hay algo que es todavía más intrínseco al juego que su formato adaptado al teléfono móvil, es el tratamiento que hace de diversos temas LGBT, de una forma más explícita y directa de lo que quizás nos esperaríamos en una consola de esta compañía. Su aproximación a esta temática es más bien didáctica y parece, en muchas ocasiones, estar más orientada a aquellos que son ajenas a las problemáticas de este colectivo que a las propias personas que forman parte de él, pero es muy probable que tanto aquellos que estén familiarizados con las experiencias que se relatan como los que las desconozcan por completo encuentren en esta pequeña aventura al menos un par de situaciones que les hagan empatizar y reflexionar sobre lo que se está contando. Aquí hay margen para hablar de un par de contradicciones en las que el propio juego incurre, y para cuestionarnos la legitimidad de tratar un tema tan delicado en un videojuego cuya única mecánica consiste en espiar documentos ajenos sin su consentimiento, pero es fácil percibir que es, como mínimo, un intento bienintencionado, y quizás precisamente por eso merece la pena darle una oportunidad.