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Análisis Absolute Drift - Circuitos, bólidos, driftkhanas y derrapes interminables se dan la mano con una inconfundible estética y adictiva jugabilidad

Nani?! Absorute dorifto?!

Eurogamer.es - Recomendado sello
Minimalista, exigente y divertido, Absolute Drift es una fantástica rareza dentro de los juegos de coches que vive por y para el drifting.

Las largas tardes de verano de mi infancia estaban llenas de actividades. Leer, dar vueltas en bicicleta, jugar al fútbol, al frontenis o hacer el zángano en la piscina ocupaban un tiempo que a día de hoy recuerdo inagotable y que teníamos que llenar hasta que nos llamaran para ir a cenar. Al margen de todas ellas, había una que me encantaba y que tiene mucho que ver con el juego que vamos a tratar hoy: las carreras de coches de miniatura. Para organizar un evento de semejante envergadura solo necesitábamos un suelo rico en tierra y gravilla - nada de césped, demasiada obra pública -, un coche por participante y un voluntarioso diseñador de circuitos que trazara poco a poco el recorrido poniendo su pie de lado. Completada la construcción, comenzaba una competición en la que, a base de impulsos por turnos, los pilotos conseguían que sus coches preferidos realizaran increíbles adelantamientos, colisiones letales y, sobre todo, unos derrapes imposibles.

De esos derrapes, coches que resisten impávidos cualquier colisión y muchas otras virtudes está repleto hasta los topes Absolute Drift, un videojuego que ya hizo su debut en PC, Playstation 4 y Xbox One hace unos años y cuya Zen Edition aterriza ahora en Switch para que hagamos sufrir nuestra suspensión en cada curva.

Desarrollado originalmente por Funselektor y porteado a la consola híbrida de Nintendo por Seaven Studio, Absolute Drift es un título que, en primera instancia llama la atención por su inconfundible y elaboradísima estética. Construido sobre el motor Unity, un exquisito minimalismo low-poly es el eje de un diseño que opta por emplear una reducida gama de colores y formas que resaltarán los elementos clave de su entramado jugable. Así, sus circuitos y driftkhanas - sí, se llaman así - se alejan del arquetípico "gris asfalto" para optar por un suave color crema que no hará sino acentuar la presencia de unos coches más cercanos a los Hot Wheels que a Gran Turismo, el rojo de los elementos que nos darán los ansiados puntos o el negro que dejarán atrás nuestros neumáticos al derrapar. El agudo chirrido que surgirá de esos drifts competirá, a su vez, con una banda sonora que contará con un amplísimo repertorio de temas y estilos. Drum ´n bass, electrónica y synthwave ambientarán a la perfección el impoluto mundo de Absolute Drift, que solo se verá perturbado por la colorista aparición de nuestro coche, los constantes rugidos de su motor y el agónico sonido de una goma que se resistirá a quedarse marcada en el asfalto. Y mientras tiene lugar esa sinfonía automovilística, delicados sonidos se elevarán sobre ella dando un elegante contrapunto cuando consigamos nuestros objetivos, aumentemos los multiplicadores o derrapemos cerca de un poste que nos regale una buena puntuación.

Ese y no otro será el núcleo de la propuesta jugable de Absolute Drift: derrapar con nuestro coche y obtener la máxima puntuación posible. Nada más comenzar nuestra andadura en el juego, una imponente estatua de Buda nos recibe como al aprendiz que somos. Tras ofrecernos una escueta explicación sobre los descacharrantes orígenes de la técnica del drifteo, nos desea buena suerte en nuestro peregrinaje hacia el dominio del derrape y pronto nos veremos en la tesitura de elegir el nivel de dificultad. Tras tamaña decisión dará comienzo un brevísimo tutorial que compartirá el minimalismo del diseño de Absolute Drift: varias pequeñas pruebas - con sus correspondientes mensajes en las pantallas de carga - y algún que otro consejo sobrescrito en el asfalto serán todo el material que se nos ofrecerá para que comencemos a trabajar en nuestros fundamentos al volante. Es en esos titubeantes primeros pasos donde aprendemos a no chocarnos para no resetear los multiplicadores, a girar en torno a estructuras para extraerles todo su jugo en forma de puntos o a usar las cajas como bonus que alargarán nuestros combos mientras no estemos drifteando como salvajes.

Tras esta primera toma de contacto, Absolute Drift nos abrirá las puertas a sus vastos dominios, los cuales se dividirán en varios mundos por los que podremos transitar libremente y que, a su vez, estarán llenos de pequeñas misiones y eventos repletos de desafíos. Esas misiones consistirán en sencillos encargos como derrapar entre dos estructuras determinadas, saltar por empinadas rampas o buscar pequeñas aspas por todo el mapeado. Ninguna de esas encomiendas, incluso en los tramos más avanzados del juego, nos supondrán reto alguno, pero sí requerirán de ser completadas todas para acceder al siguiente mundo, con lo que servirán a la doble función de hacer que practiquemos y exploremos el mapeado. Lo que nos llevará, irremediablemente, a encontrarnos con los circuitos, driftkhanas y demás eventos, y aquí sí que se pondrán a prueba nuestras habilidades. Ya sea con límite de tiempo o con un número determinado de vueltas, los eventos nos pedirán que realicemos una serie de proezas al volante para darlos por dominados. Obtener una puntuación determinada, no chocarnos durante todo el recorrido o conseguir un multiplicador de x20 serán sólo unos ejemplos de lo que nos encontraremos a lo largo de un desarrollo que, poco a poco, irá aumentando su exigencia. Nada nos impedirá, no obstante, ir dejando atrás los objetivos que no cumplamos, pero si queremos desbloquear los retos que sucederán a medianoche - y que estarán exquisitamente iluminados por los faros de nuestro vehículo - sí tendremos que superar un mínimo de objetivos por zona, con lo que el reto sí estará servido en ese caso.

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Esa dinámica de superar misiones, dominar los eventos y acceder a nuevos mundos permanece inmutable durante toda la duración de Absolute Drift, con lo que pocas sorpresas nos encontraremos en este apartado. Sin embargo, al completar los desafíos de cada zona, Absolute Drift nos recompensará con un nuevo vehículo que sí tendrá un considerable impacto en la jugabilidad. Su parque móvil es reducido, cierto, pero las diferencias entre un misil venido desde el país del Sol Naciente y el acero germánico se perciben al primer giro y marcan grandes diferencias dentro de un control fino y preciso. Es precisamente ese control, sencillo pero lleno de posibilidades, una de las claves del éxito de la fórmula de esta propuesta. Absolute Drift parte de un mínimo común denominador del género - acelerar, frenar, girar - para, desde esos cimientos, aupar su fórmula a un terreno interesante y pocas veces explorado. Hay, por supuesto, margen suficiente para trastear en sus opciones y así activar o desactivar asistencias varias o poner el cambio de marchas en manual, pero por mucho que toqueteemos piezas y embragues el núcleo de sus mecánicas permanecerá inalterado: observar con cuidado las trazadas de las curvas, emplear frugalmente el acelerador y contravolantear con pulso de cirujano serán disciplinas que iremos dominando poco a poco. La recompensa a nuestro esfuerzo y paciencia será la posibilidad de engarzar curva tras curva con drifts eternos tras unos inicios en los que es probable que las peculiares físicas de sus coches se estampen contra más de un muro, incluido el de nuestras concepciones sobre el género de la conducción.

Y es ahí precisamente donde reside su magia. Más allá de su maravillosa estética, de esa fantástica e idealizada recreación de sus vehículos y circuitos, hay una curva de dificultad - de un respetable porcentaje de inclinación, eso sí - que recompensa el esfuerzo invertido con maniobras increíbles y de inapelable espíritu arcade. Sin embargo, hay aristas que hacen que el conjunto se resienta, porque en ocasiones el Comité Odríftico Internacional considera que tu majestuoso derrape no computa para ese multiplicador que llevas construyendo a base de gasolina, volantazos y caucho. Esa ligera indeterminación a la hora de contar ciertas maniobras genera una frustración innecesaria en un título que, en el resto de sus aspectos, está pulido al máximo. Lo que me conduce, sin remisión, al peor de los fallos de esta versión: la copia a la que hemos tenido acceso sufrió cuelgues un número considerable de veces, retrasando el progreso y desluciendo una propuesta que lleva la friolera de cinco años entre nosotros. No cabe duda de que este problema se solventará con un parche, pero Absolute Drift merecía un port con mejores credenciales.

Pero ese borrón no consigue empañar la magnífica puesta en escena de Absolute Drift. El minimalismo de su estética va de la mano con la sencillez de su propuesta jugable y con unos escenarios en los que pocos pero muy importantes elementos destacan sobre el suave color crema de sus circuitos y el intenso azul de su cielo. Sobre ellos tendremos que dominar el arte del drifteo, una milenaria disciplina que nos exigirá atención, precisión y control pero que nos recompensará con derrapes sin fin, maniobras espectaculares y puntuaciones gigantesca. Todo ello mientras manejamos unos coches que, gracias a esa perspectiva que caracteriza a los juegos de Funselektor, tienen más que ver con miniaturas a escala que con los modelos fotorrealistas de otros títulos de conducción. Como aquellos coches que lanzábamos por la tierra en aquellas lejanas tardes de verano.

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