Análisis de Alan Wake's American Nightmare
El día de la marmota.
Si el primer Alan Wake estaba claramente influenciado por Stephen King y cintas clásicas de terror como El Resplandor o En la Boca del Miedo, su spin-off para Xbox Live Arcade parece querer acercarse más al tono pulp de Quentin Tarantino o La Dimensión Desconocida. Buen ejemplo de ello es uno de los vídeos que encuentras a lo largo de la aventura, en el que el antagonista imita sin tapujos al señor rubio de Reservoir Dogs, e incluso la propia localización del juego (un lugar indeterminado de Arizona) se aleja de la analogía con Twin Peaks para recordarte a un pueblo del interior de Estados Unidos plagado de rednecks, como podría ser Punxsutawney.
No entraré en demasiados detalles por el siempre escabroso tema de los spoilers, así que basta con decir que la base argumental de American Nightmare lleva a Alan al interior de un episodio de Night Springs, en un macabro duelo con el Sr. Chirridos donde una vez más se mezcla en un mismo plano realidad y ficción. Aunque el tono de la narración es mucho más ligero, como demuestran la simplicidad de los diálogos y lo plano de los personajes secundarios, los fans no deberían preocuparse demasiado: el suspense se mantiene como eje vehicular, las referencias a la primera aventura son frecuentes y el particular universo de Remedy se enriquece con nuevos matices. Que tampoco se asusten los usuarios noveles: puedes jugar perfectamente a este nuevo Alan Wake sin necesidad de haber jugado al original, pese a que es bastante recomendable.
Pero también hay que decir que la propia historia de American Nightmare puede suponer al mismo tiempo un lastre jugable, porque Remedy juega con la idea del bucle temporal como fundamento central de la narrativa y eso no funciona tan bien en un videojuego como lo puede hacer en películas tipo Atrapado en el Tiempo o Donnie Darko. Es una mecánica polémica que polarizará al público: para algunos será una burda forma de alargar la duración, obligándote a rejugar tramos anteriores con ligeras variaciones, mientras que otros lo entenderán como un elemento estructuralmente necesario e íntimamente ligado al argumento. Debo reconocer que a mi al principio no me convenció lo más mínimo, pero tras terminar el juego y, sobretodo, encontrar la última página manuscrita (con lo que interpreté como una mordaz crítica a la simple naturaleza del diseño clásico de videojuegos), mi opinión cambió radicalmente. Amor u odio, quizás: no tiene término medio.
Tampoco ayuda que los tráilers de American Nightmare den una imagen ligeramente distorsionada de la realidad. A pesar de que es cierto que se hace un mayor hincapié en el componente de acción y que se pierde parte de la tenebrosa atmósfera del juego de 2010, en el modo historia la esencia más pura de Alan Wake sigue estando muy presente. La fórmula jugable es básicamente la misma, con la linterna como artilugio indispensable para eliminar la oscuridad que protege a los enemigos, aunque este nuevo giro incorpora nuevas armas (como la Uzi o la peculiar pistola de clavos) y rivales (poseídos que se parten en dos al enfocarlos con la linterna o en bandadas de pájaros, arañas y pueblerinos gigantes con sierras mecánicas). Salvando las distancias, me recuerda a como Resident Evil 4 le daba una vuelta de tuerca a la franquicia de Capcom, respetando en todo momento las bases asentadas por Shinji Mikami.
Pero con una irónica similitud que recuerda a la dualidad entre Alan y el Sr. Chirridos, el modo Arcade muestra una cara totalmente opuesta del juego de Remedy. En esta ocasión, y como el propio nombre ya deja entrever, se olvida por completo el argumento y la narrativa para dejar paso a un modo Horda en el que cada nivel tiene diez minutos de duración y el único objetivo es sobrevivir hasta el amanecer eliminando diferentes oleadas de enemigos, cada vez en mayor número y con poseídos más complicados de matar. El énfasis en el componente de acción es notorio y evidente, pese a que también conserva parte del suspense y la sensación de urgencia de la historia principal.
Aquí, por razones obvias, resulta todavía más vital dominar el sistema de combate y controlar a la perfección el movimiento que permite a Wake zafarse de los enemigos en el último momento, e incluso hay un pequeño componente estratégico al escoger las armas y dosificar el uso de los puntos de luz y de reabastecimiento de munición. Con su rudimentario sistema de combos es fácil engancharse al score attack, aunque también es verdad que una opción para jugarlo en cooperativo le habría sentado estupendamente y se echa un poco en falta.
Puede que American Nightmare no sea el deseado Alan Wake 2, pero tampoco intenta serlo en ningún momento: es un experimento descargable satisfactorio y sólido, con el que Remedy se desmelena jugueteando con su propia obra para ensayar nuevas opciones. Pese a ello, los fans del original encontrarán en él un agradable spin-off plagado de guiños que enriquece un poquito más la mitología de la franquicia, mientras que el público habitual del Xbox Live Arcade puede optar por su agobiante modo Horda. Y por 1.200 Microsoft Points (apenas 15€) la verdad es que poco más se podría pedir.