Análisis de Assassin's Creed: Revelations
Arrivederci, Auditore.
Literalmente con la soga al cuello: así comienza nuestra tercera aventura con Ezio Auditore. Mediante un espectacular vídeo, el juego nos muestra el camino que el líder de los Asesinos ha seguido, viajando durante años, tras las pistas que Altair −protagonista del primer juego− había dejado tiempo atrás. El acabado de la introducción es realmente fantástico, y mientras no paramos de frotarnos los ojos alucinados, vemos cómo Ezio es atrapado por un ejército de enemigos que le esperan, pacientes, en la antigua villa de los Asesinos, Maysaf. Tras la lucha asistimos expectantes ante lo que parece ser la ejecución de nuestro protagonista, y en ese fatídico momento una aparición de Altair abre una vía de escape para Ezio, que no duda en aprovecharla. Ezio, malherido, debe evitar a los templarios en un poblado, de noche y bajo una nevada; un contexto relativamente nuevo en la saga: la imposibilidad de poder subir a los tejados nos obliga a buscar nuevas maneras de burlar a los guardias.
Durante su huida, Ezio se entera de que los Templarios están intentando descubrir los secretos que Altair escondió en una biblioteca secreta, pero para ello necesitan cinco llaves escondidas en Constantinopla. Son unos primeros minutos del juego realmente esperanzadores: nos encontramos con un nuevo Ezio, desmejorado por el paso de los años; nuevas situaciones, como alguna persecución en carruaje que aporta frescura y variedad; un entorno en parte distinto a lo ya visto en la saga. Pero todo esto es un espejismo que se desmorona en cuanto llegamos a Constantinopla, donde pasamos la mayor parte del tiempo.
Básicamente, Constantinopla está vertebrada como una consecución de eventos, tediosos en su gran mayoría, repetidos hasta la saciedad; el planteamiento no funciona desde la raíz, ya que en esta ocasión Desmond no está colaborando de manera consciente con sus compañeros asesinos sino que está, de alguna forma, atrapado en su propia mente deteriorada por el uso del Animus, y se encuentra en un limbo desde el que podrá entrar en los recuerdos de Ezio o en su propio subconsciente. Este sistema parte, cuando entramos en distintos recovecos de la mente de Desmond, la unidad de la aventura por culpa de su pobre integración con el entorno.
Pero siendo sinceros, todos sabíamos a lo que veníamos: no esperábamos que fuese una revolución jugable. La fuerza de esta saga está en la ambientación, la historia y, en cierto modo, los combates. Al menos esperas que el número de opciones se vea incrementado, que la ambientación haya cambiado o que ya no nos topemos con ciertos vicios que no hacen ningún bien al juego: algo que justifique su desarrollo y su compra. Lamentablemente no encontramos nada de eso; para colmo, Revelations empaña, muchas veces, los logros anteriores de la franquicia.
Para empezar, la ciudad parece un refrito de ciudades de anteriores Assassin's Creed, con una arquitectura poco inspirada y una estética desangelada. Venecia, sus canales y callejones; Roma majestuosa y con localizaciones remarcables, como la Capilla Sixtina... la Constantinopla de Revelations, además de difícil de recordar por la ausencia de lugares realmente memorables, está dividida en dos zonas, lo que nos obliga a usar barcos para ir de una parte a otra de la ciudad, entorpeciendo su exploración.
El desarrollo de las misiones es, quizá, lo más decepcionante de todo el juego. La historia principal es corta y excesivamente simple; no motiva a seguir jugando hasta el último tramo de la aventura. Por otra parte, las misiones secundarias también escasean y ponen en evidencia el poco mimo que ha recibido el juego. El resto de tareas son las mismas que en la anterior entrega: abrir negocios, comprar monumentos... Todo funciona exactamente de la misma manera. Entre las escasas novedades tenemos la posibilidad crear bombas y salvar distancias mayores, mediante saltos o usando tirolinas, gracias al gancho que Ezio incorpora a su inventario.
Pero, como hemos dicho, no esperábamos ninguna revolución; todavía falta una buena historia que contar. Otra de las decepciones de Revelations viene por esta banda: la historia es corta y no parece encajar en un juego retail, amén de que su tratamiento no parece el más adecuado y está plagado de incoherencias. Un ejemplo: al llegar a Constantinopla, Ezio es recibido por el líder de los Asesinos de la ciudad, que reconoce en él a su mentor, objeto de su idolatría; sin embargo, le trata como si fuese un asesino novato. No tiene mucho sentido y rompe totalmente la sensación de grandeza que Ezio debería tener, según se propone el juego.
Nos quedan las luchas con arma blanca. Las carencias de entregas anteriores vuelven a hacer acto de presencia; pese a tener una buena cantidad de artilugios, puedes completar la aventura usando casi exclusivamente la hoja oculta. Los combates son muy sencillos y no se ha eliminado la posibilidad de enlazar ataques críticos, pudiendo así acabar con un número casi ilimitado de enemigos sólo machacando un botón. A pesar de todo, es una gozada ver cómo Ezio se libra de los enemigos de mil y una maneras distintas, a cada cual más espectacular y con unas animaciones sencillamente soberbias. Tienes que ponerle un poco de imaginación y proponerte hacerlo bien, porque entonces sí que funciona.
Revelations, a pesar de estar por debajo de las anteriores entregas, conserva la esencia de sentirte en la piel de un asesino y añade dos pequeños minijuegos que salvan, en gran parte, al juego. Por un lado tenemos unas misiones en primera persona en las que descubrimos parte del pasado de Desmond mientras avanzamos por niveles formados por bloques de hormigón, que forman puzzles en los que tendremos que buscar la manera de avanzar. Es imposible que no nos venga a la cabeza Portal, aunque la distancia con el juego de Valve es importante: no suponen apenas reto y no son suficientes para considerar que tienen un peso real. Por otro tenemos un minijuego de estrategia, al estilo de los tower defense, donde tenemos que situar distintas tropas y barricadas para frenar una serie de oleadas de Templarios. Esta parte se hace más interesante a medida que vas consiguiendo distintos tipos de asesinos o artilugios que usar; es un buen incentivo para seguir defendiendo tus guaridas aunque el control, a veces, desespera un poco.
"No estamos ante un Call of Duty, donde la campaña funciona apenas como introducción al multijugador, que es el plato fuerte: aquí todo el mundo espera que todo el esfuerzo se destine a la experiencia para un jugador."
Tras muchas horas de juego estos modos logran reanimar ligeramente el desarrollo adormecido del juego, del que sí podemos citar un aspecto que ha dado un salto cualitativo importante: las cinemáticas. Es reseñable el cuidado con que están tratadas, y ya no las escenas de acción, sino las conversaciones más cotidianas entre personajes, con un toque cinematográfico muy logrado, a lo que hay que sumarle el impecable acabado de los rostros. Estamos acostumbrados a ver rostros con mucho detalle, pero no siempre se consigue superar esa barrera que les termina de aportar verosimilitud. En Assassin's Creed: Revelations se ha conseguido dar un toque realmente humano a las caras de los personajes.
Por último, apartándonos de la aventura principal, nos encontramos con el multijugador. En esta ocasión tenemos algunos modos de juegos nuevos y el pequeño extra de ir descubriendo vídeos sobre Abstergo, la empresa tapadera de los Templarios en la actualidad. Un modo de juego que, sin estar del todo mal, no tiene la suficiente importancia como para que su desarrollo interfiera de ninguna forma en el de la campaña individual; no estamos ante un Call of Duty, donde la campaña funciona apenas como introducción al multijugador, que es el plato fuerte: aquí todo el mundo espera que todo el esfuerzo se destine a la experiencia para un jugador.
A Revelations parece sobrarle más de lo que debería. No es tan terrible: a nivel técnico está a la altura de sus predecesores, pero está gravemente lastrado por un desarrollo aburrido y repetitivo que hace que uno de los pocos motivos que el jugador puede encontrar para terminarlo es no perderse un episodio importante con el que enlazar con la siguiente entrega de la franquicia (de la que, por cierto, ya se dice que saldrá el año que viene). La franquicia que podría dar mucho más de sí sólo con un poco de esmero. Precisamente eso lo que hace que Assassin's Creed: Revelations llegue incluso a enfadar al jugador. Hubiera podido ser un DLC realmente bueno ofreciendo únicamente las misiones principales e introduciéndolas en La Hermandad; como juego autónomo no funciona tan bien.