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Análisis de Dark Souls 2: Crown of the Sunken King

Tomb Raider.

En la gran misa negra que es Dark Souls II, tiene todo el sentido del mundo que su primer contenido descargable, el prístino Crown of the Sunken King, arranque con un ritual mágico. En el subsuelo de Majula, por debajo de las alcantarillas y las ratas, pasado el Desfiladero Negro, más allá de la guarida de El Podrido, se encuentra un antiguo altar que, tras ofrecerle una garra del dragón como señal de aptitud, nos vomitará hacia las ruinas de Shulva, el enésimo reino en ruinas, maldito y lleno de peligros que se incorpora al canon de la serie Souls.

Este primer DLC (de, recordemos, una serie de tres que continuará en agosto con Crown of the Old Iron King y concluirá en septiembre con Crown of the Ivory King) repite la fórmula que From Software ya había experimentado con Artorias of the Abyss en el primer Dark Souls. Es decir, un contenido adicional que se presenta no como una aventura independiente o paralela al juego madre (como podrían ser los casos de Burial at Sea o Left Behind, por poner sólo dos ejemplos), sino como un contenido que, aunque opcional, sí que está integrado dentro de la aventura principal, resultando, por tanto, una expansión que de ninguna manera viene a ofrecer algo sustancialmente distinto a lo que ya pudimos disfrutar hace algunos meses, sino un más de lo mismo.

Por supuesto, este "más de lo mismo" es matizable, primero porque a un tiempo extra para una de las experiencias jugables más ricas de lo últimos años difícilmente podríamos hacerle grandes ascos y, segundo, porque, aunque sea de forma muy tímida, se nota cierta voluntad por parte del estudio japonés en utilizar esta nueva zona como laboratorio de pruebas para ver cómo funcionan algunas nuevas ideas. Tal vez decir que abre caminos hacia el futuro de la serie o que supone una revisión sobre lo conocido sea muy osado, pero el acento que pone en los elementos plataformeros y en los puzles espaciales deja pasar aire fresco a una fórmula que ahora invita a una exploración de los escenarios algo distinta a lo que veníamos estado acostumbrados. Hay varios interruptores repartidos a lo largo de los niveles, grandes pilares de frío brillo azulado que al ser golpeados elevan estructuras o derriban muros, crean nuevos caminos y modifican la morfología del terreno para descubrir tesoros, nuevos peligros o -lo más interesante- funcionar como diques de contención ante enemigos, sumando un nuevo e interesante componente estratégico en algunas secciones del DLC. Puede que no sea revolucionario, pero no se puede negar que suma una nueva (aunque pequeña) capa de complejidad a un sistema ya de por sí bien armado.

La fascinación que siente Crown of the Sunken King por este tipo de trampas es uno de los muchos detalles que lo aproxima, de manera inesperada, a títulos de aventuras como Tomb Raider o Prince of Persia. Si los fosos de pinchos, las cámaras secretas o los saltos imposibles sobre el vacío no fuesen ya suficientes elementos de conexión con peripecias de corte más clásico, la localización de toda la acción del DLC en dos templos malditos hermanos y su voluntad por funcionar como granero de tesoros rematan la impresión de que estamos ante la colisión perfecta entre el horror cósmico típico de la serie y un serial de la Republic. ¡Si es que hasta en uno de los muchos cofres repartidos por el mapa encontramos una espada-látigo!

"Crown of the Sunken King es una adición notable al mapeado de Drangleic, pero que sólo supone un aliciente verdadero para aquellos aficionados acérrimos."

Con lo expuesto, resulta un auténtica lástima que Shulva diste tanto de ser una de las áreas más atractivas de Dark Souls II. Puede que esta afirmación sea como decir que Small es uno de los temas menos estimulantes del Third de Portishead, pero lo cierto es que la sensación de déjà vu que se siente al enfrentarse a los tres enemigos finales que nos arroja esta expansión -y que reciclan sin pudor conceptos que ya vimos en marzo-, junto con un diseño artístico poco generoso en detalles, con grandes arquitecturas lisas, grises e iluminadas con una parquedad muy poco atmosférica, reducen en gran medida el impacto sensorial -y, por qué no decirlo, emocional- que con tanta facilidad alcanza el juego original de From Software en otros muchas secciones de la aventura.

Más allá de esto, casi todo lo que ya has escuchado sobre Dark Souls II es perfectamente aplicable a este DLC. Es tan difícil como podrías esperar de él (con nuevos enemigos como los espectros que dan una nueva vuelta a la válvula del no-me-puedo-creer-que-lo-puedan-hacer-más-complicado), el diseño espacial de sus escenarios sigue siendo sobresaliente y su aura espesa, de misterio mitológico pre-humano, sigue siendo igual de atractiva.

Crown of the Sunken King se trata de una adición notable al mapeado de Drangleic, pero que, probablemente, sólo supondrá un aliciente verdadero para aquellos aficionados acérrimos. Para los que no sientan la necesidad de caminar por el New Game+++, tal vez sea una experiencia agradable, pero de ningún modo imprescindible.

7 / 10

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