Análisis de Beat the Beat: Rhythm Paradise
Genialidad rítmica.
Si hay algo que Beat the Beat: Rhythm Paradise nos enseña, más allá de a desarrollar nuestro propio metrónomo interno, es que los monos molan. Y a Yoshio Sakamoto, la mente responsable de haberlo demostrado, seguramente le fascinan a un nivel que no podemos llegar a comprender. Gracias a eso, y a una creatividad abrumadora por parte del equipo de Nintendo, ha logrado crear la saga de juegos rítmicos más loca, excéntrica y divertida del mundo del videojuego. Y nosotros nos alegramos por ello. Y por los monos.
Si no habéis jugado a las anteriores entregas de Rhythm para GameBoy Advance y Nintendo DS la premisa es simple: hay que superar más de cincuenta mini-juegos cortos que ponen a prueba nuestra capacidad para seguir el ritmo y adaptarlo según las circunstancias. Es un tipo de mecánica muy parecida a la saga WarioWare. Mini-juegos demenciales, muy locos, que dependen únicamente de los botones A y B para desatar todo su encanto, ya sea ayudando a un grupo de focas a bailar y a dar volteretas, a una panda de monetes a marcar el segundero de un reloj - lo que decíamos, molan mucho - o respondiendo como un luchador de wrestling en una entrevista tras una pelea.
En concreto, en el mini-juego del luchador debemos responder a las incomprensibles preguntas de una reportera con un pequeño toque de A, deleitarla con nuestros músculos después de que muestre su admiración con dos toques, e interrumpir la charla para posar cuando los fotógrafos nos lo pidan con A + B. Es importante no tomarse demasiado en serio a uno mismo, y parece que muchos de los empleados de Nintendo siguen a pie juntillas esa directriz. Resulta difícil encontrar un juego más original y creativo que este - y uno en el que quede tan patente lo bien que se lo han pasado los responsables del desarrollo llevándolo a cabo. O eso, o en esas oficinas fuman algo raro.
"La música es la excusa perfecta para dejarse llevar por la imaginación sin ningún tipo de restricciones. Perros, gatos, samuráis y cielos azules cobran aquí todo el sentido que necesitan"
Cada nivel está dividido en cinco juegos, cuatro desafíos y un remix que pone a prueba la habilidad que hemos ido adquiriendo. La precisión, las pausas y la paciencia son elementos imprescindibles para superar los más de cincuenta desafíos. Es maravilloso descubrir la gran habilidad y cariño con que se ha logrado fusionar cada sonido con un movimiento o acción en pantalla. Todo encaja como un guante. Fluye de forma tan natural que puedes llegar a intuir y entender su funcionamiento incluso antes de que te enseñen a jugarlos porque usa excepcionalmente bien el lenguaje universal de la música y el ritmo para hacerse comprender, y tiene suficientes incentivos como para que queramos repetirlos una y otra vez. En este sentido - y a pesar de que su sencillez puede no ser del agrado de muchos - es un ejemplo perfecto de cómo debe ser la diversión pura e inmediata, y una gran lección de cómo debe ser el diseño de un videojuego.
De hecho, es tan divertido verlo como jugarlo porque todo lo que sucede en pantalla está totalmente sincronizado con la música hasta un punto obsesivo. Guitar Hero o Rock Band, ambos títulos musicales, se decantan más por mostrar constantemente qué debemos hacer y cómo, y en ocasiones lo que hacemos resalta demasiado sobre todo lo demás. En Rhythm Paradise, en cambio, no existe ninguna fisura entre nuestras acciones, el sonido y la imagen. Incluso al equivocarnos, todo reacciona en consecuencia sin olvidar el compás, y lo hace unido a una creatividad que convierte a cada mini-juego en una experiencia única y digna de ser probada.
Estéticamente es tan delicioso como sus dos anteriores entregas, y sigue inspirándose en el anime y los dibujos animados para ofrecer un apartado visual único - y, bueno, marcadamente japonés. Sería muy raro ver un anuncio de este juego en las televisiones de nuestro país porque está fuertemente influenciado por las excentricidades de su procedencia, y precisamente eso es una de las cosas que lo convierten en una pieza de software tan fascinante: no es lo mismo describir cómo un perro y un gato juegan a bádminton mientras viajan en avioneta por un paraíso de cielos azules que verlo por uno mismo. Es entonces cuando se entiende perfectamente cuál es la razón última por la que se unen esos conceptos en un juego: la música es la excusa perfecta para dejarse llevar por la imaginación sin ningún tipo de restricciones. Perros, gatos, samuráis y cielos azules cobran aquí todo el sentido que necesitan.
"En Rhythm Paradise no existe ninguna fisura entre nuestras acciones, el sonido y la imagen. Todo reacciona en consecuencia y lo hace unido a una creatividad que convierte a cada mini.juego en una experiencia única y digna de ser probada"
Y cada melodía es tan pegadiza que muchas de ellas todavía revolotean por mi cabeza. Es algo enfermizo pero se niegan a abandonar mi mente. Antes de dormir se abalanzan sobre mí para privarme del sueño y al despertarme me sorprendo tatareando alguna de ellas, o repitiendo sus incomprensibles letras. Desde sonidos pop tradicionales pasando por bossa nova o rap, todas tienen algún elemento a destacar y todas están realizadas con un mimo que encaja a la perfección con el conjunto. Además, Nintendo ha tenido la deferencia de ofrecer un selector para elegir las voces originales japonesas, lo que le confiere un aire todavía más exótico. Lo preferimos así.
Quizá el diseño es ligeramente más exigente, más astuto, en esta entrega. Un buen ejemplo de ello es el nivel "Gambas al Compás", con unos ritmos sincopados un tanto juguetones y tramposos. Conseguir la puntuación perfecta en estos mini-juegos se antoja ligeramente más complicado que en los de la versión para DS, por ejemplo, pero al final todo sirve para que comprendamos que el ritmo está en nuestra cabeza, y no en nuestras manos, por lo que si no se logra una compenetración total con el sonido es muy difícil poder superarlos. En esta ocasión, además, se ha añadido un modo para dos jugadores con ocho juegos que no son más que variaciones de los del modo de un jugador. Se agradece el esfuerzo, pero es un añadido simple y sin demasiada fuerza que parece haberse incluido en el último momento y que probablemente usaréis en contadas ocasiones.
Si hay una palabra que describe a la saga Rhythm esa palabra es felicidad. Beat the Beat es un juego que consigue que te sientas mejor tras jugarlo, que premia con una diversión pura y sin pretensiones como pocas veces antes se ha visto, pero también es una herramienta cuidadosamente diseñada para controlar nuestro ritmo y saber dominarlo, lo más parecido al pasatiempo perfecto. Pum, pata pam pum. Algunos lo llamarán enajenación. Nosotros lo llamamos genialidad.