Análisis de Blasphemous 2 - Más flexible, más refinado y más grande
Ya está aquí el Penitente, señora.
Lo primero que me llamó la atención durante mi primer contacto con Blasphemous 2 - que no fue durante este análisis, sino hace unos meses, en una sesión de demo celebrada por el equipo en Sevilla - no fue su apartado artístico, ni su excelente música, ni su peculiar ambientación, sino lo fluído de su movimiento. Cualquier pulsación en el mando tenía una respuesta extraordinariamente veloz en el personaje, cuyas animaciones cambiaban, sin despeinarse, de agarrarse a un bordillo a un ataque en salto en la dirección opuesta; las esquivas y contraataque, por otro lado, tenían una respuesta rápida, visualmente muy llamativa en nuestro protagonista y en los enemigos, casi como si hubiesen estado esperando que les hiciese ese parry desde ese ángulo concreto desde el principio. No tengo claro qué magia, específicamente, ha utilizado el equipo de The Game Kitchen para mejorar tantísimo las sensaciones de juego desde la primera entrega, pero fue una carta de entrada excelente para alguien que ya había pasado un buen puñado de horas en el título anterior.
La manera rápida de explicar Blasphemous 2 es decir que se trata del hermano mayor del Blasphemous original: más grande, más maduro y, en cierta medida, consciente de sus limitaciones y de sus errores pasados. Pero es posible que a muchos de vosotros esta afirmación no os diga nada de nada. En lugar de eso, podemos decir que se trata de un metroidvania de desplazamiento lateral, con énfasis en un combate que, para qué engañarnos, tiene tintes de la saga Souls. Blasphemous 2, como su predecesor, llama la atención por una estética oscura y, en cierta medida, llena de lugares comunes del género pero reinterpretados a través de una lente muy particular: la del folclore español. Desde nuestro país, la experiencia de juego es particularmente curiosa, reconociendo elementos tanto del arte y la imaginería religiosa como de la cultura popular.
En esta secuela hay escenarios nuevos, enemigos ya conocidos que repiten y otros que no habíamos visto hasta ahora. Una historia completamente nueva que expande en la mitología del anterior, claro, y una cantidad respetable de jefes con diseños muy variados y que, de hecho, contienen una de las referencias más graciosas y más entrañables al conocimiento popular español que he visto hasta la fecha en un videojuego. La principal novedad de Blasphemous 2, no obstante, tiene que ver con el combate. En concreto, con las armas que podemos utilizar. En lugar de la espada, la Mea Culpa, que el Penitente utilizaba durante toda la historia del primer Blasphemous, nada más empezar la segunda parte nos enfrentaremos a una elección: cuál de las tres armas posibles queremos escoger como nuestra inicial. Ruego al Alba, la más equilibrada, es una hoja más típica, aunque un tanto más ligera que la original; Sarmiento y Centella son dos espadas duales más veloces que efectúan menos daño, pero son más versátiles; y, por último, Veredicto es un incensario gigante, mucho más lento que las otras dos pero que, claro, efectúa golpes más potentes. Aunque el arma inicial condicionará nuestras primeras horas de juego, y sobre todo, el camino que podremos tomar al principio de la exploración, la meta última de Blasphemous 2 es que acabemos usando las tres con soltura, especialmente porque, además de para derrotar enemigos, cada una de ellas tiene la posibilidad de interactuar con distintos elementos del entorno, dejándonos resolver puzles y acceder a zonas que, de otra manera, estarían cerradas.
Convertir las propias armas en una de las partes del entramado metroidvania del juego es una solución inteligentísima que, además, le da mucha variedad a la jugabilidad. Es difícil no tener preferencia - las espadas duales son mis favoritas, y el arma que ha hecho caer a casi todos los jefes del juego - pero pronto veremos que todas ellas tienen sus pros y sus contras. Los enemigos voladores o aquellos que tienen puntos débiles concretos son mucho más gestionables con Veredicto, que golpea duro y con un rango más amplio; la espada destaca, sobre todo, en el combate aéreo, con ataques que se benefician de nuestro buen posicionamiento y, además, permitiéndonos hacer contraataques con facilidad. Sarmiento y Centella, por otro lado, pueden hacer temblar a enemigos muy poderosos aprovechándonos al máximo de cualquier pequeña apertura para hacer puntos de daño. Además, cada arma tiene su propio árbol de habilidades, que iremos desbloqueando poco a poco y añadiendo efectos especiales y nuevos movimientos a cada una. En este sentido, creo que es mejor que descubráis por vosotros mismos sus posibilidades, pero la variedad de maneras de juego a las que dan pie hacen que el juego se sienta mucho más personalizable y que sea más fácil encontrar un tipo de juego que nos encaje.
Blasphemous 2 pone una importancia capital en nuestra build, en la manera en la que construimos nuestro personaje. No hay estadísticas per se, o al menos no estadísticas explícitas, pero sí valores que podremos modificar a través de las cuentas del rosario, una suerte de huecos para equipar objetos que nos darán resistencia a ciertos tipos de daño u otras habilidades similares. Además de esta mecánica, que ya estaba presente en el anterior, se ha añadido el Retablo de favores, en el que, gracias a un amable escultor, podremos colocar distintas figuras que también nos darán estados alterados, como mejoras de daño, ampliación del rango del esquive o, en los últimos compases de la trama, maneras de subvertir algunas de las mecánicas del juego. Por poner un ejemplo: como ya hemos dicho, el juego tiene algunos elementos Souls pero no un progreso de niveles explícito. Cuando morimos, eso sí, acumularemos culpa, que podremos expiar un tanto volviendo al lugar en el que hemos muerto y tocando la marca en el suelo o a través del confesionario. Más adelante en la historia, desbloquearemos una figura del Retablo que nos permitirá aumentar nuestra fuerza cuando tengamos un nivel alto de culpa, facilitándonos así avanzar en las zonas finales y más exigentes. Cambiar constantemente nuestro equipamiento, tanto del Retablo como el rosario, para estudiar qué armas y tipo de daño elemental son más útiles a la hora de enfrentar a un jefe se convertirá en una parte fundamental de nuestra rutina de juego.
En general, he sentido la dificultad de Blasphemous 2 un poco menos acusada que la del juego original, salvo en momentos concretos. No creo que esto sea culpa de que el juego sea más sencillo, sino de que tenemos más posibilidades en nuestra mano, y de que el diseño de cada uno de los niveles está muchísimo más refinado. El juego de The Game Kitchen crea puzles, atajos, caminos alternativos, zonas de opresión máxima y áreas pensadas para el backtracking con una cohesión máxima que hace muy sencillo encontrar el camino, y una soltura que casi nos podría hacer pensar que es una tarea sencilla. Pero no lo es: basta abrir el mapa para ver la cantidad de pasillos y habitaciones interconectadas que conforman cada zona. La mayor movilidad y precisión del personaje hace que el plataformeo sea notablemente menos frustrante: ya no solo porque los pinchos, el más temible enemigo en el primer Blasphemous, ya no hacen daño letal, sino porque el terreno reacciona mucho mejor a nuestras acciones, siendo un poco más benevolente con la precisión de los saltos.
A pesar de que la manera en la que está planteada la exploración es muy amena y ágil, es cierto que el juego peca de ambición excesiva en ciertos aspectos. O más bien, tiene tal vez una cantidad de ideas que su ritmo y sus sistemas no siempre saben sostener. Muchas veces, rompecabezas complejos y bien pensados, que nos obligan a solventar situaciones que requieren ingenio y habilidad, nos recompensarán únicamente con moneda del juego - que puede utilizarse para comprar objetos, pero es en general bastante abundante - o puntos extra para el árbol de habilidades, que también se consiguen de manera relativamente sencilla. Así, la recompensa por nuestro esfuerzo en este tipo de tareas tiende a ser comparativamente muy pequeña, no incentivándonos particularmente a invertir tiempo en buscarlas o resolverlos. Por otro lado, la gran cantidad de personajes y misiones secundarias que, con crípticos mensajes, nos pedirán que busquemos objetos por el mapa es quizás demasiado abundante como para seguirle el ritmo. Más de una y más de una decena de veces encontraremos por el mapa algún item que nos suena que alguien nos pidió encontrar en algún momento de la historia, pero no somos capaces de recordar exactamente para qué ni dónde está el NPC en cuestión para entregárselo. Esto podría solventarse, claro, tomando anotaciones constantemente - el propio juego nos permite dejar pequeños iconos en el mapa que marquen las ubicaciones importantes - pero pausar el juego para anotar con precisión los datos de cada uno de estos encuentros es una tarea bastante contraintuitiva.
Para compensar, esta ambición de Blasphemous 2 sí le juega una buena pasada en un ámbito concreto: el estructural. Sin entrar en grandes detalles, el juego está dividido en dos partes: una inicial, en la que tendremos que derrotar a cierto número de jefes, y una posterior en la que nos encaminaremos al final (otros tantos jefes mediante, claro). La diferencia entre ambas es que en la primera apenas tendremos un par de habilidades desbloqueadas, así que nos enfrentaremos a combates un tanto más clásicos, en los que el uso del esquive y el contraataque serán muy clave, pero las dinámicas serán, en cierta medida, menos novedosas. En la segunda tanda de bosses, cuando ya hayamos extendido el potencial de nuestro personaje al máximo, las batallas serán más exigentes pero también más versátiles, exigiéndonos controlar muy bien el espacio y el rango de nuestros movimientos, añadiendo una segunda capa de profundidad inesperada a un título que ya de por sí se sentía completo.
Con todo esto, creo que no es aventurarme mucho decir que, si os gustó el primer Blasphemous, este Blasphemous 2, como versión más limpia, más pulida y ampliada de él, os encandilará desde el primer momento. A los demás, sólo os puedo invitar a probarlo: si la dificultad os tira para atrás, el trabajo de diseño que se ha hecho en esta entrega para facilitar todo tipo de estrategias es muy notable, y la estructura metroidvania es inteligente, salvaje y compleja pero siempre satisfactoria de desentrañar. Como mínimo, os llamarán la atención su diseño de enemigos, la potente iconografía, su sonido y arte espectacular y sus peculiares paisajes. Los fans del metroidvania, claro, agradecerán también esa manera tan pura en la que todos sus elementos parecen conectar con otro algo, cada desbloqueo permitiéndonos ir un poco más lejos, dejándonos sentir un poco más seguros bajo la piel del Penitente. Un personaje que se ha ganado ya, a pulso, un cariño y un lugar especial en mi corazón; no está claro si The Game Kitchen tiene pensado darle todavía más aventuras, o si preferirán centrarse en otro proyecto diferente, pero esta secuela, si bien quizás menos sorprendente que el primer título, lo tiene todo para plantearse como uno de los juegos del año, si no el juego del año, al menos dentro de su género.