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Análisis de Castlevania: Lords of Shadow - Mirror of Fate

La sinfonía de Mercury Steam.

Aunque a primera vista podría parecer un retorno a los orígenes de la saga, lo cierto es que Castlevania Mirror of Fate tiene mucho más de Mercury Steam que de aquellos antiguos estudios japoneses donde Konami forjó al vampiro más famoso de los videojuegos hace más de un cuarto de siglo. Sí, siguen estando ahí tanto los Belmont como el monumental castillo de Dracula, pero también aquellas lámparas tan útiles para balancearnos con nuestro látigo, o -cómo olvidarse de ellos- esos candelabros de los que emanaban preciados y ricos pollos recién asados. En efecto, sigue estando ahí todo el código genético, pero la huella del estudio de San Sebastián de los Reyes predomina sobre el resto, un estilo y una manera de hacer las cosas que ya nos sorprendió muy gratamente en el primer Lords of Shadow lanzado hace más de dos años, y que en esta nueva entrega para la portátil de Nintendo vuelve a repetirse con la naturalidad de una secuela, y la coherencia que cabría esperar de lo acabará siendo el título bisagra entre las dos grandes entregas para consolas de sobremesa.

Vuelve Simon Belmont, el primer cazavampiros de la saga.

La trama sigue allí donde nos dejó Lords of Shadow -que a su vez era una precuela dentro del culebrón de la pintoresca familia Belmont- y aunque no es para nada necesario haber jugado a la primera entrega sí que es verdad que haberlo hecho enriquece la experiencia. Así, aunque la historia que plantea Mercury Steam para su particular trilogía no tiene nada que ver con los juegos clásicos, los fans celebrarán saber que Mirror of Fate se sitúa en la auténtica chicha de la saga y supone una revisión a la occidental de los personajes más importantes que ha dado la franquicia. Además, esta vez no nos conformaremos con controlar a un solo cazavampiros, sino que tendremos la oportunidad de ponernos en la piel de hasta cuatro personajes distintos y ver cómo sus historias se cruzan en el espacio y en el tiempo. El resultado es un relato de venganza, traicicón y tragedia en general que además de contar con un acertado desorden cronológico, tiene un gran peso en el desarrollo del juego; de hecho, jamás en un Castlevania de corte tradicional se le había dado tanta importancia al argumento como en Mirror of Fate.

De todas maneras, ni la suma de los cuatro personajes consigue arrebatarle el protagonismo a la principal estrella de esta función dividida en actos, un papel que vuelve a recaer en el propio castillo de Dracula, ese de palacio de descomunal arquitectura y lleno de secretos que deberemos explorar. En este sentido, el desarrollo del juego sigue una estructura similar a la marcada por el venerado Symphony of the Night y las entregas para Game Boy Advance y Nintendo DS que le siguieron. De nuevo, la doble pantalla de la consola de Nintendo resulta de gran ayuda para tener siempre disponible el mapa, incluso nos permite tomar notas al vuelo, algo fundamental en un castillo que sigue funcionando como ese gigante rompecabezas tan marca de la casa. Y por descontado también cuenta con varios puzzles -bastante mejor diseñados y divertidos que en LoS- y otras pequeñas situaciones y retos de habilidad que le aportan variedad al desarrollo y que encontraremos diseminados por el castillo.

"Mirror of Fate se sitúa en la auténtica chicha de la saga y supone una revisión a la occidental de los personajes más importantes que ha dado la franquicia."

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Ahora bien, si la exploración, los puzles y el llamado back-tracking eran la clave de las últimas entregas en 2D, donde realmente se ha puesto el acento en Mirror of Fate es en los combates, que cuentan con un sistema heredado del primer Lords of Shadow que consigue darle al juego un toque de hack and slash en miniatura que funciona sorprendentemente bien para tratarse de una portátil como 3DS. La clave de este buen sistema de reside en el ritmo, lo bien calibrada que está su dificultad y, sobre todo, el uso del movimiento de evasión y los ataques especiales de cada personaje. Combinando estos elementos, el componente rolero en forma de puntos de experiencia, enemigos y final-bosses con mecánicas de ataque variadas, y una lista de golpes que destaca más por la utilidad de sus combos (que no son pocos) que por ser eternamente larga, tenemos como resultado unas coreografías de acción que además de divertidas no están carentes de espectacularidad. Eso sí, la ambición por hacer de Mirror of Fate uno de los títulos que más exprimen la consola viene acompañado de algunas ralentizaciones puntuales que sin dinamitar en ningún momento la acción, sí que dejan notarse de vez en cuando.

Resulta irónico que las pocas pegas que se le pueden encontrar al juego sean más producto de la ambición que del descuido. Los ligeros problemas de fluidez -que repetimos no empañan para nada la experiencia- se dan cuando el juego carga grandes escenarios, o cuando se juntan muchos enemigos en pantalla con todo tipo de efectos, iluminación dinámica y demás virguerías que convierten a Mercury Steam en una de las desarrolladoras que mayor partido han logrado sacarle a la consola. De la misma manera, el hecho de que el mapeado del castillo haya perdido esa unidad tan característica de las anteriores entregas se debe al gran salto en la escala y la magnitud de esta producción. En sus más diez horas de duración, y que pueden alargarse bastante más si decidimos explorar el castillo -algo de lo que obtendremos un beneficio real gracias al buen diseño de niveles del juego- se le puede achacar poca variedad, pero los puzzles y mecánicas distintas que hemos apuntado antes, junto con la irrupción de las trepidantes escenas narrativas, consiguen darle un gran empaque al conjunto. Todos estos elementos unidos a la capacidad que tiene el juego para adaptarse bien tanto a las partidas como a la sesiones más largas ayuda a que no nos acabemos cansando de dar latigazos de aquí para allá.

Los momentos en que las historias se cruzan son realmente épicos, y algo pocas veces visto en la saga.

Donde de nuevo no hay nada que achacar en este toda la parte artística del juego, tanto en el concepto visual de personajes y enemigos, como sobre todo en los escenarios. El nivel de detalle casi obsesivo de Lords of Shadow sigue presente en esta versión del bolsillo que adapta su escala de colores a la pequeña pantalla haciendo de esta secuela un título más colorista y brillante. Vuelven las estancias clásicas de Castlevania, los exteriores del castillo con sus arcos y gárgolas espectaculares, las bibliotecas, los laboratorios, los lagos subterráneos. Un festín de referencias y guiños que el estudio madrileño ha sabido llevar a su terreno y que de nuevo corona con una banda sonora orquestal que suena con contundencia y en la que se adivinan matices e influencias clásicas a la hora de recrear ambientes.

Como ya pasó con la primera entrega de esta trilogía, Mirror of Fate vuelve a ser un título que destaca por su gran cantidad de contenido, pero también por una serie de mecánicas bien diseñadas, empezando por su gran sistema de combates. El resultado es un título de acción largo, muy completo, y en el que se nota la ambición y el cariño por esta saga clásica. Nos decía Enric Álvarez que "el día que Mercury Steam perdiera su identidad dejarían de trabajar para la industria". Podríamos decir que en esta identidad propia que menciona el director del juego (junto a José Luis Márquez) se encuentra la clave de ese equilibrio tan bien conseguido entre la herencia de una saga veterana como Castlevania y la propia personalidad del estudio que ha resucitado al vampire killer.

8 / 10

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