Análisis de Conscript - Un survival horror clásico que intenta ir un paso más allá
La 1ª Guerra Mundial no luce tan divertida como la 2ª.
Existe un debate interesante sobre qué es lo clásico. Dónde empieza lo moderno, dónde acaba lo antiguo y cuándo es posible crear delimitaciones al respecto. Por supuesto, siempre habrá un componente subjetivo en esta tarea; hasta donde percibamos que llegue cierta era, que ya consideramos dejada atrás o muerta, depende de nuestra perspectiva particular en la materia. Por eso es tan difícil encontrar el equilibrio cuando se quiere hacer un juego con sabor clásico, un juego que se sienta retro sin dejar de ser moderno que no imite a un único juego en particular. Porque encontrar ese territorio inexistente donde lo clásico y lo moderno se dan la mano es algo que sólo se puede descubrir experimentando en el laboratorio.
Conscript parece un experimento nacido de un delicado proceso de ajustes para conseguir la fórmula perfecta del survival horror clásico. Con una estética que recuerda a la de la primera PlayStation, unas animaciones CGI quizás más cercanas a lo que podríamos ver en una 3DO y una presentación en perspectiva cenital salida de un PC, son materiales de trabajo, pero no objetos de nostalgia. Hay un propósito en tener que gestionar nuestro inventario, poder guardar sólo en ciertos lugares específicos teniendo que gastar recursos limitados para ello, poder combinar objetos entre sí y el obligatorio backtracking. Hace que se sienta clásico.
Por eso Conscript no es un viaje de nostalgia. Se siente familiar, pero no manido, porque trabaja con sus influencias como si fueran del presente, o como si estuvieran todas circunscritas a un espacio de trabajo hermético donde puede experimentar con ellas, lo cual le permite separarse de esa influencia en elementos importantes de la experiencia.
El más importante de todos es que aquí no hay fantasía, ni pulp ni ciencia ficción ni monstruos de ninguna clase. Si algo puede considerarse de esta forma, existen razones para achacarlo a imaginaciones febriles, horrores demasiado reales, registros que podemos encontrar en bibliotecas y archivos. Porque en Conscript la historia llama a nuestra parte, presentándonos uno de los momentos más terribles de la humanidad: la 1ª Guerra Mundial. En concreto, la que es probablemente la batalla más sangrienta de la historia, la Batalla de Verdún.
Con más de un millón de bajas entre franceses y alemanes, de ellos más de 250.000 fallecidos, con una duración de 9 meses y 26 días, aquí encarnamos a un soldado francés en busca de su hermano durante alrededor de la mitad de la contienda. Sólo esto ya le da un tono singular; donde los zombis, los dinosaurios y los experimentos científicos imposibles eran la norma en los clásicos en los que se mira Conscript para otros aspectos, para su ambientación se fija en un evento histórico tremendamente traumático. Y lo hace con sensibilidad y delicadeza, porque todo está anclado a la realidad y la historia. Exige al jugador que esté atento a lo que ocurre a su alrededor, y por eso todo se siente particularmente grimoso y brutal. Matamos humanos y todos los actos de brutalidad y deprivación son cometidos contra humanos, tanto por parte de nuestros enemigos como por nuestra propia parte.
En Conscript no hay lugar para heroísmo, incluso si transcurre durante una batalla de una gran guerra, algo que va desarrollando a partir de pequeños detalles que enamorarán a los jugadores más atentos. Algunos enemigos tienen objetos personales, particularmente fotos, que nos dejan entrever su pasado. Quienes son más allá de la guerra. Una forma de humanizarlos que durante la contienda normalmente no nos dirá nada, pero cuando paremos, nos hará pensar. ¿Por qué? Porque durante el juego, Conscript es un juego brutal, donde cada bala cuenta y cada golpe que no evitemos hará que nos acordemos del enemigo que no supimos gestionar a tiempo.
Porque si algo hace muy bien Conscript es replicar las sensaciones que transmitían los clásicos sin necesariamente replicar lo que hacían. Tenemos que gestionar el inventario, pero es un sistema relativamente flexible. No podemos movernos mientras disparamos, pero el sistema de recarga y apuntado, junto con la vista cenital más cercana a los juegos de PC al estilo Commandos, lo hacen fresco e interesante. Necesitamos encontrar el mapa del lugar para poder ver la totalidad de las habitaciones, pero cada lugar que encontremos se irá marcando igualmente, incluida cada puerta cerrada y la llave u objeto concreto que necesitaremos para abrirla, para no acabar en la clásica gymkana propia del género en la que tenemos una llave o un objeto que abre una puerta, pero no sabemos cuál.
Eso no quita que, quizás por ser el proyecto de prácticamente una sola persona, quizás por la propia dificultad inherente de equilibrar un survival horror, a veces resulta un juego con más aristas de lo que debería. En algunas zonas el backtracking puede hacerse pesado, las hitboxes no siempre son tan legibles como sería deseable, haciendo que no sea siempre fácil saber cómo de peligrosa es una situación, y la ausencia de marcado de si hemos visitado o completado una determinada zona hace fácil acabar perdiéndose, especialmente en los últimos capítulos. Todos pequeños problemas que pueden resultar frustrantes, pero que nunca se interponen de forma radical en el disfrute del juego.
Cuesta más decir eso sobre otro aspecto concreto de juego: las ratas. Según vamos dejando cadáveres a nuestro paso y avanzamos en general, van apareciendo ratas por las trincheras. Estos pequeños enemigos no son sólo difíciles de matar, sino que además pueden enfermarnos, Y hacerlo de un sólo golpe si tenemos mala suerte. Al enfermar podremos perder hasta la mitad de nuestra vida máxima hasta que desinfectemos la herida, pudiendo entrar en un ciclo bastante absurdo: salir de una sala sin saber que al otro lado hay ratas que nos infecten, volver para desinfectarnos, volver a cruzar evitando las ratas, que nos golpee una sola rata, y que sólo con eso nos infecte.
Si bien sobre el papel la mecánica suena bien y añade tensión, durante el juego resulta particularmente frustrante, especialmente porque los grupos de ratas pueden arruinar grandes pedazos de avance de los jugadores. En particular, de aquellos que no usen las opciones de accesibilidad para aliviar su exigente sistema de guardado.
Además de cuatro modos de dificultad, Conscript tiene varias opciones para modificarla. Esto nos permite ajustar la experiencia según nuestros intereses, con no muchas opciones, aunque bastante interesantes. La más relevante es la posibilidad de ajustar cómo queremos que sean los sistemas de guardado; de normal, el juego sólo guarda cuando nosotros guardamos, teniendo que usar un objeto consumible, pero a través de las opciones de accesibilidad podemos habilitar tener guardados infinitos, al no tener que gastar objetos consumibles para guardar, o que el juego haga autoguardados automáticos según ocurran ciertos avances del juego, para asegurar que las ratas no arruinen nuestra última triunfal hora sin guardar.
Aquellos con más experiencia con los survival horror, que ya estén curtidos con Resident Evil, Dino Crisis u otros juegos del género, probablemente no tendrán necesidad ni interés en estas opciones. Aquellos que se acercan por primera vez, o han tenido acercamientos más modernos como Crow Country o Signalis, pero quieren probar algo con una vena mucho más clásica, harán bien en ajustar un poco o bien la dificultad o bien las opciones de accesibilidad. Conscript puede llegar a ser bastante más brutal que algunos clásicos del género y, para quienes no estén acostumbrados, puede acabar siendo una experiencia frustrante.
Quizás porque consigue con cierta gracia aterrizar todos sus propósitos en lo demás, que no consiga estar a las alturas de sus expectativas al respecto de la narrativa resulta un poco decepcionante. Incluso si su atmósfera y su ambiente es singular y muy diferente a los clásicos de los que bebe, su narrativa, mucho más profunda, crítica y literaria, no acaba hilando tan fino como pretende. Tiene buenas ideas, bien desarrolladas, que no siempre consiguen llegar a buen puerto. Cuando lo hacen, eso sí, nos hace sentir intensamente por personajes, situaciones y momentos de un modo donde sólo compiten grandes nombres del medio, pero eso no excluye que, para acertar cada tiro, tenga que fallar dos o tres antes.
Eso hace de Conscript un juego en una situación extraña. Es un juego sobresaliente que intenta traer a la actualidad los survival horror clásicos mientras ahonda en una narrativa más seria y meditada, resolviéndolo con falta de finura en ocasiones, pero siempre con ideas interesantes. Hace malabares con motosierras en llamas y, aunque se nota su sufrimiento manteniendo todo en equilibrio, de algún modo ni acaba pegándose fuego ni con un miembro menos. Es por eso que considerarlo menos que una pequeña delicia que merece ser tenida en consideración por todo lo que intenta y consigue no sólo sería injusto, sino un tremendo error.