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Análisis de Crimson Dragon

¿El Panzer Dragoon de Xbox One?

Crimson Dragon mira de reojo a Panzer Dragoon pero le cuesta mucho llegar a rascar sus momentos mágicos. La estructura es muy parecida, la de un shooter sobre raíles en el que llevamos a un dragón que debe esquivar proyectiles y disparar al mismo tiempo en fases relativamente cortas.

Empezamos con dos dragones, uno de fuego y otro de caos, y a medida que avanzamos podemos comprar o desbloquear a más. La elección de nuestra montura es importante ya que sus ataques son más o menos efectivos con determinados enemigos. Al principio de cada fase ya nos indican qué nos encontraremos a lo largo de las misiones así que no cuesta mucho ver qué dragón elegir, y ya en el campo de batalla debemos alternar nuestros disparos en función de lo que va saliendo. Algunos ataques son proyectiles que siguen a los enemigos y otros, en cambio, funcionan más a lo Rez, fijándolos. Algunos son efectivos contra bichos grandes y de fuego, otros para pequeños y eléctricos... poco a poco vas habituándote a las pequeñas dinámicas que propone Crimson Dragon y todo ese barullo inicial se clarifica.

A pesar de que hay fases abiertas la mayoría son sobre raíles.

Y es que la primera impresión no puede ser más terrible. Los menús tienen ese estilo japonés tan característico que arrastran desde la PlayStation 1, y cada dos por tres saltan alertas de que has conseguido tal o cual objeto de nombre raro y que no tienes ni idea de para qué sirve. Intuyes que puedes ir mejorando los dragones, añadiéndoles nuevos ataques de varios tipos para que sean más versátiles o se especialicen contra determinados tipos de enemigos. Pero todo se presenta muy a lo old school, con demasiados pasos intermedios, obligándote a aprender unos sistemas que no merecen tanta atención. Lo mismo pasa con la historia; hubiese sido más fácil y efectivo soltarte al mundo montado en un dragón y dejarte disparar, porque las tramas subterráneas trágicas molestan y entorpecen más que ambientan.

Tienes que esquivar balas mientras vuelas y disparas y al final de cada tramo te puntuarán. Esto es la base de todo. Disparar y moverte a la vez es complicado, a pesar de que recurrimos a los barrell rolls -que se ejecutan con los bumpers- en los momentos de agobio. Esquivar las balas es casi más una consecuencia de mover el dragón en círculos y frenéticamente que de una estrategia calculada como la que seguimos en los matamarcianos clásicos. El gran inconveniente es que debido a que cuanto más jugamos mejores dragones tenemos y mejores armas conseguimos sabes, en todo momento, que la pantalla que estás recorriendo la vas a poder hacer mucho mejor si vuelves al cabo de unas horas con esas mejoras. Y eso provoca que no te esfuerces demasiado, que no te importe hacer una primera vuelta sacándote "D" en vez de "S" porque al fin y al cabo ya lo harás luego. Y vaya si lo harás, porque para ir acumulando monedas y gemas te obligan a volver una y otra vez a los mismos niveles.

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Crimson Dragon tiene, además, una estructura muy de free-to-play, a pesar de que es un juego que cuesta 20€. Puedes pagar con dinero real para mejorar determinadas habilidades, y notas que el diseño está muy orientado a esa estructura tan de juego de móvil que sí, que funciona bien en esos dispositivos, pero que se queda muy corta y empalagosa en consolas.

No es un mal juego, pero tampoco es uno que merezca demasiado la pena. Crimson Dragon puede ser un shooter decente cuando has pasado la barrera inicial de no entender absolutamente nada de cómo funcionan los menús y los progresos y empìezas a familiarizarte con lo que te propone; puede darte unas cuantas horas de reto, especialmente si vas a buscar tramos perfectos en cada nivel, pero los pocos momentos gratificantes no acaban de compensar que estés todo el rato con la sensación de que lo hubiesen podido hacer todo más fácil, bonito y dinámico.

5 / 10

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