Análisis de Cult Of The Lamb - No inventa nada ni lo necesita
Darknimal Crossing.
Aquí, en Eurogamer, siempre estamos muy a favor de desdibujar las fronteras que separan los géneros. Y aunque da igual que nos refiramos al cine, a los cómics o a la música, en términos generales cuando invocamos este tema solemos referirnos a los videojuegos, que es lo que nos toca bien de cerca. Ahora bien, es poco realista exigir, solicitar o esperar que cada pocos meses - e incluso cada par de años - aparezcan títulos que trastoquen los cimientos de un determinado enfoque y que, por lo tanto, establezcan un nuevo estándar sobre el que se medirán los títulos que aparezcan en adelante. Con todo, siempre hay unas cuantas obras de impecable factura que ven la luz en el ínterin entre, pongamos, dos ejes de un determinado género y a las que hay que valorar en su justa medida.
Reuníos pues, fieles, en torno al Salmo 13:25, ya que se acerca la hora de que hablemos de Cult of the Lamb.
Esta ambiciosa obra, desarrollada por Massive Monster y publicada por Devolver Digital, nos cuenta la historia de un pobre corderito dirigido al sacrificio que, en el último momento, es salvado de tal sangriento destino por Aquél Que Espera. Esta misteriosa y siniestra entidad nos ofrece un trato que, dadas las circunstancias, se hace difícil de rechazar: aceptar la inmortalidad que nos ofrece a cambio de liberarle del encarcelamiento al que sus pares le han sometido. Para ello, tendremos que fundar un culto - o secta - y, gracias a la adoración de nuestros feligreses, conseguir la adoración suficiente para aumentar nuestro poder y aniquilar a los sometedores de nuestro liberador. Casi nada.
Con esta potente y prometedora premisa abre fuego un juego que, sin ningún tipo de ambages, aúna lo mejor del roguelike y de un género tan dispar como la gestión y simulación social para ofrecer una experiencia poca veces vista.
Si bien ambas facetas están íntimamente relacionadas, quizá sea su faceta de Animal Crossing con pinceladas de Midsommar la que más llamará la atención a los entusiastas de los guantazos - y viceversa, ya que estamos -. Con un diseño carismático, colorista y lleno de cultistas simpáticos y, por qué no decirlo, un poquito cabrones, Cult Of The Lamb llena de detalles socarrones y humor negro una dinámica de probada solvencia. En nuestro asentamiento habrá espacio para plantar bayas o coliflores, picar piedra o talar árboles, pero también habrá que tener contentos a nuestros seguidores dejándoles la comida hecha, limpiando sus deposiciones o proporcionándoles un lugar de descanso en condiciones… ya sea temporal o eterno.
Y aunque paulatinamente muchas otras actividades irán haciéndose hueco en este bucle jugable, la parte más importante será llevar nuestras actividades a rajatabla so pena de que nuestros devotos pierdan la fe en nuestras enseñanzas y tengamos que recurrir a costosos rituales o, peor, a reeducarlos encarcelamiento mediante. Por el contrario, si tenemos a nuestro rebaño feliz y contento, les hacemos regalitos, bailamos con ellos la danza del Cordero y damos el sermón matutino con regularidad eclesiástica, podremos ir mejorando el arsenal a nuestra disposición cuando toque salir a por los enemigos de Aquél Que Espera.
O, tal y como denomina a esta sección Cult of the Lamb, ir de “Cruzadas”. Cada impío Obispo de la oscuridad que atenaza la libertad de nuestro aún más oscuro líder tendrá, asimismo, su propia zona - o mazmorra, si os hace ilusión - controlada por un buen puñado de soldados y sus lugartenientes. A estas alturas del campeonato, no creo que sorprenda a nadie si apunto que, como es de rigor en el género de los roguelike, nos tocará pasarnos por la sacrílega piedra a todos estos apóstatas para llegar a cada Obispo e intentar que sufra el mismo destino. Lo que sí es más sorprendente, por poco habitual, es el inteligentísimo sistema de runs que emplea Cult of the Lamb. Con un procedimiento que genera salas y rutas - estas muy reminiscentes de, por ejemplo, Slay the Spire - de forma aleatoria, sus runs poseen una duración muy ajustada que, en el peor de los casos, no suele rebasar los veinte minutos.
Así, es fácil sumergirse en un ritmo ágil, variado y adictivo que alterna entre el ya mencionado sistema de gestión y un roguelike que sabe cuáles son sus referentes. Y es que si algo más arriba decíamos que había aldeanos, a la hora de repartir los tortazos hay bebés llorones. Las referencias a The Binding of Isaac son muchas y muy variadas en un desarrollo que, pese a que intercambia el disparo de lágrimas por el combate cuerpo a cuerpo, sí mantiene los corazones como medida de la salud, las cartas del tarot como mejoras o algún que otro explosivo para terminar de redondear la faena. Mientras tanto, muchos encuentros aleatorios ampliarán ambas experiencias: personajes que nos darán acceso a nuevas zonas, potenciales feligreses perdidos de la mano del Cordero o localizaciones llenas de recursos para nuestro asentamiento. Pero claro, si caemos en combate perderemos parte de nuestro saqueo.
Estas incursiones en territorio enemigo nos permiten mejorar un asentamiento que, a su vez, nos permite infiltrarnos con mayores garantías cada vez que potenciamos nuestras infraestructuras y cuidamos a nuestro rebaño. Y es que esta retroalimentación de sistemas que funcionan en perfecta armonía es, sin lugar a dudas, un ejemplo estelar de la filosofía que inspira Cult of the Lamb. La perfecta duración de los segmentos de roguelike ofrece un contrapunto fantástico a la gestión de nuestra congregación de adeptos. Y viceversa, puesto que predicar y dar trigo es, en sí mismo, un divertido, gamberro y original modo de desconectar del fragor de la batalla. Por si todo esto fuera poco, la precisión que Cult of the Lamb despliega a la hora de introducir nuevos sistemas, mecánicas y mejoras se da la mano con una milimétrica curva de dificultad que hasta en el modo normal puede recordarle cuál es su sitio a los veteranos de la acción a poco que se despisten.
Massive Games no ha desdibujado las líneas de ningún género con Cult of the Lamb. Pero eso no quiere decir que su obra no sea un título redondo en la práctica totalidad de sus postulados; si bien hay momentos en los que podríamos notar que algunas de sus mecánicas de gestión son algo permisivas, señalar que su única aspereza es que quizá tengamos que seleccionar un nivel de dificultad superior nos dice todo lo que necesitamos saber de la contundencia de su propuesta. Uníos al culto.