Análisis de Cyberpunk 2077: Phantom Liberty - Ahora sí
Spy game.
No os voy a aburrir con la historia de Cyberpunk 2077, porque todos la conocemos más que bien: un juego que generó un hype desmedido durante su larguísimo y tormentoso desarrollo, cuyo lanzamiento se destapó como uno de los más desastrosos que ha habido jamás en esta industria (plagado de bugs e incluso roto hasta el punto de ser injugable en plataformas como PS4, donde fue retirado durante meses de la PlayStation Store), y con una compañía que dilapidó toda su credibilidad en el proceso. En los últimos tres años CD Projekt ha trabajado de forma constante en él para solventar (la mayoría de) sus problemas, y ese esfuerzo culmina ahora con el lanzamiento de la actualización 2.0, ya disponible gratis para todos los usuarios, y con la expansión Phantom Liberty, que se pondrá a la venta la semana que viene.
Ese parche 2.0 es la pieza sobre la que se sustenta Phantom Liberty, y son unos cimientos realmente firmes. Mejora la IA en el combate, remodela los árboles de habilidades, los perks y el sistema de cyberware, incluye nuevas emisoras de radio (como Growl FM, espectacular y con temas elegidos por la comunidad), añade persecuciones y combates con vehículos (más sobre esto después) y añade un nuevo sistema policial con agentes que ya no aparecen de la nada en nuestra espalda, los cuales reaccionan (casi siempre) de forma más lógica a nuestras acciones y ejecutan estrategias cada vez más elaboradas y agresivas en función de nuestro nivel de búsqueda. Es un parche que, básicamente, corrige con éxito las mayores críticas que tuvo Cyberpunk 2077 en su lanzamiento original, y un motivo más que suficiente para regresar a Night City o para adentrarse en ella si no lo hicimos en su momento.
Pero el plato fuerte es Phantom Liberty, una expansión que redobla todos los aspectos que sí gustaron al público en el juego base y que se beneficia de todo lo aprendido por los desarrolladores desde aquella fatídica fecha de diciembre de 2020. En ella tenemos una narrativa que te atrapa desde el primer momento y que trata montones de problemáticas y disyuntivas, con personajes y situaciones memorables, una nueva área de Night City con mucha más densidad y mayor verticalidad, misiones secundarias y encargos que no desentonan con el nivel de calidad de las principales, un mundo abierto más profundo y convincente, y cientos de armas, trajes y objetos nuevos. Es más Cyberpunk 2077, pero no simplemente a granel; es más Cyberpunk 2077 del bueno.
Lo cierto es que el punto de partida de la historia de Phantom Liberty resultará muy familiar a los fans de John Carpenter: en un futuro no muy lejano el avión de la presidenta de los Nuevos Estados Unidos se estrella en una zona amurallada y aislada - a la par que decadente - de una gran ciudad, la cual está controlada por un tirano que se ha hecho con el poder, y se encarga a un reticente antihéroe amenazado por una muerte inminente la misión de rescate, con la promesa de una cura si tiene éxito. Cambia Manhattan por Dogtown, al Duque por Kurt Hansen y a Snake Plissken por V y, efectivamente, tenemos los ingredientes fundamentales de esa joya de principios de los ochenta que es 1997: Rescate en Nueva York.
Sin embargo, Phantom Liberty muta poco después para convertirse en un thriller de espías de altísimo presupuesto, lo cual hace poco recomendable seguir hablando de la trama. Huelga decir que hay engaños y dobles engaños, personajes con motivaciones ocultas, más engaños, varias traiciones y una palpable sensación de que nadie te está diciendo la verdad y puede apuñalarte por la espalda en cualquier momento, pero el resultado final, de forma innegable, es un añadido muy interesante al extensísimo lore de Cyberpunk 2077, que únicamente flaquea ligeramente en ciertos diálogos concretos. A eso hay que sumarle algunas secuencias particularmente espectaculares, como una partida de ruleta inspirada en Casino Royale o la estruendosa fuga de un estadio, y algunas subtramas muy divertidas, como la del asesino cubano o la de los netrunners franceses. Ah, y tiene a Idris Elba (interpretando al agente Solomon Reed) y más escenas con Keanu Reeves divirtiéndose en la piel (u holograma, más bien) del mordaz Johnny Silverhand. Breathtaking, sin duda.
Con trece misiones dentro de la trama principal, diecisiete misiones secundarias y una duración que fácilmente se extiende por encima de las quince horas (unas cuantas más si te dedicas a explorar a fondo el nuevo distrito de Dogtown, lo cual recomiendo encarecidamente), Phantom Liberty viene a ser el Blood and Wine de Cyberpunk 2077. Para los veteranos, más allá de la trama, algunos de los grandes alicientes de la expansión son la inclusión del nuevo árbol de habilidades Relic (cuyos puntos se obtienen en unos terminales escondidos por el mapa y no a través de la experiencia al combatir o realizar acciones de hackeo), el incremento del nivel máximo hasta 60 o una serie de misiones que aprovecha una de las grandes novedades del parche 2.0, el combate en vehículos, para encargarnos el robo de determinados coches que hay que entregar en distintos puntos de Night City, y que habitualmente suelen derivar en persecuciones y tiroteos a toda velocidad. También hay un nuevo tipo de eventos dinámicos, con la caída de unas cajas de suministros (con equipo raro de alto nivel) en puntos aleatorios de Dogtown, las cuales se pueden identificar por la columna de humo rojo que dejan durante su descenso desde el cielo.
Pero en realidad, y aunque la nueva trama y las misiones me parece que están muy bien diseñadas y resultan muy entretenidas, Phantom Liberty comparte con Cyberpunk 2077 el ser una expansión que brilla especialmente en los pequeños detalles y en los encuentros y sorpresas casuales que encuentras en su detalladísimo mundo. Cuando te sumerges en la lucha por el control de Dogtown que libran Kurt Hansen y un misterioso personaje que regresa de Cyberpunk 2077, cuando vas desgranando poco a poco su historia a través de cientos de registros esparcidos en sus calles y edificios, cuando poco a poco conoces de forma más íntima a personajes como Reed, Songbird o Alex, o cuando flirteas a través de mensajes de texto en tu móvil. Incluso cuando ves la ciudad envuelta por una densa niebla naranja en una alucinante estampa que parece sacada directamente de Blade Runner 2049 y fotografiada por Roger Deakins sientes que estás ante algo especial. Y, en parte, lo es.
Porque Phantom Liberty, de forma inexorablemente ligada al parche 2.0, acerca a Cyberpunk 2077 a lo que se nos prometió durante el desarrollo de un proyecto que a CD Projekt se le fue estrepitosamente de las manos. Ahora casi no hay bugs (y digo casi porque en mis dos decenas de horas con la expansión he visto un par de ellos, aunque menores; un personaje flotando y una quest que no se iniciaba correctamente) y el rendimiento es sólido en casi todo momento (y vuelvo a incidir en el casi porque los 60FPS se mantienen excepto en algunos de los viajes más rápidos en coche o moto). Ahora las mecánicas y sistemas jugables renovados sí ofrecen una ingente cantidad de posibilidades y están implementados de forma más ordenada, y con ello el propio mundo del juego resulta muchísimo más creíble y absorbente. Y ahora sí es ese mastodóntico RPG moldeable al gusto del usuario con unos salvajes valores de producción con los que la inmensa mayoría de títulos - de este género o de cualquier otro - ni siquiera puede soñar.
Eso no implica que sea perfecto, porque no lo es. A muchos enfrentamientos contra los bosses, por ejemplo, les sigue faltando el punch necesario para resultar tan memorables como otros aspectos de Night City, el nuevo sistema de policía es infinitamente mejor que el original pero sigue reaccionando de forma extraña en algunas ocasiones (en un feroz tiroteo con varios scavs, por ejemplo, dos policías observaban quietos la situación como si no fuera con ellos) y su interfaz, pese a estar ahora mejor ordenada y ser más comprensible, a veces sigue siendo más obtusa de la cuenta. Pero el cómputo global es más que positivo, y esa es la idea general con la que me gustaría que os quedaseis tras leer esta crítica.
Es curioso como parece haberse borrado de la memoria colectiva, pero The Witcher 3 compartió un lanzamiento similar (aunque ni de lejos tan desastroso) con Cyberpunk 2077: hubo un claro downgrade respecto a lo mostrado durante su desarrollo, hubo bugs a mansalva y hubo una sensación generalizada de que necesitaba unos meses más en el horno. Sin embargo, pasado un tiempo se convirtió, por méritos propios y de forma justa, en uno de los RPGs más importantes de su generación y en uno de los títulos más laureados de la pasada década. Con el parche 2.0 y con Phantom Liberty Cyberpunk 2077 no llega a alcanzar del todo ese nivel y hay ciertos elementos desfasados en su diseño que hacen torcer un poco el morro, pero ahora sí es un juego que se puede recomendar sin tapujos. Uno con músculo técnico (visualmente es verdaderamente imponente, gracias a una dirección de arte sublime), con una excelente historia y con un worldbuilding espectacular. Un juego que - esto no hay que obviarlo - nunca será exactamente el que nos prometieron durante años, pero que desde luego ahora sí está lo suficientemente pulido y sí posee alicientes de sobras para encandilar a la inmensa mayoría de fans de la acción y la ciencia-ficción. Esperemos que esta vez, de una vez por todas, CD Projekt haya aprendido la lección de cara al futuro. Por su bien, y por el nuestro.