Análisis de Diablo 3
Sangre, comercio y demonios.
Si te interesa este juego es posible que te guste nuestra Guia Diablo 3. Ahí encontrarás soluciones a la mayoría de problemas que se te plantean. Échale un ojo.
Hay juegos que viven en un universo paralelo, juegos que no entienden de géneros o modas pasajeras. El reciente Max Payne 3 es uno de ellos. Han pasado bastantes años desde la segunda parte y pese a ello, no ha cambiado un ápice de su esencia y su mecánica. La intención de Rockstar era hacer un Max Payne, no intentar mejorar la saga, dar un paso adelante ni nada por el estilo; ya sabéis, ese tipo de frases que nos cuelan los desarrolladores y se convierten en titulares en todas las revistas. ¿Para qué tocar una fórmula que vende y gusta a partes iguales? ¿Para qué hacerlo si además aún no se ha explotado lo suficiente como para que llegue a cansar?
Este es el caso de Diablo III. Hace casi 12 años apareció su predecesor, un título que no tardó en convertirse en un juego atemporal, un fenómeno de masas que consiguió enganchar a una cantidad de jugadores masiva con un juego aparentemente sencillo y repetitivo. Pero, ¿qué tiene Diablo que hace que dejemos a un lado nuestra vida y la pongamos en manos de un maltrecho PC? ¿Cómo es posible que un juego aparentemente tan de género, tan dirigido a un público concreto, sea capaz de unir a gente de todas las edades, alturas, colores y planetas? - porque seguro que en otros planetas también juegan a Diablo.
Realmente no lo sé, lo único que sé es que llevo cinco días sin soltar el ratón y aun habiendo terminado el juego, el cuerpo me pide más; más bichos que aplastar, más armas que adquirir, más niveles que subir, más Diablo.
Diablo se resume en dos conceptos: matar y comerciar (¿capitalismo?). El juego básicamente se centra en recorrer mazmorras donde vamos descubriendo el mapa a medida que vamos acabando con hordas de incontables enemigos de todo tipo, desde pequeños insectos voladores hasta gigantes demonios que explotan dejando miles de gusanos que seguirán atacándonos sin descanso. La recompensa para el jugador son los objetos que dejan los enemigos. Como alguien dijo en Anaitgames, los enemigos de Diablo son como un huevo Kinder, nunca sabes qué sorpresa llevan dentro; y es precisamente esa incertidumbre de no saber qué te va a tocar lo que te mantiene enganchado al juego.
"Blizzard tiene claro qué es Diablo y qué quieren los usuarios, y eso es lo que vende"
La lista de objetos es interminable, casi literalmente. Siempre encuentras un nuevo ítem que mejora algún aspecto de tu equipo actual, o que si no te sirve podrás vender al mercader de turno, o mejor que eso, ponerlo a subastar entre los demás jugadores online. Las subastas online son uno de los mayores alicientes del título, podremos comprar o vender cualquier tipo de objeto marcando la cantidad de salida de la subasta y un precio para la compra inmediata, pero no aun contentos con estas posibilidades se te brinda la posibilidad de incluso negociar con dinero real. No hemos podido probar este mercado ya que todavía no está disponible, pero imaginad las posibilidades que tiene, con usuarios creando packs de armas y vendiéndolas al precio que quieran como si fuesen DLC.
Blizzard tiene claro qué es Diablo y qué quieren los usuarios, y eso es lo que vende. Olvidaos de una historia profunda, unos personajes secundarios carismáticos o mini-juegos para hacer más amena la aventura. Diablo es combate y comercio. Así que el argumento es solo una excusa barata para llevarnos de ruta por un mundo lleno de demonios que están deseando recibir su merecido.
Como dijimos antes, ¿para qué cambiar algo que funciona? Así que ni cortos ni perezosos, en Blizzard nos han vuelto a ofrecer cinco clases de personaje: el bárbaro, el mago, el cazador de demonios, el monje y el médico brujo. El cazador de demonios es el más novedoso, junto al monje. El primero se centra en el ataque a distancia con ballestas y demás, mientras que el monje centra su estilo en el ataque cuerpo a cuerpo y la agilidad, siendo capaz de teletransportarse, realizar combos rapidísimos o lanzar patadas voladoras. Aunque no está mal, la verdad es que decepciona un poco encontrar sólo cinco clases - y la verdad sea dicha, tan poco originales.
Los más fieles seguidores de Diablo II ya estarán viendo que todo pinta como antaño. Como mucho se ha simplificado el desarrollo de las habilidades, que ahora funciona con piedras que representan los distintos niveles dentro de cada habilidad, y que se desbloquean llegados a un determinado nivel.
Por lo demás todo sigue siendo igual para lo bueno y para lo malo. Podemos combinar distintos tipos de ataque o poderes administrando a su vez la barra de energía particular de cada héroe. Pese a ser simple y repetitivo sigue siendo exactamente igual de satisfactorio que hace doce años. Diablo sabe lo que hace; conoce sus virtudes y las explota al máximo. Es un título que deja de lado todo el montón de paja a base de eventos secundarios y trillados con los que otros juegos intentan completar sus aventuras. Blizzard va al grano y nos deja solo lo realmente importante y divertido, sin embargo hay algunos aspectos que podrían haberse cuidado un poco más.
Es una lástima que el lanzamiento haya estado empañado por los problemas con los servidores que están dejando a miles de usuarios sin disfrutar del juego que religiosamente han pagado. Evidentemente este tema es más que reseñable, pero esperemos que sólo se trate de un problema pasajero que se solucione en unos días.
El apartado técnico, con un estilo cómic que no acaba de convencer, tiene un toque ligeramente cartoon que recuerda ligeramente a Warcraft o a juegos del estilo; aunque en línea general rinde a un buen nivel, no supone ninguna revolución. Los poblados y las zonas más luminosas enseñan las vergüenzas del juego y si acercamos la cámara al personaje veremos cómo no se han vuelto locos a la hora de poner polígonos. Afortunadamente, las mazmorras y demás zonas de combate lucen bastante mejor gracias a la iluminación o a los efectos de niebla que dan vida a unos escenarios más detallados y completos. Como decimos, técnicamente es correcto pero no sobresale demasiado comparado con juegos como Dungeon Siegue 3. Quizá el apartado técnico se haya limitado para hacer posible que una amplia gama de ordenadores pueda correr el juego sin problemas; aunque de todas formas las diferencias entre jugar al mínimo y al máximo de rendimiento tampoco es visualmente tan llamativa como cabría pensar.
Diablo III es de esos pocos juegos que consigue tenerte sentado delante del ordenador durante semanas, meses, o años; y eso es algo al alcance de unos pocos."Diablo III es de esos pocos juegos que consigue tenerte sentado delante del ordenador durante semanas, meses, o años; y eso es algo al alcance de unos pocos"
Por otra parte, centrándonos en el juego en sí, podemos encontrar una serie de detalles que no concuerdan con el peso del título y que son responsables de que el título no llegue a la perfección, que yo por lo menos esperaba. Son detalles que a otro juego se le podría perdonar, pero que viniendo de un juego tan esperado como este, suponen pequeñas decepciones.
Todo personaje tiene un estilo de combate pero no por ello se ciñe a un solo tipo de arma, por ejemplo, podemos equipar a un mago con espadas. Sin embargo, el personaje no se adapta al arma equipada y sigue atacando con la misma animación independientemente del equipo, por lo que nos encontramos a un mago con dos espadas que solo sirven de adorno ya que no le veremos dar ni un sablazo; o el monje, que seguirá enlazando puñetazos y patas aunque se le equipe con sables.
Otro aspecto a mejorar es el ajuste de la dificultad. Como ya hemos dicho la partida puede resultar más o menos difícil según el personaje y no solo eso, sino que también encontramos algunas habilidades que son mucho más útiles que las demás posibles, propiciando que desbloqueemos una habilidad poderosa y no usemos las demás ya que son objetivamente inferiores. Quizás se deberían haber ajustado mejor las habilidades de todos los personajes para incitar al jugador a probarlas todas, o a buscar su propio estilo de combate, no empujar al jugador a usar el poder más devastador en todo momento. Además, la inclusión de los corazones de vida no acaba de cuajar ya que si nos equipamos con objetos que potencien la aparición de estos objetos y su valor, la aventura se puede convertir en un paseo donde no necesitaremos usar pociones de curación o habilidades de sanación, ya que en todo momento estaremos recogiendo la salud gratis que nos "regalan" los enemigos.
Para cerrar el apartado de posibles mejoras, contamos con unos jefes finales bastante simples, a los que derrotar es una cuestión más de tiempo que de habilidad. No habría estado demás dotar a estos enemigos de unas mecánicas más complejas o unos ataques más poderosos y vistosos, además no son muy numerosos.
Ya son varios días los que llevo enganchado a Diablo III, y pese a algunos detalles que podrían haber completado un título totalmente redondo, el juego sigue siendo tan divertido y adictivo como siempre. Cada partida se convierte en una nueva aventura gracias a la generación aleatoria de mazmorras, encontrar objetos únicos sigue suponiendo motivo de euforia y la casa de subastas nos anima constantemente a lanzarnos a recolectar nuevos objetos. Diablo III es de esos pocos juegos que consigue tenerte sentado delante del ordenador durante semanas, meses, o años; y eso es algo al alcance de unos pocos.