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Análisis de Disgaea 7: Vows of the Virtueless - El irreverente RPG táctico vuelve a estar en forma

Mucho más que una victoria Pirilika.

Eurogamer.es - Recomendado sello
Disgaea 7 se recupera del tropiezo de su anterior entrega con un RPG táctico ejemplar que incluso saca partido a defectos del 6.

Pese a que la última actualización del artículo data de hace una década, no hace ni una semana del mensaje de agradecimiento más reciente recibido por la Guía de Inicio a Disgaea que publiqué en esta web. Esta saga de RPG tácticos cuenta con varios de mis juegos favoritos pero debido a su fama de impenetrable (hasta cierto punto merecida), quise desgranar su funcionamiento para facilitar el acercamiento a más gente. Esa pasión por Disgaea se había visto correspondida entrega a entrega con sistemas más complejos, situaciones más divertidas y números de daño aún más absurdos… hasta el desacertado traslado a las 3D que supuso Disgaea 6, sin duda el punto más bajo de la franquicia. Esa decepción me hizo afrontar la llegada de una séptima entrega con tantas esperanzas como cautela.

Un brevísimo resumen de cómo funcionan los Disgaea antes de entrar en materia para quienes no se hayan acercado a la saga: se trata de un serie de RPG tácticos por turnos caracterizados por un tono paródico que impregna las tramas y a los personajes pero también a los sistemas de juego, con números de daño que crecen hasta el absurdo o mundos con niveles aleatorios escondidos en todos y cada uno de los objetos del juego. Se dividen en dos partes bastante claras: una campaña con niveles diseñados a mano con cierto componente de puzle y un post-game que deja volar la faceta más caótica del juego con niveles aleatorios y desafíos de enorme dificultad que requieren de un gran conocimiento de los sistemas del juego.

Disgaea 7: Vows of the Virtueless nos traslada a un nuevo Netherworld, en este caso con ambientación basada en el Japón feudal. Pirilika, milmillonaria CEO de una empresa y fanática del código bushido, aterriza allí con la esperanza de vivir la auténtica experiencia de Hinomoto, pero se encuentra con una tierra alejada por completo del honor. Decidida a aprovechar su dinero para restaurar el bushido, se cruza con Fuji, un socarrón guerrero alérgico a la empatía que se unirá a Pirilika con la única intención de saldar una deuda de cien millones de HL. En su camino descubrirán que el responsable de la desaparición del bushido tiene más que ver con ambos de lo que se piensan.

Sobre Disgaea 7 pesa la inevitable losa de una sexta entrega decepcionante en prácticamente todos los aspectos: el grupo menos carismático de la saga, un diseño de niveles de la campaña simple y aburrido, sistemas que invitaban al jugador a abandonar el control del personaje, un rendimiento atroz… Me alegra traer buenas noticias: en esta entrega se han corregido todos estos errores, se han reaprovechado algunos aciertos de la primera entrega tridimensional de la saga y se ha crecido incluso desde el puro punto de vista cuantitativo, ya que Disgaea 7 recupera multitud de clases que de forma inexplicable no aparecían en D6.

Como es habitual en la saga, la trama de la campaña es una excusa para llevar a un variopinto grupo de personajes de baja catadura moral por situaciones graciosas que en esta ocasión aciertan más a menudo con su humor, en particular cuando visitan un inframundo de especuladores que revenden objetos de valor, pero toma un cariz algo más serio en su recta final. El plantel al completo no destaca de forma especial dentro de la serie (ni para bien ni para mal), pero la pareja protagonista en particular logra ganarse el cariño del jugador gracias a su contraste de perspectivas inicial y la manera en que se terminan complementando.

Tras los sosos niveles de Disgaea 6 es un gusto volver a niveles que aprovechan bien las alturas, la disposición de los enemigos y los Geo Panels -casillas del mapa cuyas propiedades se pueden alterar colocando bloques, por ejemplo para reducir el rango de movimiento o aumentar los ataques aliados- para crear encuentros interesantes. Como única nota negativa, se aprecia una cierta pérdida de complejidad con respecto a otras entregas de la saga en el tramo inicial, probablemente con el objetivo de servir mejor como tutorial de las mecánicas a quienes no han tocado un Disgaea en su vida. Sigue teniendo niveles muy ingeniosos con el uso de los Geo Panels (como un combate de “ping-pong”) pero tarda un rato en escalar el desafío y prefiere reservarse ciertos retos para el post-game.

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Ciertos cambios positivos del Disgaea 6 que pasaban sin pena ni gloria en una maraña de niveles mal diseñados y dificultad desequilibrada cobran importancia renovada en Disgaea 7. El Juice Bar, una funcionalidad que permite acumular experiencia extra tras los combates para dársela libremente a cualquiera de nuestras unidades, permite corregir los habituales desajustes de experiencia que tienden a surgir en Disgaea entre las unidades más activas y las que mueren más fácilmente. Quizá sea una sensación personal, pero también me ha parecido que las unidades tradicionalmente más castigadas por su sistema de XP (healers en particular) suben aquí de nivel de manera más natural con respecto a las clases más agresivas simplemente dedicándose a realizar sus acciones habituales.

Dicho esto, no se me ocurre mejor ejemplo del vuelco que da D7 a los fallos de D6 que el autocombate. En la anterior entrega se introdujo un sistema que permitía dejar a la IA jugar por nosotros y llegado cierto punto uno se preguntaba por qué dedicar tiempo al juego: el sistema era tan efectivo y veloz que en muchas ocasiones resultaba contraproducente jugar los niveles de la campaña de forma manual. En D7 se ha mantenido cierta forma de autocombate, pero ahora tiene un sistema de instrucciones parecido a los gámbitos de Final Fantasy XII para darle complejidad, tiene un límite de turnos que se incrementa resolviendo niveles de forma manual para evitar su abuso y solo se puede usar en mapas de la campaña que ya hemos superado. Es decir, es un sistema genial para grindear niveles o farmear objetos pero no se puede pasar el juego por nosotros. Además, en cierto nivel se introduce como actividad opcional el “Demon Shoji”, un minijuego inteligente en el que solo podemos jugar con la IA y tenemos que optimizar sus instrucciones para poder superar los niveles.

El nuevo juego de Nippon Ichi Software no es un reinicio que obvia la sexta entrega, sino un regreso a la buena forma que dedica esfuerzos a analizar de forma crítica los problemas que tenían los sistemas de D6. Es un mejor juego por ello: salva lo que había que recuperar, elimina lo que no tenía cabida, mejora lo que tenía potencial para crecer. Tras empezar a jugar con la respiración contenida, al final pude relajarme y disfrutar de una de mis series favoritas. Aún necesitaré un tiempo para colocarla en mi top personal, pero parece que esta saga aún tiene espacio para crecer.

Hablando de crecer, una de las mecánicas nuevas de Disgaea 7 es la “Jumbification”, que permite convertir a uno de nuestros personajes en un gigantesco monstruo que golpea a múltiples enemigos con ataques devastadores. Se activa cuando nuestro grupo ha recibido cierta cantidad de daño, así que su función principal es darle la vuelta a los combates. La contrapartida es, por supuesto, que los enemigos pueden usarla también y atacar directamente a nuestro gigante para reducir los tres turnos de los que disponemos habitualmente. Aunque permite acelerar algunos combates (sobre todo contra enemigos de nivel superior), no introduce excesiva complejidad y solo es útil de verdad con un par de PJ; no me extrañaría que se dejara de lado en futuros Disgaea.

En cambio, el Hell Mode que pueden activar los personajes principales de la party sí es un recurso útil, introduciendo habilidades únicas para los miembros principales de nuestro equipo a medida que avanzamos en la historia. Este modo nos permite desbloquear pasivas especiales y ataques únicos que permiten cambiar las tornas de una manera más sutil y elaborada. A pesar de la limitación de que solo se aplica a los personajes de la historia, sí se aprecia como una mecánica para darle más vidilla a los combates con estrategia y no con fuerza pura y dura.

Disgaea 7: Vows of the Virtueless encauza de nuevo la saga de irreverentes RPG tácticos con una entrega que no se limita a eliminar todo lo que no funcionaba en D6, sino que se fija detenidamente en sus errores para encontrar nuevos caminos por donde avanzar. En conjunto no tiene el grupo de personajes más carismático de las siete entregas principales, pero la divertida química entre Pirilika y Fuji levanta gran parte de una campaña principal que acierta con mejor ojo en su humor. Sobre esta base sí se puede construir un futuro con 9, 999 o 999.999 nuevos Disgaea.

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