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Análisis de Dr. Luigi

Paracetamol y mucha agua.

El año de Luigi está extendiéndose más de la cuenta, y da la sensación de que Nintendo quiere hacer crecer la fama del hermano de Mario exponiéndolo en exceso tanto en juegos nuevos como en reediciones que intentan maquillar antiguas fórmulas. Es posible que recuperar un juego como Dr. Mario, lavarle la cara con jabón y sustituir al protagonista por su hermano Luigi sea una forma de reivindicar de nuevo el amor que Nintendo siente por la inamovibilidad y las viejas glorias, pero también es bastante probable que, como esas cápsulas que descienden inexorablemente por la pantalla, el interés del jugador que busca nuevos platos que llevarse a la boca caiga y caiga y caiga hasta desaparecer por completo.

Dr. Mario ha sido por tradición un juego más metódico y menos complejo que muchos de sus compañeros de género, como Tetris, y quizá en parte ahí resida el gran éxito que cosechó a principios de los noventa: el juego giraba entorno a un concepto muy simple - unir filas o columnas de cuatro piezas del mismo color encima o alrededor de las bacterias para hacerlas desaparecer - y nos presentaba a un Mario con bata y estetoscopio, como nunca antes lo habíamos visto. La aceptación por parte del público tuvo que ver con que la palabra Mario apareciera en el título, seguro, pero su estela no hubiera llegado hasta nuestros días si el juego creado por Gunpei Yokoi no hubiese demostrado sostenerse sobre una fórmula incombustible y muy adictiva, perfecta para entretenerse en esos momentos muertos.

Vuelven los temas clásicos remasterizados, y lo hacen para quedarse: las melodías de Dr. Luigi son de esas que siguen revoloteando por nuestra cabeza incluso días después de haber jugado.

"Dr. Luigi es divertido, pero representa un poco todos esos baches que Nintendo parece no saber, o no querer, sortear; es un juego que pretende recuperar glorias pasadas manteniendo una fórmula que apenas sufre cambios y cuyo precio es excesivo para lo que tiene que ofrecer."

A pesar del cambio de nombre Dr. Luigi sigue siendo ese viejo amigo que recordamos con cariño: un puzle de corte clásico en el que debemos eliminar bacterias de distintos colores uniendo piezas de su mismo color, horizontal o verticalmente. El juego recupera el modo clásico en Retroterapia y ofrece un soplo de aire fresco con L de Luigi, donde debemos controlar cápsulas con forma de L y lidiar con el cambio de estrategia que ello conlleva; se desprenden más opciones a la hora de afrontar los niveles y es esencial planificar cada uno de los movimientos para desencadenar los tan necesarios combos, pero debido a que es más lento y menos frenético resulta algo más fácil que los demás modos. Es una forma distinta de enfocar el juego, y requiere más maniobrabilidad. Bactericida, por otra parte, se aprovecha de las funciones del GamePad para controlar las cápsulas que caen mediante la pantalla táctil, que van aumentando en número a medida que pasa el tiempo, e incluso podemos cambiar la orientación de la pantalla para usar el mando en posición vertical. En cada uno de estos modos, además, podemos elegir si competir contra la CPU, hacerlo con un amigo o buscarnos la vida en solitario.

Donde Dr. Luigi cobra un nuevo sentido y sí consigue ampliar de forma considerable la experiencia es en el modo online, en el que podemos competir con otros jugadores para ver quién tiene más maña a la hora de eliminar bacterias. Podemos decidir si enfrentarnos a oponentes al azar o unirnos y organizar un duelo contra amigos y más tarde comprobar nuestra puntuación en los marcadores. También resulta esencial para jugadores noveles la opción de poder ajustar la velocidad de las cápsulas o el nivel de dificultad antes de cada partida, y la competitividad abre nuevas posibilidades gracias a las piezas con forma de L - no solo sirven para crear cadenas de combos, sino que también pueden sepultar nuestra racha con piezas que quedan inservibles y que después resultan más complicadas de eliminar. En ese aspecto Dr. Luigi es un juego altamente configurable que resulta adecuado para todo tipo de jugadores, y es harto recomendable experimentar con todas las opciones para encontrar la experiencia más adecuada a cada uno. El resultado puede ser considerablemente distinto.

Jugar solo es muy entretenido, pero donde Dr. Luigi saca a relucir todo su potencial es en los duelos con un amigo. Suponiendo que encontremos un rival a la altura, claro.

Tiene sus puntos fuertes, pero resulta significativo que a pesar de la intención de la desarrolladora Arika por dar una vuelta de tuerca a la fórmula lo que termina quedando en la memoria del jugador es, precisamente, lo viejo y conocido, y los modos nuevos no pasan de añadidos con los que distraerse entre partida y partida. Dr. Luigi es divertido, pero representa un poco todos esos baches que Nintendo parece no saber, o no querer, sortear; es un juego que, de nuevo, pretende recuperar glorias pasadas manteniendo una fórmula que apenas sufre cambios, o al menos no cambios considerables o significativos, y cuyo precio es excesivo para lo que tiene que ofrecer. Si sabes lo que hay y buscas un juego de puzles distinto y con un ritmo más pausado que otros representantes del género Dr. Luigi puede ser el remedio que buscas para el aburrimiento, pero la excesiva confianza de Nintendo en su pasado ya empieza a chirriar.

6 / 10

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