Análisis de Ereban: Shadow Legacy - Con sigilo, pero haciendo mucho ruido
A ver si te a-sombra.
El sigilo siempre ha estado presente en los videojuegos. Y en el debate, también, porque su presencia suele polarizar. Hay quienes detestan este tipo de misiones porque prefieren desatar adrenalina con momentos de acción. En otro lado, hay quienes disfrutan de esa emoción incontrolable de tener que analizar un escenario en el que estamos en minoría, tragar saliva y agudizar el ingenio para escabullirnos por cualquier recoveco posible para alcanzar el objetivo encomendado sin que salten las alarmas y un montón de almas vengan directos a acabar con nosotros solamente por estar en el lugar equivocado. Hay sagas que han basado su éxito en esta premisa, que tal vez en los últimos años esté en desuso en pos de otros estilos más frenéticos y con un impacto satisfactorio inminente. Vivimos en la época de TikTok, no en la de pararnos unos segundos para observar; por eso resulta meritorio y valiente que el estudio barcelonés Baby Robot Games haya optado por estrenarse en esto de los videojuegos con un título que se basa en la infiltración y el sigilo. Porque cuando más juegos evitan este recurso o lo utilizan solo para aportar una mayor sensación de variedad en sus diseños, Ereban: Shadow Legacy nos insta, constantemente, a ser una sombra que nadie debe detectar.
Hay muchas formas de analizar lo que consigue este juego simplemente observando, tal y como hace su protagonista para alcanzar su destino. Para eso se necesita inteligencia, temple y ser consecuentes con los recursos disponibles. He visto muchos estudios noveles convencidos de crear el mejor juego de la historia en su primera tentativa, pero esas ganas de comerse el mundo, esa ambición, si es desmedida puede acabar jugando en contra. Afortunadamente esto no ocurre con Ereban: Shadow Legacy, que optimiza lo que tiene y lo sabe ofrecer de forma fantástica. Se mantiene en sus ideales por diseño, pero también lo hace probablemente para gestionar recursos.
Crear un juego de sigilo tiene sus riesgos, porque puede no resultar atractivo para una buena parte del público. Limitas tu target y eso puede ser una tentación para añadir elementos de acción con el objetivo de contentar a cuantos más usuarios mejor. No es tan sencillo y, por eso, hemos visto muchos juegos estrenarse y estamparse por querer abarcar mucho más de lo que pueden con los elementos con los que cuentan. Aquí, en cambio, se consigue mantener una línea notable y constante, sin esas declaraciones de intenciones, de intentar volar demasiado cerca del sol, que acaban desembocando en altibajos que, en muchos casos, pueden generar frustración.
Esta solvencia que no asombra, pero sí es más que suficiente para mantenernos absortos desde el principio hasta el final, llega desde varios frentes. Por un lado, el narrativo, que nos cuenta la historia de Ayana, la última de los Ereban, una raza desaparecida que destaca por la posibilidad de moverse con libertad por superficies sombrías. Su mera existencia supone un punto discordante entre una megacorporación energética que quiere incrementar su poder a toda costa y una facción de insurgentes que quieren abalanzarse contra ellos para evitarlo. Por el camino iremos desentrañando una enigmática trama con elementos místicos, carisma y una manida, pero necesaria metáfora de concienciación. Aunque pueda parecer baladí, sorprende positivamente la escritura y el carisma tanto de la propia Ayana como de otros personajes secundarios que nos encontramos por el camino, que son capaces de ironizar y sacarnos una sonrisa por medio de un humor tontorrón, que sirve como desahogo al trasfondo deprimente que ofrece el marco post-apocalíptico en el que se desarrolla este viaje.
Lo importante, lo perenne mientras estamos a los mandos, es la idea de pensar en lo que hacemos cuando estamos en las sombras. La habilidad de Ayana le permite desaparecer, de alguna forma, siempre que no haya luz solar o artificial en el escenario. Es una mecánica que os resultará bastante familiar si habéis jugado a Splatoon, ya que es de donde procede su inspiración, y que hay que usar a favor para movernos por los escenarios sin ser detectados o para acabar con los enemigos, generalmente unos robots perfectamente programados para acabar con nosotros con tan solo un golpe. Por tanto, y como se ha dejado caer con anterioridad, no esperéis combates ni batallas contra imponentes jefes finales. Probablemente mejor así, porque de otra forma sería difícil mantener la consistencia que ofrece.
No por ello esperéis que la protagonista carezca de opciones, ya que porta una espada con la que es capaz de atravesar a los enemigos si los pilla por la espalda. A lo largo del juego podremos ir desarrollando sus capacidades por medio de objetos, como minas o señuelos, o mejorando su poder sombrío con nuevas habilidades que nos permitan ser más pragmáticos o incluso poder reaccionar en el caso de ser atrapados por uno de estos malditos trozos de hojalata, realizando un contraataque que da esperanzas y opciones cuando pensamos que era el fin. Ereban también te incita a ser mejor; sus 8 niveles no son demasiado largos y, aunque hay algunos algo más amplios que nos otorgan cierta libertad de decisión y movimientos, en todos ellos recibiremos una valoración final con la que se nos instará a hacerlo todo perfecto (y a no matar a ningún humano) si queremos conseguir el rango más alto. Una tarea encomiable, ya que evitar ser detectado es mucho más complicado de lo que pueda parecer.
Ese particular poder no solo se utilizar para sacar partido a la hora de dar esquinazo a los centinelas, sino también para otros sectores bastante gratificantes donde las zonas de plataformas y algún que otro rompecabezas con destacados diseños nos harán, de nuevo, observar. Desde tener que activar una serie de ventiladores para cruzar un amplio trecho aprovechando las sombras que proyectan en la pared o tener que transportar una batería hacia un generador que se cae cuando nos adentramos a las sombras, lo que nos hace salir de la zona de confort y pensar cómo hacerlo de una manera más tradicional, sin olvidar algún que otro rompecabezas de exploración y lógica que saca rédito a todas estas particularidades en la recta final de la aventura. La obra se sustenta en todo momento en su eje principal, que es el de sumergirnos en las sombras, lo que hace que no tardemos en interiorizar su oferta y en aplicarla con soltura para avanzar sin darle la más mínima oportunidad de aparecer a la frustración.
Ereban: Shadows of Legacy es un estreno en el que se aprecia una sorprendente madurez. Uno que no renuncia a la ambición, sino que la mide al milímetro, y así consigue que no haya nada que se le pueda reprochar. Una inversión de futuro que, a buen seguro, les brindará más recursos para que pronto puedan ir a más.