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Análisis de Indiana Jones y el Gran Círculo - Para quitarse el sombrero

El Indy del año.

Eurogamer.es - Imprescindible sello

MachineGames ha reescrito la historia de Indy apostando por un concepto arriesgado con la primera persona como bandera y con una imperante personalidad de immersive sim. No podía haber salido mejor.

Cuando se adapta una obra a un medio diferente al de su concepción original, suelen quedar resquicios por el camino que llevan a que se pierda fuerza y esencia. En gran parte, esto ha ocurrido porque muchas de estas adaptaciones se han realizado a machetazos para que el medio en cuestión las hiciera suyas, y eso ha acarreado, durante bastante tiempo, que las películas basadas en videojuegos y viceversa fueran, por lo general, experimentos fallidos. Afortunadamente, eso parece estar cambiando radicalmente durante los últimos años, con muchos títulos que lo demuestran. Indiana Jones y el Gran Círculo es otro grandísimo ejemplo que, además, tiene un mérito enorme, porque lo han hecho partiendo de una base de diseño en la que se han tomado riesgos creativos que han generado discusión e incluso cierto descontento en una parte del sector. Aunque ahora podemos decir que, con el mando en las manos, todo acaba cobrando sentido.

MachineGames se ha ocupado de trasladar las aventuras del arqueólogo por excelencia. Darle las riendas del proyecto al estudio sueco no ha sido por casualidad, ya no solo por su experiencia con la saga Wolfenstein, donde demostraron su talento, sino más bien por su pasado; el núcleo principal del equipo formó parte de la Starbreeze más brillante que nos dejó títulos como Las Crónicas de Riddick: Escape from Butcher Bay o The Darkness. Este nuevo juego de Indy bebe mucho de aquellos títulos que, por cierto, también eran adaptaciones de otros medios, en primera persona y buenísimos.

Probablemente, la decisión más sencilla hubiera sido la de elegir el camino más fácil y apostar por una vía más comercial, siguiendo el camino de marcas exitosas del sector como Uncharted o Tomb Raider, sagas claramente concebidas para ser “los Indiana Jones del videojuego”. Títulos fantásticos y divertidísimos en los que predomina la acción, los tiroteos con coberturas y las explosiones. Pero Indy no es solamente eso y es algo que se refleja muy bien en esta aventura. Hay momentos de acción épicos, desde luego, con persecuciones y escenas de acción a bordo de aviones que nos dejan sin aliento. Pero, durante la mayor parte del tiempo toca investigar, explorar, resolver puzles y, por el camino, por supuesto, acabar con unos cuántos nazis, aunque para ello haya que recurrir constantemente a métodos no demasiado ortodoxos.

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Indiana Jones y el Gran Círculo es una constante oda a la improvisación. A tratar de pensar en todo momento como lo haría el bueno de Indy. Y ese es uno de los principales motivos por los que la polémica decisión de la perspectiva usada para la cámara en esta ocasión ayuda enormemente a favorecer el componente inmersivo. Porque aquí se huye de un enfoque cinematográfico escriptado para tener capacidad de decisión. La estructura de la propuesta es más cercana a la del subgénero de los immersive sim que a una obra de acción más convencional. Eso consigue adherir un toque especial a la propuesta que atrapa desde un arrollador principio que, además, es un homenaje a uno de los momentos más inolvidables de la primera trilogía cinematográfica, por lo que también sabe apuntar al corazón de los fans desde el primer minuto.

También podríamos decir muchas cosas buenas a nivel argumental, donde aparece esa esencia ochentera que impulsó al personaje en la época y que había quedado ligeramente desguarnecida en las últimas entregas en las que la fiereza de Hollywood exprime al máximo las rodillas del bueno de Harrison Ford. Aquí le vemos con un aspecto más joven que ayuda a evocar esos tiempos, como también lo hace un reparto bastante competente, con el acompañamiento de Gina o la presencia de Emmerich Voss, un fantástico villano, arqueólogo del Tercer Reich, al que tendremos que perseguir por todo el mundo para tratar de llegar primeros a encontrar una serie de artefactos que pueden poner en jaque la estabilidad mundial.

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Image credit: MachineGames/Bethesda

La clave a la hora de progresar en el juego es aprovechar cada porción del terreno. A Indiana cualquier cosa le puede servir para llevar al siguiente objetivo marcado. Por eso, es muy importante escudriñar el escenario para tener una noción de lo que tenemos a nuestro alrededor. Primero, claro, la ubicación de los enemigos y sus movimientos para acabar con ellos e inmiscuirnos en sigilo para evitar que den la voz de alerta y se complique la situación.

Aquí es donde aparece lo que se podría considerar como uno de los principales defectos del juego, que es la IA enemiga; tardan bastante en vernos incluso a no mucha distancia y al poco tiempo se olvidan de que habían visto algo sospechoso. Aunque también es cierto que son nazis, por lo que tal vez tiene sentido el hecho de que no sean muy inteligentes. Y también forma parte de la idiosincrasia de la marca, que no se olvida del sentido del humor y de situaciones surrealistas que nos sacan una sonrisa. La infiltración aquí, gracias a todo esto, no resulta muy exigente y encaja en todo momento con el marco ambiental, llevando a que incluso haya momentos en los que tenemos que equiparnos con distintos disfraces para pasar desapercibidos, al más puro estilo Hitman.

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Image credit: MachineGames/Bethesda

En el caso de que nos detecten, hay muchas opciones. La primera, claro, es liarnos a puñetazos, donde tampoco hay demasiado que comentar al respecto más allá de que cumplen y que tenemos una suerte de parry para bloquear ataques o un movimiento de esquiva. Quizás se abusa de este tipo de enfrentamientos a la hora de hacer frente a los tres o cuatro bosses que nos encontraremos en el juego, con batallas cumplidoras sin más, que cuestan de dominar porque es un recurso que no se usa demasiado en la aventura de forma continuada.

Volviendo a la exploración por escenarios y a los momentos más intensos, también podemos agarrar cualquier objeto contundente del escenario como palas, hierros o hasta sartenes para asestar golpetazos atronadores para noquear a nuestros adversarios que hasta duelen solo con el hecho de ver o escuchar su ejecución. Sin olvidar que también resulta muy gratificante dar empujoncitos para mandar al abismo a quien esté curiosamente asomado a un precipicio o, por supuesto, usar el látigo para desestabilizar o atraer a los enemigos a una posición más cercana. Claro, que Indy también porta una pistola que podemos utilizar en cualquier momento, o tomar prestadas las de los enemigos caídos y sacar partido de un más que satisfactorio gunplay marca de la casa. Lo cierto es que el juego te invita en todo momento a que ese sea el último recurso, pero de nuevo es una opción más a la que quizás haya que recurrir en momentos complicados.

Esta libertad dirigida que encontramos también tiene mucho sentido a la hora de aquellos que quieran exprimir al máximo este viaje con Indy. Visitamos varios lugares a lo largo del juego pero hay tres en concreto, Vaticano, Egipto y Tailandia, que tienen una estructura más amplia, permitiéndonos movernos con libertad para encontrar secretos, misterios o coleccionables en algunas de las misiones secundarias que podemos completar. Son más testimoniales que otra cosa pero ayudan a incrementar la experiencia de forma considerable. Y a mejorar al personaje con, por ejemplo, los libros que encontremos, que nos ayudarán a mejorar estadísticas de fuerza o salud o incluso a desbloquear alguna habilidad extra, como poder tener una segunda oportunidad si caemos en combate y somos capaces de alcanzar nuestro sombrero. No es el contenido extra más interesante de la historia pero cumple su función y satisfará por completo a quienes quieran que el viaje dure lo máximo posible.

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Cuanto más viajemos por el mundo, más podremos deleitarnos con el excelente trabajo técnico que se ha realizado gracias al idTech. No nos echaremos las manos a la cabeza por sus gráficos impresionantes, pero destacan sobremanera elementos como las expresiones faciales de los personajes, especialmente el rostro de Indy que muchas veces habla solamente con sus gestos. Así como el fabuloso diseño artístico del equipo de MachineGames a la hora de recrear templos, tumbas y pasadizos secretos repletos de escorpiones, con el detalle de una fabulosa iluminación que juega un papel muy importante en todo momento y que nos deslumbrará con realismo cuando encontremos un recoveco o podamos salir, por fin, al exterior. Nada malo que decir salvo la presencia puntual de algún que otro bug.

Indiana Jones y el Gran Círculo es un juego para quitarse el sombrero. Cuenta con todo lo que los fans esperarían e incluso con bastantes ingredientes para que se metan de lleno en su mundo quienes no sean demasiado conocedores del personaje. Mantiene un grandísimo nivel en todos sus apartados, con una buena historia, un combate que ofrece diversas posibilidades y un desarrollo valiente, que rubrica ese estilo tan único propio de los immersive sim, y que dota de una personalidad imponente a todo el conjunto. Al final es optar por la salida más difícil, como el propio Indy cuando encuentra un objeto misterioso y sabe que probablemente todo a su alrededor se va a derrumbar. MachineGames, pese a conocer las adversidades que iba a tener su decisión, han conseguido salir a la luz. Y vaya si brilla.

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