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Análisis de Kinect Sports Rivals

Todos quieren ser los campeones.

Si uno tuviera que puntuar este juego según su capacidad para trasladar la experiencia real al salón de su casa no me cabe duda de que sería mucho mejor recibido. En mi primera partida sudé la camiseta, grité en un lenguaje casi incomprensible, celebré con pasión las victorias, lamenté con gritos mis derrotas e incluso insulté un par de veces a la pantalla. Casi como en cualquier deporte.

Kinect Sports Rivals continúa directamente desde las bases que Kinect Sports y Kinect Sports: Segunda Temporada asentaron en Xbox 360, y tampoco se molesta demasiado en ocultarlo. Sí es cierto que, además de algunas pruebas nuevas, ahora tenemos a nuestra disposición un Kinect 2.0 mucho más preparado -en principio- para trasladar nuestros movimientos al juego con precisión, pero cuanto antes aceptemos que el legado de la "nueva" Rare bebe directamente de estas dos entregas anteriores y no de nada remotamente similar a las franquicias de sus tiempos gloriosos antes entraremos en el flow del juego. Y aquí es donde puede haber unas cuantas sorpresas.

Para empezar, el sistema nos pide que realicemos una pequeña reverencia ante el dispositivo de control por movimiento de Microsoft con el fin de "leer" nuestra cara y crear un avatar con el que vernos reflejados en las pruebas y en la historia que acompaña al juego. El primer contacto con Kinect no es excesivamente bueno: Si bien es capaz de recrear con más o menos fidelidad a gente que posee rasgos físicos llamativos como una barba frondosa o un color de pelo destacado, aquellas personas que somos más o menos corrientes nos encontraremos con un ejército de clones que no terminan de convencer ni con los retoques que podemos hacerle posteriormente.

La historia hace también un flaco favor al resto del contenido. La parte del tutorial protagonizada por un trasunto entre general y profesor de gimnasia odioso conocido como "Entrenador", en la que escuchamos arengas militares con un extraño aroma a fragmento dirigido por Michael Bay, da paso a una historia de competición entre tres equipos: la Legión Águila, la Red Víbora o el Clan Lobo; cada uno de ellos, como sucedía en la legendaria película The Warriors, con uniforme propio y una personalidad marcada por la banda a la que representan. Unirte a uno de ellos es el objetivo final, pero más allá de soportar cinemáticas obligatorias plagadas de juegos de palabras ridículos y carentes de ningún tipo de profundidad la única motivación debería de ser aprender bien los mecanismos de juego de cada prueba y obtener algún traje decente con el que personalizar a nuestro protagonista.

Ambas cosas no dejan de ser añadidos que distraen de lo que verdaderamente importa, y eso son las pruebas. Aquí es donde empiezan las sorpresas de las que hablaba previamente, ya que aunque ninguna destaca en exceso por su originalidad -tres de ellas ya las habíamos visto antes, y las otras tres no son tampoco demasiado vistosas- resulta difícil no pasárselo bien al jugarlas, ya sea solo o con compañía.

"Sería injusto cargar toda la culpa al juego cuando es el propio Kinect el responsable de muchos de estos errores."

En una categoría inicial, que podría representar el oro por agrupar a las más acertadas y divertidas, nos encontramos tanto los bolos como la carrera de motos de agua, aquí bautizada como Carrera de Estelas. La primera modalidad es ya una vieja conocida, pero resulta altamente gratificante por lo bien que funciona y por ofrecer la posibilidad de participar hasta cuatro jugadores sin necesidad de pantalla partida. La segunda, por otro lado, consigue que un control simple basado en cerrar el puño para acelerar y manejar un manillar invisible para girar, además de contar con un par de gestos con el cuerpo para realizar piruetas y tomar mejor las curvas; responda a la perfección y consiga hacernos creer, aunque sea por un instante, en las posibilidades del control gestual frente al mando.

En nuestra categoría de plata personal nos encontramos con la escalada y el tenis. Del tenis poco hay que decir, ya que salvo unos gráficos mejorados y un ligero escarceo con mecánicas más exigentes y profundas que las vistas anteriormente poco añade a su predecesor en la anterior consola de Microsoft o al equivalente de Nintendo en Wii. La escalada, en la que cerrando la mano tras fijar el apoyo nos impulsamos hacia arriba, no termina de ir todo lo fina que se le puede exigir, pero detalles como el saltar para ganar unos cuantos metros o poder tirar a nuestros rivales hacen que sea una de las pruebas más beneficiadas a la hora de competir contra otro jugador.

Quedan por tanto en el bronce, el de los grandes olvidados, el fútbol y el tiro al blanco. Uno, rescatado de la primera entrega, resulta difícilmente defendible por los numerosísimos fallos de control a la hora de realizar los pases, algo incomprensible si tenemos en cuenta que casi toda la experiencia depende única y exclusivamente del pase y el tiro. El tiro al blanco, quizás el más llamativo por sus posibilidades, acaba siendo el peor de todos por ser el que más claro demuestra los fallos del control gestual debido al temblor constante de la mira y a una automatización tan excesiva del disparo que acaba convirtiéndose en un mini-juego de móvil sin chicha ni gracia.

"Quien se atreva a darle un tiento y consiga traspasar sus barreras de entrada se encontrará en Kinect Sports Rivals un juego divertido, muy apropiado para jugar en grupo y mucho más satisfactorio de lo que quizás se esperaría."

Sería injusto cargar toda la culpa al juego cuando es el propio Kinect el responsable de muchos de estos errores. De igual manera que ocurre con el huevo y la gallina, aquí resulta difícil saber qué fue antes, Kinect o la obra de Rare. Quizás haber diseñado el juego sin necesidad de demostrar todas las funciones del dichoso cacharro -y de tener un salón francamente amplio para ello- podría haber dado lugar a una experiencia mucho más gratificante, en vez de tener que soportar como la cámara simplifica el juego en exceso o, peor aún, lo complica a base de comandos de voz con traducción mejorable (imperdonable el sustituir "turbo" por "impulso de velocidad") o gestos que hacen que sospechemos de su funcionamiento aleatorio. Quién sabe.

Kinect Sports Rivals es por tanto un juego lastrado por fallos propios y ajenos. Aunque no se le puede culpar de aquellas cosas que escapan a su control, tampoco es lógico perdonarle todos aquellos problemas que arrastra casi desde el principio y que sigue sin saber cómo entender, siendo el más grave la falta de inmediatez y los añadidos innecesarios. Quien se atreva a darle un tiento y consiga traspasar estas barreras de entrada se encontrará con un juego divertido, muy apropiado para jugar en grupo -el verdadero motor que alarga la vida útil del juego- y mucho más satisfactorio de lo que quizás se esperaría. Pero el verdadero rival de Kinect Sports y, por extensión, del propio Kinect, sigue siendo él mismo.

6 / 10

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