Análisis de Kirby's Dream Buffet - Kirby por los pelos, party game pero poco
Si no tienen pan, que coman pasteles.
Existe una diferencia evidente entre la imagen que se tiene de las cosas y lo que son las cosas en sí. Aunque los neoplátonicos han podido emocionarse con esta primera frase, hoy no venimos a hablar de ontología: con esto nos referimos a que, cuando algo se vuelve famoso y conocido, la gente comienza a hacerse ideas preconcebidas sobre esa cosa sin conocerlas realmente.
Pongamos por caso un puñado de mascotas. Mickey Mouse, hoy percibido como un personaje dulce y adorable, originalmente era un personaje picaresco, en ocasiones malintencionado, que no era precisamente un ejemplo a seguir. Pikachu es muy mono, pero pretender que siempre ha sido un personaje amable y simpático, amigo de los niños, es obviar su carácter explosivo y caprichoso durante gran parte de la historia del anime de Pokémon. Incluso Popeye no ha comido espinaca alguna hasta hace relativamente poco en su desarrollo como personaje, y si bien siempre ha sido un buen padre para Cocoliso y una fantástica persona con todos quienes le rodean, el ser un personaje articulado o el no liarse a guantazos por menos que mirarle mal es algo tan reciente como el hecho de que coma espinacas.
Como es de esperar ha ocurrido exactamente lo mismo con Kirby. Porque Kirby's Dream Buffet es menos lo que es Kirby, todo lo que ha desarrollado a lo largo de treinta años de videojuegos con salidas sorprendentes y experimentos loquísimos, y más la idea de lo que es Kirby. Colores pastel. Hedonismo cute. Cierta idea de confort basada en la pura estrujabilidad; nada malo puede pasar con Kirby, porque está hecho de amor y algodón de azúcar. Y ahí radica su interés, pero también sus limitaciones.
Si quisiéramos resumir qué es Kirby's Dream Buffet, tendríamos que decir que es un party game claramente inspirado en Fall Guys, pero con un par de vueltas de tuerca propios, algunas opciones extra, y menos recorrido a largo plazo. Por fortuna, no tenemos porqué conformarnos con un resumen.
El modo principal de Kirby's Dream Buffet, el plato principal del juego, es el Grand Prix Gourmet. En esta competición de cuatro pruebas tendremos que medirnos con otros tres rivales para descubrir quién es el Kirby capaz de comer más comida, ganando aquel que al acabar la competición pese más e, idealmente, logre romper la báscula de puro rechonchito. Al respecto de las pruebas, siempre seguirán el mismo orden: una carrera, un minijuego, otra carrera, y para acabar, una pelea todos contra todos. Y precisamente en cada uno de estos aspectos por separado es donde el juego brilla como party game.
Las carreras son eso, carreras. Tenemos que ir avanzando a lo largo del trazado, recogiendo cuantas fresas sea posible, intentando no caer ni que nos tiren al vacío. Si caemos, podemos volver flotando, pero cuanto más grande sea nuestro Kirby, menos tiempo podrá flotar. Algo problemático, ya que también correrá más cuanto más grande sea, obligándonos a mantener un delicado equilibrio entre engordar lo suficiente para rodar lo más rápido posible y no caer al vacío irremediablemente a causa de nuestra propia densidad material. A esto cabe sumar que hay otros alimentos, que cuentan para la puntuación final, y que hay algunas puertas de galleta que debemos romper para avanzar, lo que hace que las carreras sean menos dependientes de la velocidad y más de conocer el trazado y saber cuándo aprovecharlo y cómo. Sobre todo porque, al estilo Mario Kart, hay cajas que nos dan diferentes poderes de transformación que pueden dar una ventaja táctica a la hora de lanzar fuera de competición a nuestros rivales en ciertos momentos críticos.
Los minijuegos, por su parte, son mucho más sencillos. Simplemente estamos en una arena y o bien caen del cielo fresas en determinados puntos o tenemos que derrotar enemigos controlados por la IA para conseguirlos. A su vez, las contiendas son algo similar; en un escenario cerrado y con algunos power-ups desperdigados, tenemos que ir acumulando fresas mientras intentamos tirar fuera a nuestros rivales, y que no nos tiren, para acumular la máxima cantidad de fresas. Juegos sencillos, directos, que producen unos graciosos piques con amigos.
Al final de todo, una bascula nos dirá quién ha ganado en esta particular carrera hacia la masividad, y es aquí donde el juego puede resultar más frustrante. Aunque el grueso de fresas los ganamos en las carreras, los bonificadores por hacer determinadas cosas — comer más ciruelas que nadie, conseguir más power-ups que los demás — y los bonificadores y penalizadores por eliminar o ser eliminados en la contienda son tan grandes, que da la sensación de que la única prueba realmente importante es la contienda. A fin de cuenta, tener un Kirby mucho más grande que los demás no parece dar ninguna ventaja a la hora de eliminar al resto, haciendo que se sienta absurdo esforzarse mucho en las tres pruebas anteriores, cuando el MVP de la última prueba será, casi con total seguridad, el ganador de la competición en su totalidad.
Si todo esto suena extrañamente similar a Fall Guys, solo que sin su lado competitivo, es porque es exactamente eso, incluido el hecho de que podemos personalizar a nuestro Kirby. Según ganamos, o al menos participamos, en los Grand Prix vamos desbloqueando nuevos colores y disfraces para Kirby. Aunque algunos se desbloquean exclusivamente por tener partidas guardadas de otros juegos de Kirby en la consola, el grueso se desbloquean jugando, haciendo que nadie se pueda perder la experiencia de tener un Kirby verde con una hamburguesa de dos pisos por sombrero.
Porque al final del día, lo que más le importa a Kirby's Dream Buffet es ser adorable. Todas las competiciones tienen nombres de postres, todos los escenarios son o dulces o comida basura, nuestro objetivo en las carreras es comernos la tarta más grande antes que nadie y todo tiene un aspecto suave, dulce y blando de un modo tan azucarado, tan exageradamente mono, que casi no parece Kirby.
De hecho, ese es uno de sus grandes defectos. Si cambiáramos a Kirby por animalitos monos rechonchos, por Pikachu, Hello Kitty, o incluso versiones esféricas de personajes de la cultura pop hechos adorables, funcionaría exactamente igual. De hecho, funcionaría incluso mejor en términos de monetización. Es un juego de Kirby porque es Kirby el que está representado, pero ni mecánica ni estéticamente parece particularmente Kirby. No devora enemigos, no se enfrenta a amenazas cósmicas inconsciente de que lo son, no baila de manera adorable y ni siquiera su estética tiene esa delicada mezcla entre lo adorable y lo siniestro que lo hace kawaii. Es Kirby en el sentido de que es adorable, y que Kirby es adorable, pero ahí se acaban los parecidos, porque Kirby también es mucho más que eso. Pero la idea que tiene el grueso de la gente de Kirby es esa, y este juego se basa en esa idea, más que en lo que es el personaje realmente.
Quizás porque es consciente de sus limitaciones, como que se inspira en Fall Guys pero carece de su ingenio y su estupendo diseño y su capacidad de engagement, el juego busca que todo sea siempre accesible de la manera más directa posible. Hasta cierto punto. Hay un modo online, donde podemos jugar tanto con desconocidos al azar como con nuestros amigos creando una partida con contraseña. Se puede jugar multijugador local con otra persona, con los otros puestos ocupados por bots. Se puede jugar en solitario contra la IA en cuatro modos de dificultad. Y por supuesto, podemos jugar a alguna de las pruebas sueltas, pero también probar todas las mecánicas del juego en Rueda a tu bola, un modo libre en el cual puedes probar libremente como va el juego en una tarta de fresa.
¿Pero qué ocurre si queremos jugar con nuestros amigos en local una partida a cuatro? Entonces necesitaremos al menos tres consolas y tres copias del juego, haciendo que su propósito como party game se desvanezca rápidamente al hacer prácticamente imposible que podamos jugar de forma cómoda, rápida y directa con nuestros amigos. Esto hace que no termine de funcionar como party game, pero tampoco como juego festivo con cierto filo competitivo.
Es por eso que Kirby's Dream Buffet es más un juego casual, para matar unas pocas horas, que un juego que pueda tener una vida útil más allá de la curiosidad. Sin mucho contenido, sin un sistema demasiado justo, con un juego local bastante limitado, y con unas mecánicas graciosas, pero sin profundidad, el juego nos ha dado unos estupendos Kirbys gorditos, pero nada más. Como juego no pasa de la mera curiosidad y como juego de Kirby carece de las cosas que nos gustan de Kirby, excepto su propia presencia. Esto hace de él una venta difícil excepto para las personas que buscan un entretenimiento breve y sin sustancia, sin siquiera el dulzor que con tanta mimo han querido representar con ese exceso de postres, y ningún plato principal, que es este Dream Buffet.