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Análisis de Mario Party 9

La fiesta de Nintendo se renueva.

El otro día leía cómo mi compañero Víctor comentaba, muy convenientemente, que había descubierto por ahí una manera de aunar de forma coherente la ingesta de alcohol con una partida a Mario Party, lo que no deja de ser una excusa como otra cualquiera para pillarse un pedal, pero una gran excusa al fin y al cabo. Se trataba de un juego cuya gracia, por supuesto, residía en el hecho de que debía llevarse a cabo en compañía, ya que pretender pasárselo bien ahogando las penas en la soledad de tu habitación es casi tan triste como jugar sin amigos a un Mario Party. Me pareció una buena forma de representar el intrínseco factor social que siempre ha tenido la saga de Nintendo: es algo que, como las borracheras, es mucho mejor vivir entre amigos, y que no se entiende sin ellos.

Las cosas han cambiado desde el flojo Mario Party 8, y Nd Cube ha añadido algunos de las modificaciones más importantes que ha sufrido la saga hasta ahora. Lo que más destaca, y donde se nota el toque diferenciador que ha querido darle el equipo, es que en esta ocasión los personajes, hasta cuatro jugadores, avanzan por el tablero montados en un mismo vehículo. Decimos adiós a las rutas individuales con las que podíamos tomar caminos para llegar antes que los demás a una determinada casilla, un aspecto que aumentaba la estrategia y la sensación de caos. Ahora la cosa ha cambiado, pero a diferencia de lo que podría parecer avanzar al unísono es una característica que fomenta tanto la cooperación como la competitividad, y que da dinamismo a las partidas.

En esencia, cada vez que nos toca lanzar el dado debemos ponernos al volante del vehículo (y ocupar el puesto de 'comandante'), lo que abre un abanico de posibilidades no ya solo para lograr la meta sino para hacerles la vida imposible a nuestros contrincantes. En determinados momentos puedes elegir tomar una ruta u otra, y quizá es conveniente decantarte por la que tiene peor pinta (por las casillas de Bowser, las estrellas negativas o lo que sea) para amargarle el paseíto a quien lance el dado después. Todo el juego gira alrededor de esta nueva mecánica, por lo que constantemente se dan conflictos de intereses: cada uno quiere lograr llegar a la meta a su manera, pero depende de los movimientos y decisiones de los demás.

En esta ocasión los personajes siempre avanzan juntos por el tablero.

"Mario Party 9 está enfocado a que seamos en todo momento más 'jugadores' y menos 'espectadores', lo que logra un mayor equilibrio de todos sus aspectos y se aleja de esa sensación de confusión y embrollo que eran los tableros de los anteriores Mario Party"

El objetivo principal de Mario Party 9 es recoger Mini Estrellas, que están repartidas a lo largo de las casillas del escenario y que sustituyen a las monedas y a las Estrellas de anteriores entregas. Los diferentes tableros creados también han recibido cambios sustanciales: ya no son circulares, al estilo de juegos de mesa como el Monopoly, sino que tienen un principio y un final.

Por otro lado, aunque es difícil encontrar un juego donde importe menos, el estudio se ha esforzado por crear una historia, o por transmitir la sensación de que parece haberla. Cada partida se hace más llevadera gracias a que siempre nos encontramos con un par de enemigos finales, a mitad y a final de tablero, que presentan combates relativamente ingeniosos en los que debemos trabajar en equipo para vencer. Tales enfrentamientos se alejan mucho del desafío, pero sin duda es donde más brilla la originalidad del título. Es por eso, y por unas partidas con más ritmo - gracias a la brevedad e inmediatez de los turnos - que en conjunto es mucho más fluido.

No hay que olvidar que hablamos de una franquicia con once entregas a sus espaldas a lo largo de trece años, y a pesar de lo que opinen los defensores de lo estático e inamovible, los cambios son necesarios para mantenerse fresco. Lo mejor es que en Mario Party 9 estos cambios están bien implementados e incluyen novedades, como los dados especiales, que permiten avanzar dos o más casillas o que giran lentamente para que sepamos a qué le vamos a dar. Es más común tener que usarlos que en otras entregas, por lo que a la hora de lanzar y realizar jugadas el factor estratégico se mantiene muy presente.

Tanto se ha replanteado Nd Cube las cosas que ahora ya no aparece un mini-juego después de que todos los personajes tiren el dado, sino que debemos caer en determinadas casillas o esperar a que el juego, aleatoriamente - un concepto del que Mario Party 9 se nutre muchísimo -, tenga la bondad de quebrar la rutina para desatar la locura multijudagor. En un principio es un poco molesto porque, ya sea por costumbre o por lo quejicoso que es uno, se echa de menos la dosis regular de pique tras las tiradas, pero se las arregla muy bien para que el ritmo no decaiga en ningún momento y aparezcan convenientemente distribuidos. Y para nada los distintos mini-juegos (80 en total) resultan pobres; muchos de ellos son muy ingeniosos y tremendamente divertidos. Sabiamente, la mayoría utilizan el mando de Wii en posición horizontal, como uno de toda la vida, y se deshacen del furor agitador de mandos que ha estado cubriendo un buen tiempo el catálogo de la consola y que el propio Mario Party 8 explotó a conciencia.

Se liman asperezas y se prescinde de detalles innecesarios, pero la esencia sigue siendo la misma. El desarrollo está, como digo, enfocado a que seamos en todo momento más "jugadores" y menos "espectadores", lo que logra un mayor equilibrio de todos sus aspectos y se aleja de esa sensación de confusión y embrollo que eran los tableros de los anteriores Mario Party. Podemos, además, probar cada uno de los mini-juegos desde el principio, por lo que ya no tendremos que jugarlos y desbloquearlos para disfrutar de ellos individualmente. Muchos son variaciones de conceptos ya vistos que no destacan, pero todos están ejecutados con mucha soltura.

La duración de cada tablero depende de varios factores, pero normalmente nos llevará de treinta minutos a una hora completarlos. Esclavizarnos delante de la pantalla tiene su recompensa, ya que acumulamos puntos que podemos gastar para desbloquear nuevos niveles de dificultad, vehículos y constelaciones que observar. Más allá del modo Fiesta existen también distintos tipos de mini-juegos para mantenernos ocupados durante unos minutos, como los Bolos Goomba, o el desternillante Fútbol Goomba, un genial guiño a Mario Strikers que funciona mucho mejor de lo que parece.

Entre tanta oferta similar, Mario Party 9 es un cambio necesario en una franquicia que empezaba a mostrar señales de cansancio, aunque en esta ocasión se basa demasiado en la suerte y en la aleatoriedad, algo que puede echar para atrás a aquellos que estaban más acostumbrados a triunfar por su propia habilidad. Es, en definitiva, una competición emocionante y divertida que renueva las bases para las más que probables próximas entregas y que, junto a la impecable localización al castellano, garantiza unas risas. Siempre que puedas disfrutarlo junto a buenos amigos y unos cuantos chupitos, claro.

7 / 10

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