Análisis de McPixel 3 - Las microaventuras gráficas de Sos siguen pegando igual de fuerte
Alto Voltaje.
Cuando llevamos apenas un par de minutos de partida en McPixel 3, el juego nos lanza a la cara un enorme letrero con las instrucciones del siguiente minijuego: ¡CÁGATE! Creo que es un test crucial: la gracia que te haga ese momento y la escena siguiente (en la que tenemos que unir trozos de una bomba para que puedan salir por el esfínter) es capaz de determinar hasta qué punto vas a disfrutar el resto del juego. Es un chiste tan soez como simple, pero si te funciona, tienes por delante media decena de horas de carcajadas.
McPixel 3 es una secuela del título de 2012 que se juega como un cruce entre aventura gráfica y colección de microjuegos. En cada escenario tenemos apenas diez segundos para encontrar una combinación de interacciones entre los objetos que tenemos disponibles para “Salvar el día”, un término bastante amplio si tenemos en cuenta que en la mayoría de casos solo sobrevive a la escena el propio McPixel. Trenes a punto de descarrilar, asaltos alienígenas, aventuras por el interior de un cuerpo humano, parodias de sitcoms noventeras, elecciones a presidente de los Estados Unidos; ninguna situación es demasiado extraña para el protagonista del juego.
Sos Sosowski plantea desde un inicio la propia existencia del juego como un chiste. No, no existe McPixel 2 más que en un falso documental de Devolver Digital en el que aparecen creadores como Bennett Foddy (Getting Over It) o Suda51 (No More Heroes) y como gracia dentro del propio juego. Su humor, con todo lo básico que es o precisamente por su aparente sencillez, ha sobrevivido mejor que el de muchos de sus coetáneos y mantiene su capacidad para sorprendernos con los resultados de cada intento de resolver las desquiciadas situaciones que nos propone.
Al igual que en el original, el espíritu es el de una aventura gráfica clásica reducida a la mínima expresión. Cada interacción es un chiste, cada intento fallido no es una oportunidad perdida, sino una oportunidad de descubrir una gracia nueva. El juego nos invita abiertamente a repetir las escenas que hemos logrado resolver para sacar el 100% de los gags de cada nivel para obtener monedas con las que desbloquear los siguientes escenarios. En alguna ocasión resulta sencillo, por norma general meterse en la mente de Sos para sacar las interacciones más rebuscadas es complicado, invitándonos a alterar las escenas de todas las maneras humanamente posibles. Bastante más complejo de lo que puede parecer para un juego cuya interacción por defecto es meter una patada en el culo.
Apenas hay unos retazos de un argumento que hile los momentos más absurdos que uno se puede imaginar, aunque sí es cierto que en McPixel 3 se aprecia un pequeño salto de escala. Se ha habilitado un hub que añade más chistes, se han introducido escenas con un 3D que mantiene el estilo feísta de los píxeles (incluido un benchmark) y los nuevos esquemas de control (para mando y para pantalla táctil) abren camino a introducir ciertos minijuegos, desde un nivel sacado de Battletoads hasta una parodia del todavía en desarrollo Anger Foot, pero la esencia es la misma: interacciones breves, reacciones inmediatas, consecuencias inesperadas.
McPixel 3 logra aterrizar el mismo formato diez años después sin perder un ápice de gracia. Al igual que en el original, hay mucho donde mirar y al mismo tiempo resultaría contraproducente sobreanalizarlo. Podemos hilar sus referentes en las aventuras gráficas de los noventa que tiraban más hacia la comedia o a los sorprendentes microjuegos de WarioWare, revisar el timing de cada escena o situar los dardos que lanza hacia la cultura popular. Al final, todo se reduce a la gracia que te haga la instrucción ¡CÁGATE! o la película de Hans Topo “Hombre Golpeado por Balón de Fútbol”.