Análisis de Neon Blood - Una aventura cyberpunk que enamora con su estética pixel-art
El juego que da la razón a Miguel Bosé.
La vida es un ejercicio constante de dar todo lo que tienes y hacerlo lo mejor posible, para así poder no echarte nada en cara. A veces saldrán mejor las cosas, otras peor; no te asegura los resultados, obviamente, pero estarás más cerca y, lo que es más importante, te sentirás orgulloso del proceso. Y bien orgullosos pueden estar en Chaotic Brain Studios, un modesto equipo español que ha logrado llamar la atención de todo el mundo con su ópera prima.
Porque destacar en esta industria tan saturada no es sencillo, y Neon Blood lo consigue con algo que parece sencillo tener, pero no lo es: personalidad. Su propuesta entra por los ojos desde el primer instante, gracias a un particular estilo que combina el corte clásico con el colorido propio de las aventuras de estética cyberpunk. Ese estilo artístico tan adecuado no se convierte solamente en una bonita seña de identidad, sino en una parte imperante de la narrativa, con una ciudad que habla, sin palabras, de decadencia, inestabilidad y desigualdad social.
Estamos en el año 2053 y la trama se centra en Axel McCoin, un detective de policía que tiene ciertos problemas con el Spark, una sustancia a la que está enganchado y que le provoca pérdidas de memoria que le dificultan el llevar a cabo una investigación que comienza con una serie de misteriosos asesinatos y que se va enredando hasta convertirse en una trama de poder y corrupción con giros de guion que nos mantienen pegados a la pantalla durante las cuatro o cinco horas que puede llevarnos completar esta experiencia. Es importante destacar, además, que los momentos más importantes de la trama se desglosan por medio de espectaculares escenas cinemáticas dibujadas a mano que son todo un deleite audiovisual.
Su atmósfera y su encanto son la mayor fuerza de Neon Blood durante todo este viaje que alternará visitas entre callejones lúgubres y lugares repletos de lucecitas estridentes como si de la habitación de un streamer se tratase. Es, ante todo, una aventura de investigación en la que tendremos que patearnos unos escenarios que juegan muy bien también con sus fondos gracias al buen uso de su profundidad, otorgando una mayor sensación de amplitud que, si bien es más un inteligente ejercicio de diseño, consigue crear esa ilusión. Axel tendrá que hablar con testigos y compañeros del cuerpo de policía para tratar de desentrañar lo que ha ocurrido en los casos que están poniendo en jaque Bright City; la mayor parte del desarrollo es guiado y simplemente conversacional, pero en algunos momentos tendremos que ir más allá, superando una serie de retos para proseguir, como encontrar a un testigo siguiendo sus huellas, conseguir dinero para sobornar a un matón o tirar de ingenio mediante una serie de diálogos para hacer que un tipo se aparte de una puerta. Son ideas simples que ya hemos visto en otras ocasiones, pero que encajan perfectamente en el contexto y aportan la variedad suficiente en un desarrollo tan comprimido.
Sin entrar mucho en detalles para no destripar sorpresas importantes de la trama, uno de los aspectos más gratificantes de Neon Blood es lo bien que están escritos todos y cada uno de los personajes del juego. Primero, claro, el propio Axel, con cuyo rol de detective amnésico se juega muy bien desde el primer momento, generando misterio sobre su pasado y apoyándose en líneas de diálogo con otros personajes que, claramente, conocen más sobre lo que nos ha pasado anteriormente y nos dejan con el misterio hasta la recta final de la aventura. Otros de los secundarios que aparecen también hacen gala de una personalidad imponente, incluso sin tener demasiados minutos en pantalla; el equipo ha sabido crear muy bien una atmósfera en la que se desarrolla una trama en la que hay un tono mordaz y crítica social, con momentos de humor que nos saben sacar una sonrisa, ya sea con chistes malos o alguna que otra ruptura de la cuarta pared, en forma de cameos de personajes conocidos e incluso se permiten el lujo de añadir un escenario que es un auténtico homenaje a otros desarrollos de la industria española.
Obviamente debe tenerse en cuenta lo modesto de un proyecto así y también hay situaciones en las que se aprecian las costuras de un presupuesto limitado. Para evitar probablemente que las críticas se centren en que es una aventura muy conversacional, Neon Blood añade un sistema de combate por turnos de estilo clásico que os resultará familiar si habéis jugado a cualquier RPG. Su funcionamiento es bastante sencillo y consiste en elegir el tipo de ataque o el objeto a usar para tratar de restar puntos a la vida de nuestros adversarios. Todos estos combates, además, están sujetos al avance de la trama puesto que el desarrollo es lineal.
Si bien Axel mejora sus habilidades a medida que avanzamos, lo hace de forma automática, sin ningún menú para gestionar este tipo de progresión. Eso, unido a la simplicidad de las batallas en sí, que por momentos dan la sensación de estar algo scriptadas y que da igual el tipo de ofensiva que utilicemos, acaban generando una sensación de indiferencia, de estar añadidas a machetazos porque toca cumplir el estándar de ser un videojuego, rematados con la presencia de una serie de Quick Time Events al final de los combates más importantes. Entendiendo que esta es una decisión que seguramente ha sido discutida por el equipo, se queda a medias a todas luces y, seguramente, con un mayor presupuesto, el desarrollo habría sido diferente y más profundo en este aspecto.
Neon Blood es un estreno del que sus responsables pueden estar bien orgullosos. No es perfecto, claro, y exige en cierta forma empatizar con los “debes” que tiene el producto, pero si os gustan las aventuras de detectives aquí vais a encontrar una buena historia de ese estilo y personajes con carisma y personalidad. Os va a dar un par de buenas tardes y, al fin y al cabo, los videojuegos son para eso.