Análisis de One Piece: Pirate Warriors 2
A tortazos sin quitarnos el sombrero.
Empecemos por lo evidente: One Piece: Pirate Warriors 2 se trata de un producto tan pensado para el hardcore fan de la serie de Eichirô Oda que intentar entenderlo fuera de ese campo de acción o aplicarle los mismos criterios de valoración que a una producción destinada al gran público resulta, en el mejor de los casos, una aproximación incompleta y en el peor un ejercicio carente de todo sentido. Lejos de intentar captar nuevos adeptos a la causa, los susurros y las caricias de esta nueva entrada del universo lúdico de One Piece a quien realmente están destinadas es al converso que lleva años invirtiendo amor, tiempo y dinero en este longevo shonen. Pirate Warriors 2 da por supuesto que la persona que se ponga a jugarlo proyectará hacia la televisión todos sus conocimientos enciclopédicos sobre la mitología de la serie; que él mismo completará y dará sentido a un juego pensado para mostrar todo su potencial sólo a quienes lleva a sus espaldas decenas y decenas de tomos leídos y cientos de capítulos vistos. El no iniciado sólo podrá optar a una experiencia parcial y estará condenado a no poder seguir la letra de este karaoke de referencias, detalles y guiños para los que el juego no siente necesidad de dar una explicación. La naturaleza del jugador como último creador de un videojuego nunca ha sido más evidente.
No hay nada de malo en todo esto y no sería justo castigar al juego por esta naturaleza, sobre todo teniendo en cuenta que One Piece: Pirate Warriors 2 será para aquellos que no necesiten buscar en Google términos como Skypeia, Punk Hazard o Akuma no Mi, algo así como su propio El Dorado: el producto basado en su serie favorita que le promete que cuantas más horas invierta en él más contenido conseguirá. Y creedme si digo que el contenido de este nuevo esqueje de la plantilla Dynasty Warriors se aproxima a lo inabarcable: 27 luchadores (más 10 versiones alternativas de algunos personajes con su diseño previo al santo temporal de la serie), todos ellos controlables, cada uno con sus dos movimientos especiales y con una lista de combos que puede alcanzar la treintena de golpes según los vayamos subiendo de nivel (hasta el 50, aunque después de superar el juego en nivel Muy Difícil se pueden comprar objetos con los que subirlos hasta el nivel 100).
Estos mismos personajes pueden ser elegidos como secundarios (una novedad en esta entrega) para invocarlos en caso de apuro, pero en su condición de apoyo sus estadísticas son independientes y también se pueden subir hasta el nivel 50 para ir desbloqueando nuevas habilidades. Mientras, un renovado sistema de medallas tiene tanto la función práctica de desbloquear ayudas y objetos especiales que aumentan las estadísticas de los luchadores gracias a infinitas combinaciones, como de proporcionar placer por el mero hecho de coleccionarlas todas (hay más de 500) para contemplarlas luego en una Galería de Arte donde irán apareciendo además todos los vídeos, artworks, temas musicales o trajes que vayamos comprando en la tienda con el dinero ganado durante las horas de juego.
Aunque a los profanos no se le haya extendido una invitación personalizada para esta fiesta, eso no quiere decir que se los vaya a detener en la puerta o que no exista ningún alicientes para ellos.
La cantidad de mapas del primer Pirate Warriors se multiplica por dos hasta llegar a los 18, cubriendo varios escenarios de los arcos argumentales más celebrados y la cantidad de fases supera la treintena en el Modo Historia principal (pensado como un gran what if... fuera del canon que obvia los interludios más aventureros del primer juego) y llega casi a la cincuentena en los niveles alternativos, todos ellos rejugables con distintos personajes y en distintos modos para desbloquear aun más contenido. Sumemos el Modo Desafíos (constantemente actualizados en PSN) y la posibilidad de jugar todo en cooperativo online y todavía no estaremos ni cerca de asimilar la cantidad de horas de juego que el jugador dedicado puede extraer de este blurayo. Hay carreras universitarias que exigen mucho menos tiempo y esfuerzo para completarlas.
Por otro lado, la afiliación de One Piece: Pirate Warriors 2 a ciertas tendencias visuales de las traducciones más recientes de series anime al mundo del videojuego refuerza esta condición de gran "juguete" para aficionados. Como todos los Dragon Ball post-Budokai 3 o todos los juegos de Saint Seiya desarrollados por Dimps, los personajes de este título de Koei se presentan como con una pátina nacarada que los hace parecer figuritas de plástico, casi físicas, que contrastan contra fondos con aspecto de haber sido dibujados a mano y contrasta más aún con pequeños detalles de hiperrealismo en partículas, fogonazos, representaciones de fuego o explosiones varias. El resultado de esta mezcla de estilos es que lo que vemos en pantalla cada vez se parece menos a los dibujos animados y cada vez más a figuras de coleccionista de estantería otaku moviéndose en dioramas realmente bien trabajados, lo que, por tanto, nos convierte en niños grandes jugando con muñecos en el salón de casa. Hay mucho de ese placer infantil en Pirate Warriors 2.
De todos modos, aunque a los profanos no se le haya extendido una invitación personalizada para esta fiesta, eso no quiere decir que se los(nos) vaya a detener en la puerta o que no exista ningún alicientes para ellos(nosotros). Quien no conozca los personajes ni el relato estará jugando a medio gas, pero eso no debería suponer una barrera para asombrarse con las deliciosas animaciones de los personajes, de disfrutar la pirotecnia visual de los combates o sentir curiosidad por detectar los pequeños cambios en el control y en la forma de jugar que introduce cada uno de los avatares seleccionables. También es muy fácil quedarse pegado al mando gracias a esa gratificación instantánea -tan propia de los Musou- que son capaces de ofrecer unos turbo mamporros sencillos de ejecutar, con barras de golpes especiales que se llenan a la velocidad del rayo, combos que alcanzan sin dificultad las tres cifras y cientos de enemigos que vuelan por el aire a la más mínima interactuación con el control pad. Es complicado escapar a este encanto y satisfacción sin complicaciones que ofrece One Piece: Pirate Warriors 2 y su repetitiva mecánica de juego, una que ya lleva años dando muestra de su efectividad y a la que este crítico solo le puede objetar que, en esta ocasión, privilegie tanto el componente estratégico de conquistar territorios y bases y no se decida (como ya lo hacía este mismo año el Fist of the North Star: Ken's Rage 2, otro producto surgido del molde Musou) en apoyar casi todo su peso en la torta de encefalograma plano.
Pirate Warriors 2 es uno de esos casos donde las virtudes y las carencias se confunden entre sí: el fan valorará que Koei se haya centrado en pegar la mayor cantidad de pegatinas de su manga/anime favorito en este álbum de cromos y restará importancia al hecho de que lo haga sobre las páginas de un juego que ya hemos jugado mil veces. Los demás puede que vean sólo un clon correcto al que le falta personalidad en lo jugable. Ambas partes estarán en lo cierto, pero una de ellas se lo pasará realmente en grande.