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Análisis de PlayStation 5 Pro

Todo lo que debes saber acerca de la nueva consola de Sony.

La idea de lanzar modelos de consola renovados una vez avanzada la generación no es ni mucho menos algo novedoso en la industria del videojuego. Ya lo vimos a principios de los noventa, por ejemplo, cuando Sega lanzó al mercado la Master System II, y a partir de la primera PlayStation el concepto de las consolas Slim y la reducción de costes se convirtió en una tendencia que se ha conservado hasta el día de hoy. Sin embargo, dichas renovaciones presentaban siempre una constante: pese a poder presentar ligeras diferencias en detalles como los puertos o las salidas de vídeo, el hardware base se mantenía igual. Dicho de otra forma, la experiencia al jugar era virtualmente la misma en los modelos antiguos y en los nuevos.

Esto cambió en la anterior generación con el lanzamiento de PlayStation 4 Pro y Xbox One X, pero el contexto en cierta medida lo justificaba. A finales de la pasada década se produjo el boom de las 4K cuando los televisores con esta resolución comenzaron a tener precios accesibles para el gran público, y de pronto surgió también una demanda de consolas que aprovechasen estos paneles. El problema que se encontraron los fabricantes, sin embargo, era doble. Por un lado los modelos base no tenían suficiente potencia, con lo cual el renderizado 4K en ellas quedaba fuera de la ecuación y era necesario nuevo hardware. Pero el otro problema es que era demasiado pronto para acabar con esa generación, y la base de usuarios de la misma era demasiado grande como para, de pronto, saltar a la siguiente.

La solución lógica fue optar por un enfoque intermedio. En 2016 y 2017 llegó una renovación dentro de la misma generación con nuevos modelos enfocados a un público más premium y de mayor potencia que permitían - en gran medida mediante técnicas inteligentes de reescalado - alcanzar la ansiada resolución 4K y mejorar los frame-rates. El acierto es que estas nuevas máquinas se pusieron a la venta con el precio de lanzamiento de las consolas base y permitían al usuario escoger si realizar un desembolso de alrededor de cien euros más (para entonces PS4 y Xbox One ya habían sido rebajadas) en caso de querer una experiencia superior. Eran, por lo tanto, una opción premium para usuarios avanzados, pero con un precio relativamente asequible y evitaban dejar a los actuales usuarios atrás.

La nueva PlayStation 5 Pro de Sony retoma esta filosofía, pero la situación ante la que se encuentra es muy distinta. Para empezar no ha habido un salto tecnológico de gran calado (las 8K, sin ir más lejos, siguen siendo un pequeñísimo nicho con una ínfima cuota de mercado), las consolas base por lo general no se han aprovechado todavía al 100% y el encarecimiento generalizado de los componentes tras la pandemia hace que PS5 Pro llegue a las tiendas con un precio de 799€. Las preguntas que suscita, por lo tanto, son evidentes: qué cambia, qué aporta, a quién va dirigida y, en última instancia, si merece la pena optar por ella en vez de PS5 Slim o actualizar en caso de que ya tengamos una consola de actual generación de Sony.

Al sacar la máquina de su embalaje llaman la atención varias cosas. La primera es un ligerísimo cambio en la estética, con la gran franja negra transversal, un tamaño (388 x 89 x 216 mm) y peso (3,1 kg) menor al de la PS5 original, y pequeños cambios en la disposición de los puertos, optando ahora por dos USB tipo C (uno de ellos a 10Gbps) en el frontal y dos USB tipo A en la parte posterior. Aparte del mando DualSense y un cable USB-C también tenemos un cable HDMI de alta velocidad, pero como ya os podéis imaginar hay dos aspectos que destacan y no precisamente de forma positiva: la ausencia de lector Blu-ray UHD y del stand para poder colocar la consola en vertical (apenas vienen dos pequeñas patitas de plástico para situarla en horizontal).

Estas dos omisiones, sin paños calientes, resultan decepcionantes en un producto que está dirigido precisamente a un público premium y que tiene un precio notablemente alto. Eliminar el lector de discos físicos puede parecer un movimiento lógico teniendo en cuenta la tendencia del sector, con una mayoría de usuarios que actualmente compran los juegos en formato digital, pero es una maniobra que se entiende en la versión básica de la consola como forma de reducir costes y no tanto en una consola pensada para el usuario entusiasta (a esto hay que sumar problemas de stock del lector opcional en el momento de lanzar al mercado PS5 Pro, que seguramente se solucionen con el tiempo pero que ahora mismo ha provocado especulación y un salvaje sobreprecio). No incluir el stand vertical (que se compra aparte por unos treinta euros) es directamente incomprensible e injustificable y, en mi opinión, un error a nivel de imagen por parte de la compañía japonesa.

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Afortunadamente los cambios en el interior, los que no se aprecian a simple vista, son mucho más positivos. Más adelante hablaremos de la CPU/GPU y la memoria RAM, pero hay otros tres detalles interesantes. El primero es la inclusión de 2TB de memoria SSD interna (se mantiene, evidentemente, el puerto M.2 para ampliarla), lo cual es una bendición especialmente si se compara con los 825GB del modelo original, y que permiten un uso diario mucho más cómodo, sin necesidad de estar borrando los títulos antiguos que ocupan más espacio (ahem, Call of Duty) para instalar los nuevos. Otra mejora muy agradecida es a nivel de conectividad con el salto a Wi-Fi 7, lo cual hace que - si contamos con la infraestructura compatible - las descargas sean más rápidas y la latencia se reduzca. Y, finalmente, una pequeña (pero importante) mejora de calidad de vida: ahora encontramos en el interior un pequeño slot que permite sustituir fácilmente la pila CMOS, eliminando posibles problemas en el futuro.

Es en el procesador principal (la APU), evidentemente, donde encontramos los mayores avances de PS5 Pro. La parte de la CPU aumenta ligeramente su frecuencia de reloj (de 3.5GHz a 3.85GHz), pero mantiene la misma arquitectura (Zen 2 con algunas modificaciones) y el mismo número de núcleos (ocho, con la posibilidad de trabajar con hasta dieciséis hilos). La situación es diametralmente distinta en la parte de la GPU: aumenta el número de unidades de computación en un 67% (pasa de 36 a 60), la arquitectura ha sufrido modificaciones (la base parece ser RDNA3 y hay mejoras especialmente relativas al ray-tracing) y, en cómputos globales, la potencia pasa de los 10,29 TFLOPs de PS5 a unos más que respetables 16,7 TFLOPs (siempre hablando de cálculos en FP32). Esto, según Sony, se traduce en una mejora del 45% en rasterización y de un 100% (el doble de potencia) en trazado de rayos.

En este sentido PlayStation 5 Pro es más una promesa de futuro que una realidad de presente, con Sony apostando de forma clara y vehemente por el ray-tracing. Hemos visto unos cuantos ejemplos francamente notables de esta tecnología en PS5, con títulos como Marvel's Spider-Man 2 o Ratchet & Clank: Una Dimensión Aparte, pero las limitaciones del hardware (y su impacto en el frame-rate) no han permitido que despegase del todo. Con PS5 Pro duplicando a su antecesora en rendimiento de trazado de rayos es de esperar que en futuros títulos encontremos modos RT específicos para la nueva consola que mejoren notablemente la iluminación, los reflejos o las sombras, aunque actualmente son pocos los títulos que destacan en este sentido, siendo quizás los mejores exponentes el propio Spider-Man 2 o F1 24, cuya implementación RT es superior en sus versiones optimizadas para PS5 Pro.

El as en la manga para lograr alcanzar la visión de las 4K con trazado de rayos y 60FPS, y seguramente uno de los aspectos más interesantes de PlayStation 5 Pro, es la tecnología PSSR (PlayStation Spectral Super Resolution). Se trata de algo similar al DLSS de Nvidia, un sistema de reescalado basado en machine learning que permite que gráficos renderizados a una resolución inferior se escalen a 4K con un resultado en términos de calidad de imagen al ojo humano parecido al que tendríamos con un renderizado 4K nativo. Y los resultados son excelentes en la mayoría de casos, tanto en títulos first-party como third party. Dos de los que me han dejado mejores sensaciones son Final Fantasy VII Rebirth y Stellar Blade; el RPG de acción de Square Enix es tristemente famoso por el aspecto borroso que tenía en el modo rendimiento a 60FPS de PS5, pero en PS5 Pro se mueve a 60FPS con un nivel de calidad de imagen incluso mejor que el del modo fidelidad de PS5 base, mientras que Stellar Blade presenta en la nueva consola un modo Pro a 60FPS con PSSR que se ve igual de bien que el modo 4K a 30FPS de PS5.

Para finalizar con los comentarios puramente de hardware, un par de apuntes sobre la memoria RAM y el consumo de energía. PlayStation 5 Pro incluye las mismas 16GB de memoria DDR6 que PlayStation 5, aunque su frecuencia de reloj es un 28% más rápida. El cambio más importante en este aspecto, sin embargo, es la inclusión de 2GB de memoria DDR5 adicional en la que se descargan tareas menos exigentes o que se ejecuten en segundo plano, y que permitirán que los desarrolladores tengan acceso a más RAM rápida (del pool de 16GB DDR6) para sus juegos. Respecto al consumo, este aumenta de los 340W de PS5 a 390W; una cantidad con un coste casi negligible a largo plazo, pero que pone en perspectiva que el hardware de la Pro es más potente y, por lo tanto, requiere algo más de energía, lo cual afortunadamente no se traduce en más ruido (sigue siendo una consola bastante silenciosa).

Tras esta avalancha de números y jerga técnica, vamos a lo que de verdad importa: en qué se traduce todo esto a la hora de jugar. Por lo general diría que PS5 Pro ofrece una experiencia mejor, pero no radicalmente transformadora; una mejora incremental, por decirlo de otra manera, que es distinta según el tipo de usuario y las condiciones en las que juega. Depende, además, de a qué estés jugando, si a un juego de PlayStation 5 optimizado para la Pro, a un juego de PlayStation 5 sin parche o incluso a un juego de PlayStation 4.

Para el lanzamiento de PlayStation 5 Pro tenemos disponibles alrededor de cincuenta títulos que ya han recibido parches con optimizaciones específicas para la nueva consola (algo que, curiosamente, no se indica con un icono o similar en la interfaz de la biblioteca). La situación varía caso por caso, pero por lo general nos encontramos ante una mayoría de juegos con modos Pro que ofrecen 60FPS y 4K reescalado con PSSR con una calidad de imagen equivalente al modo fidelidad de PS5 a 30FPS, y algunos con modos fidelidad específicos para Pro con 30FPS y características de ray-tracing avanzadas. En este último grupo, por ejemplo, tenemos a Alan Wake II, que añade reflejos por RT ausentes en PS5, pero lo más habitual es que optemos por los modos a 60FPS.

Aquí PS5 Pro cumple con lo que promete: imagen comparable al modo calidad de PS5 pero con la fluidez de los 60FPS del modo rendimiento. Ya hemos comentado casos reveladores, como FF7 Rebirth o Stellar Blade, pero hay otros parecidos como Star Wars Outlaws, Demon's Souls, Ratchet & Clank o Lies of Pi. Hay también casos de juegos que en PS5 no acababan de rendir a la perfección, como Dragon's Dogma 2, que ahora son mucho más estables, e incluso algunos como F1 24 o No Man's Sky que pueden renderizarse a 8K con un rendimiento fantástico. En este grupo falta por ver Gran Turismo 7, cuyo parche específico para PS5 Pro todavía no está disponible, aunque incluso sin él ya es capaz de moverse a 4K y 120FPS.

Pero las bondades de PlayStation 5 Pro también se pueden notar en los juegos de PS5 no optimizados para ella gracias a la función Game Boost (la cual se implementa de forma automática, sin intervención del usuario). En líneas generales podemos apreciar una mejora de entre un 30% y un 35% en los juegos con frame-rate desbloqueado, y también en aquellos en los que habían caídas notorias ver como se adhieren más a su objetivo, ya sean 30FPS o 60FPS. Un buen ejemplo de ello es el modo calidad de Elden Ring, que pasa de moverse a unos 35-40FPS en PS5 a entre 50FPS y 60FPS en PS5 Pro, o el modo foto (con ray-tracing) de Control, que pasa de 35FPS a más de 45FPS. Las mejoras son incluso más marcadas en juegos con modo 120Hz como Devil May Cry 5 Special Edition, que sube de 88FPS a 120FPS. En otros juegos como Cyberpunk 2077 las mejoras son más modestas, pero igualmente apreciables y bienvenidas.

Una sorpresa que no se ha publicitado mucho es que PlayStation 5 Pro incluye una nueva función para mejorar también la calidad visual de los juegos de PlayStation 4 que no se parchearon para PS4 Pro. Es una opción que se puede activar y desactivar en el menú de sistema (por si aparecen problemas de compatibilidad; de momento sólo hemos visto defectos importantes en Just Cause 3) y que funciona de forma parecida al Auto SR de Microsoft, en esencia aplicando a la imagen del juego un filtro de post-proceso (probablemente apoyado por IA, aunque esto no está confirmado) para reescalar la imagen 1080p a 4K y que se vea más nítida. Si bien el cambio no es ni mucho menos radical, sí se percibe que en PS5 Pro títulos de PS4 como Bloodborne o Batman: Arkham Knight se ven un poquito más nítidos, especialmente si tenemos un televisor de gran tamaño. Curiosamente donde se aprecia más el efecto es en elementos 2D del HUD, pero toda la imagen al completo se beneficia de esta funcionalidad. No esperéis, insisto, un cambio como de la noche al día, pero hay una leve mejora que, sin duda, se agradece a la hora de aprovechar la retrocompatibilidad con la anterior generación.

Una vez visto qué ofrece, qué cambia y los resultados, es hora de responder la pregunta fundamental: ¿es PlayStation 5 Pro una consola para ti? Depende de numerosos factores, claro. La primera opción es que juegues en un televisor 1080p o en una pantalla de tamaño pequeño/medio; en este caso, no tengo dudas: no merece la pena ir a por la Pro y con la PS5 estándar estás más que bien servido. Si usáis un televisor 4K de gran tamaño pero lo tenéis a bastante distancia, si actualmente jugáis en PS5 en modo rendimiento y no notáis mucha diferencia en términos de nitidez o si sois de los que juegan a 30FPS, entonces la PS5 estándar es también la opción más interesante para muchos de vosotros. Si los 60FPS os resultan un factor innegociable y queréis el plus de nitidez de las 4K, entonces PS5 Pro es una opción costosa, pero que se ajusta a vuestras necesidades. Y, finalmente, si no tenéis problema de presupuesto y no contempláis el PC como opción principal para jugar, entonces PlayStation 5 Pro es lo que buscáis, la consola más potente del mercado.

Íntimamente ligado a todo esto está el peliagudo tema del precio, y no hay otro calificativo posible que definir a PlayStation 5 Pro como una máquina dirigida a un público premium, sí, pero cara en cualquier caso. Eso resulta innegable: 799€ (más si le sumamos el lector y/o el stand vertical) es un precio muy superior al que tradicionalmente se ha pagado por una consola, y que se acerca peligrosamente al de un PC con características técnicas parecidas (aunque, por mucho que se diga, un ordenador equivalente para jugar sigue siendo más caro). En la anterior generación era relativamente fácil recomendar una PlayStation 4 Pro, ya que el sobrecoste respecto al modelo estándar era de tan sólo cien euros. Aquí, sin embargo, el incremento es enorme, sumando un mínimo de 350€ a los 449€ que cuesta actualmente una PS5 Slim. En esta ocasión, por lo tanto, mi recomendación para la mayoría de usuarios es optar por el modelo base - que, siendo francos, sigue rindiendo muy bien - y dar el salto a la Pro únicamente si cumplimos alguno de los supuestos que enumerábamos anteriormente para aprovecharla en condiciones.

Permitidme, de hecho, que os haga un símil que puede parecer bastante extraño, pero en el que he pensado bastante estos días y que creo tiene mucho sentido: el Apple Watch. Los de Cupertino ofrecen, básicamente, tres opciones: el SE (249€) para el usuario más casual, el Series 10 (449€) para el que quiere el paquete estándar completo y el Ultra 2 (899€) para el que tiene unas necesidades más específicas y busca el smartwatch más Premium. Con Sony la situación es muy parecida: tenemos la PS5 Slim sin lector (449€) para el usuario base, la PS5 Slim con lector (549€) para el usuario tradicional y la PS5 Pro (799€) para ese nicho de usuarios entusiastas (y cartera holgada) con necesidades más especiales, que buscan lo más potente del mercado (en este caso de consolas). Tener más opciones, creo, siempre es positivo.

La duda que se cierne sobre la industria en general es también si el nuevo rango de precio de la Pro es indicativo de lo que puede costar la próxima generación. Muchas cosas pueden cambiar en los dos o tres años que probablemente falten para su llegada (para empezar, el coste de los semiconductores y componentes electrónicos), y realmente no creo que vaya a ser el caso; como producto dirigido a un segmento limitado del mercado PS5 Pro se vende con un plus premium y sin márgenes tan ajustados como los que necesita un modelo base para cimentar una base de usuarios. Para Sony es, simplemente, una oportunidad de enorgullecerse por tener la consola más potente del mercado y de ofrecer otra opción más a sus usuarios. Si es la adecuada para muchos de ellos, claro, ya es harina de otro costal.

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