Análisis de Princess Peach: Showtime! - claramente enfocado a los más pequeños, pero con carisma
Princesa por sorpresa.
Colorido, agradable y variado, la nueva aventura de Peach es sencilla tanto para bien como para mal, y está pensada sobre todo para los jugadores menos experimentados.
A pesar de que tanto Luigi como otros personajes secundarios del universo Mario como Wario o Toad tienen o han tenido sus propias sagas y spin-off en los últimos años, llevábamos un tiempo sin ver un título que llevase a la Princesa Peach como protagonista. Empezando Princess Peach: Showtime! cuesta mucho no recordar aquel Super Princess Peach de Nintendo DS que apuntaba maneras para haber inaugurado una tendencia pero que, de alguna forma, no lo hizo. Quizás esta nueva oportunidad será la definitiva.
Como mínimo, este Showtime! se plantea como una experiencia ágil, ligera y con potencial para encandilar a un buen segmento del público. La premisa es que Peach va a ir al teatro, pero todas las obras han sido interrumpidas por la Compañía Malauva, unos villanos bastante monos con antifaz y pies grandotes que han secuestrado a los intérpretes de cada función. A Peach no le quedará otra que convertirse en la protagonista de todas ellas, adoptando los papeles de maestra de kung-fu, repostera, patinadora, sirena o detective, entre otros. El gran final de la función, claro, no llegará hasta que hayamos recuperado a todos los intérpretes y podamos poner fin de una vez por todas a los planes de la villana Grape.
En la práctica, esto se traduce en un juego que está dividido en mundos, como los Mario tradicionales, pero de una manera más peculiar. Cada piso del teatro tiene cuatro o cinco niveles y en cada uno de ellos manejaremos a Peach en un papel diferente. Cuando resolvemos esos niveles, se nos muestra una fase final, generalmente con algún tipo de jefe o de puzle, que nos permite llegar al siguiente piso. Así, manejaremos a la Peach vaquera, que hace uso de su caballo y su lazo para superar obstáculos y probar nuestra habilidad en fases al estilo endless runner; a la Peach superheroína, que traje de Iron Man mediante puede levantar objetos pesados y que en ocasiones presenta dinámicas shoot’em’up, o a la maestra de kung-fu, especializada en el combate. La gracia está en que nosotros no elegimos a qué Peach interpretamos en cada momento. Cada nivel tiene una Peach que podemos usar - no podemos cambiar entre ellas a placer - y cada disfraz tiene un total de tres niveles jugables, pero irán apareciendo poco a poco, obligándonos a familiarizarnos con todos ellos si queremos avanzar.
La variedad del gameplay es, en ocasiones, un grandísimo punto a favor de este Princess Peach: Showtime!: sentimos que siempre estamos descubriendo algo nuevo en fases cortitas y sencillas pero originales que plantean mecánicas diferentes a la anterior. Pero, a la larga, también puede atragantarse un poco. Creo que inevitablemente tendremos Peach más o menos preferidas, dependiendo de los estilos de juego que prefiramos. Por ejemplo, la Peach agente secreta y la Peach ninja han sido mis favoritas por la agilidad y la versatilidad de sus saltos y plataformeo, que se parece más al estilo de los Mario de plataformas; además, me ha fascinado la Peach repostera y la Peach patinadora por ofrecer estilos de progreso basados en pequeños minijuegos que tienen elementos contrarreloj y de ritmo. Sin embargo, he aborrecido bastante la Peach detective, que nos establece un ritmo más de point and click, buscando pistas en los escenarios, pero con acertijos siempre muy obvios o sencillos, y me ha aburrido un tanto la Peach vaquera, que creo que tiene los niveles menos originales en concepto.
Lo que en los primeros compases del juego es una idea dulce - ir dejándonos cambiar de personaje constantemente, uno a uno, para verlos a todos - se vuelve un poco tedioso cuando ya somos familiares con ellos y hemos establecido nuestras preferencias: el tiempo que pasamos con las Peach que más nos gustan se hace cortísimo y los niveles de las Peach con las que no conectamos parecen ser eternos.
En cualquier caso, el conjunto de la experiencia es gestionable porque es un juego muy sencillo. La totalidad de los controles se ubica en dos botones - el de saltar y el de activar la habilidad especial del personaje - y no hay opciones de dificultad, pero si fallamos unas cuantas veces el mismo nivel el juego nos preguntará si no queremos, simplemente, saltárnoslo y ya está. Desde el primer momento, Princess Peach: Showtime! quiere ser un juego pensado para los más pequeños, que no abruma con demasiados conceptos y cuyos retos, puzzles y coleccionables no nos tomarán más de un par de segundos. Por un lado, creo que puede haber adultos que también lo disfruten: el ritmo ágil de sus fases, la estética cuqui - si bien no demasiado pujante en lo técnico - y la suavidad del progreso dentro del juego puede resultar agradable. Por otro, siento que la falta de profundidad de sus mecánicas y, sobre todo, la absoluta simpleza de su diseño de niveles serán insuficientes para la mayoría, incluso, de hecho, para algunos de los más pequeños que se acerquen a este título teniendo ya experiencia previa con otros videojuegos.
Creo que hay valor en la estética y en los valores que plantea este título, y que los videojuegos que son tiernos y suaves y poco más también tienen lugar para existir, especialmente en un público tan amplio y variado como el de Nintendo Switch. Pero, al mismo tiempo, me da un poco de lástima que Princess Peach: Showtime! sea uno de esos juegos que confunde accesible con simplón; y, sobre todo, me da pena que Nintendo no haya querido apostar por Peach para ofrecer una aventura a la altura de otras de sus franquicias, como Kirby y la Tierra Olvidada o Luigi’s Mansion 3. En lugar de eso, lo que tenemos es una aventura breve que será divertida, especialmente para los más pequeños, y será atractiva para aquellos a quienes les llame la atención su estética o su propuesta, pero a la que le falta un poco de fondo para poder inscribirse con letras mayúsculas en la historia del medio, de la consola, o incluso de su propia franquicia.