Análisis de Profesor Layton vs. Phoenix Wright
La suma de las partes.
Hace unos días, mientras tomaba un plácido cóctel en una terraza, algo, de reojo, llamó mi atención. Era el brillo cegador que reflejaba lo que parecía ser el bolso de una señora que, apresurada, entraba a un establecimiento cercano. "Cómo brilla", pensé, justo antes de bajar la mirada y seguir con mis cosas. Al poco rato la mujer salió de nuevo a la calle, con semblante más tranquilo, pero sin su bolso en la mano. "¡Un momento!", me dije. ¿Dónde estaba? ¿Se lo había olvidado dentro? Quizá no era suyo y tenía que devolverlo. ¿Era realmente un bolso la causa de ese brillo cegador? Estiré un poco el cuello, intentando atisbar algún reflejo perdido dentro de la tienda, y en mi cabeza empezaron a sucederse posibles hipótesis mientras sujetaba mi barbilla con los dedos índice y pulgar. ¿Qué había pasado? Entonces, como una pompa de jabón que revienta en la rolliza cara de un infante, entendí lo que sucedía: llevaba demasiado tiempo jugando a Profesor Layton vs. Phoenix Wright.
Quién iba a decir que estos dos terminarían protagonizando juntos un juego. El carácter analítico y experimental del profesor Layton, su flema británica y su fino -muy fino- humor se complementan perfectamente con las decisiones a menudo apresuradas e impulsivas del abogado de hierro Phoenix Wright, más dado a la chabacanería y a dejarse llevar por sus instintos. La personalidad de cada uno de los protagonistas guarda una estrecha relación con la naturaleza de las mecánicas de juego -los puzles del primero apelan más a la reflexión y la lógica, a la contemplación, mientras que los juicios del segundo, que tienen como objetivo la búsqueda de inconsistencias y contradicciones, añaden el factor humano y apelan a la capacidad de respuesta y la deducción-, por lo que la idea de aunar ambos mundos no resulta tan descabellada, más aún si tenemos en cuenta la premisa que sirve de excusa para lograrlo: la extravagancia.
Profesor Layton vs. Phoenix Wright es un juego hecho con mucho cariño, y es la aventura más oscura por la que han pasado ambos. La historia se caracteriza por la magia y el misticismo más tradicional, un campo neutral para los dos protagonistas, lo que permite que se encuentren en las mismas condiciones para seguir manteniendo el equilibrio: un mundo nuevo, unas reglas nuevas. Puede que no sea del agrado de todos ver a Wright y al profesor inmersos sin saber muy bien cómo en un mundo de fantasía medieval cuyo destino depende de lo que un personaje llamado el Narrador escriba con su pluma, pero termina sorprendiendo de una forma u otra.
Labyrinthia es un lugar extraño e inquietante guiado por la fantasía y la magia cuyos ciudadanos viven subyugados y bajo la constante amenaza de las brujas, que son perseguidas, juzgadas y quemadas por el tribunal de brujería, y al que nuestros amigos llegan a través de un misterioso libro. El Narrador juega el papel de figura paterna que marca el devenir de la existencia de la población a su voluntad, por lo que nada se escapa a su entendimiento. Seamos claros: todo rechina mucho al principio, y no es algo baladí teniendo en cuenta el remarcable trasfondo de historias perturbadoras que suman Layton, Wright y compañía, pero esta localización fantasiosa fuerza a que tengamos que plantearnos las cosas desde otro punto de vista y a que debamos hacer uso de la lógica de una forma distinta. A que le demos la vuelta a la tortilla.
En ambas sagas las historias de los personajes se caracterizan por juguetear con lo improbable, con lo macabro, incluso, procurando mantener los pies en la tierra en la medida de lo posible. En este caso se va un poco más allá, y se juega todavía más con lo inverosímil, pero que eso no os eche para atrás. Olvidaos de esos crossovers realizados para rascar el bolsillo al consumidor. Aquí se mantiene la esencia de Layton y Wright intacta, y en ningún momento parece que uno esté pisando terreno al otro; al principio se alternan episodios entre los puzles y los juicios, y poco a poco la interacción entre ambos va en aumento, aunque nunca como para resultar invasiva. En algunos casos Layton acompañará a Phoenix en el estrado, en otros el abogado hará lo propio mientras el profesor explora, o en otras Maya y Luke irán por su cuenta. Hay ciertas novedades que añaden variedad, especialmente en los juicios, como el hecho de que en el tribunal puede testificar más de un testigo al mismo tiempo y que debemos contrastar los testimonios así como tener en cuenta el lenguaje gestual. Funciona a la perfección y es especialmente gracioso y entretenido gracias al entrañable guion y fantástico diseño y animación de cada uno de los personajes.
El cambio entre la tensión de los juicios (que pueden llevarnos hasta un par horas en algunos casos) y el ritmo más pausado de los puzles, mediante los cuales exploramos la ciudad y resolvemos los misterios, es lo que le da un ritmo tan especial, y es particularmente satisfactorio porque es uno de esos juegos que te hacen creerte más listo de lo que eres. En realidad en ningún momento supone un desafío porque, de hecho, los escasos setenta puzles disponibles están un poco faltos de inspiración y se repiten demasiado, y en los juicios nos acostumbran a dar todos los detalles necesarios para que la deducción llegue sola, o podemos recurrir a pagar para conseguir pistas. Tanto Level-5 como Capcom han dado un poco su brazo a torcer, pero sin duda el conjunto es mucho mejor que la suma de las partes. Es fácil, sí, pero sabe recompensar a quien se deja llevar gracias a situaciones y personajes memorables.
"Olvidaos de esos crossovers realizados para rascar el bolsillo al consumidor: Layton vs Wright mantiene la esencia de los personajes intacta, y en ningún momento existe la sensación de que uno está pisando terreno al otro."
Este hermanamiento también es positivo porque los creativos no se han dejado constreñir por el pasado de los personajes y han tenido total libertad narrativa. La trama está repleta de giros muy locos, especialmente en las horas finales, y aunque a veces resulta un poco forzado todos y cada uno de los detalles terminan encajando. La imprevisibilidad es una de sus mayores virtudes, y es algo que, por desgracia, no se da mucho hoy en día en la industria. También hay, por supuesto, guiños sutiles y no tan sutiles para los seguidores de ambas franquicias, y un cameo especialmente emocionante en la secuencia anterior a los créditos que consiguió arrancarme una sonrisilla nostálgica.
Aun así hay margen para la mejora, no solo en lo que a reto se refiere. Algunos tramos parecen haber sido alargados artificialmente debido a unas extensas conversaciones, sobre todo a partir de la segunda mitad, y en lo que a los juicios se refiere se acostumbra a dar muchas vueltas para terminar llegando al mismo sitio, arrastrando los mismos achaques de siempre. También queda la sensación de que las secciones de Phoenix resultan ligeramente más atractivas que las de Layton, que predominan de forma más sutil, aunque esto quizá sea más una apreciación personal. A pesar de eso, y de la requerida suspensión de la incredulidad, la sensación es que el resultado ha sido un considerable logro técnico y narrativo.
Confesaba el fundador de Level-5, Akihiro Ino, en una entrega de los imprescindibles Iwata Asks, que la saga Ace Attorney siempre había resultado una inspiración para él, que la había usado para reforzar la suya propia y que este híbrido suponía una oportunidad de oro para intentar "vencer" al abogado. Estaba bromeando, por supuesto, pero ahí radica la verdadera magia que resulta evidente desde las primeras horas de juego y que le da tanta consistencia a esta unión: esta gente sabe lo que hace. Profesor Layton vs. Phoenix Wright es un juego hecho con pasión y dedicación, artísticamente impecable y con una narrativa única que no solo resultará atractiva para los seguidores de las dos sagas, sino que descubrirá todo un mundo a aquellos que nunca han disfrutado de estas aventuras. Cosas así deberían suceder más a menudo.