Análisis de Remnant II - ¿A quién no le va a gustar un soulslike con ametralladoras?
Dark Souls... Con pistolones.
En Eurogamer -vuestra página amiga de hoy y siempre- somos tan admiradores como el que más de los pioneros del videojuego. Desde Kojima hasta Miyamoto, pasando por Carmack, Miyazaki o Mikami, sagas imborrables, personajes míticos e, incluso, géneros enteros se han erigido sobre los hombros de tamaños gigantes. Es inevitable, por tanto, que estos y otros tantos nombres vayan a inscribirse, por méritos propios, con letras de oro en la historia de los videojuegos. El aporte de todos esos titanes es indiscutible, qué duda cabe, pero, de cuando en cuando, aparecen títulos que nos hacen recordar a esos creadores de perfil bajo que, con tantas ganas como descaro, nos han hecho pasar tardes inolvidables. Desarrolladores que allá donde el medio les planteaba una frontera ellos sólo veían un desafío. Un desafío que consistía en hacer el mismo tipo de juego… pero con pistolas. Quizá se haya perdido para siempre el origen exacto de esta magistral idea, pero los ejemplos son muchos y muy variados. Borderlands es un “Diablo con pistolas” en primera persona, The Division lo mismo pero con tercera persona y coberturas y Fallout 3 -y sus sucesivas entregas- abandonó la perspectiva cenital para seguir la estela de Oblivion y dejar que entrasen los disparos a bocajarro.
A esa insigne lista hoy tenemos que añadir a Remnant II, el Soulslike con pistolas.
Desarrollado por Gunfire Games y publicado por Gearbox, Remnant II es la esperada secuela de Remnant: From The Ashes, un título de modestos medios que se ganó, a pulso, tanto un merecido estatus de culto como un buen número de seguidores gracias a contar con un buen puñado de ideas ejecutadas de forma más que solvente. Pero eso fue en 2019. Lo que nos ocupa en 2023 es la última ampliación de un universo que, atención, se extiende ya a lo largo de tres títulos.
Y vaya ampliación. Si Remnant: From The Ashes -en lo sucesivo, y por economía de lenguaje, Remnant I- sentaba con firmeza las bases de su propuesta -una a la que nos referíamos anteriormente como “Soulslike con pistolas”-, Remnant II no hace sino afianzarla y dotarla de una mayor profundidad.
Profundidad de la que carece, ya que estamos, su historia. Casi de inmediato, Remnant II nos traslada de vuelta a esa Tierra post-apocalíptica devastada por los Root, una suerte de plaga invasora que casi destruyó a la humanidad -tal y como vimos en la primera entrega- y que ahora ha ampliado al alcance de su ambición: corromper el multiverso es su meta definitiva y, por casualidades que ocurren con altísima frecuencia en el mundo del videojuego, seremos los encargados de detenerlos. Para ello, nos armaremos hasta los dientes, nos alzaremos las veces que hagan falta ante cualquier adversidad y les perseguiremos a cualquier mundo en el que osen hacer corrupto acto de presencia. Un día cualquiera en la fatigosa -pero llena de aventuras- existencia del jugador medio de soulslikes.
Pero claro, difícilmente podremos cumplir tamaño reto si no contamos con algún medio para trasladarnos desde nuestro querido -aunque un poco destrozado- Planeta Azul a esos lejanos mundos que se encuentran amenazados por los Root. Por suerte, en el centro de la maltrecha Base 13 -nuestro centro de operaciones- estará flotando, de forma ominosa, la Piedra del Mundo. Este imponente y misterioso objeto, de alegre recuerdo para los veteranos e impactante presencia para quienes se acaben de asomar a la saga, será el principal medio de transporte entre unos mundos asolados por la corrupción Root y una Base 13 que, reforzando la conexión de Remnant II con su género de referencia, hará las veces de un nexo que bien podría ser el de un Souls cualquiera. Con menos espada y brujería y mucho más colapso de la civilización occidental, claro. En cualquier caso, vendedores, armeros y mecánicas opacas conviven en una zona que requiere de cierta exploración, colaboración y ojo inquisitivo para desvelar sus secretos.
Se perpetúa, así, una fórmula instaurada años ha por Demon´s Souls y que, como es lógico, se extiende al resto de localizaciones que recorreremos a lo largo de nuestro periplo. Ahora bien, Remnant II presenta una propuesta mucho más inmediata y contundente que el resto de sus compañeros de género. En el momento que nuestras botas tocan el suelo y las balas se asientan en las recámaras, Remnant II nos coloca frente a frente con unos sistemas que no tardarán en hacernos ver que sólo en lo esencial comparten mimbres con las obras de From Software. No es de extrañar, entonces, que existan mejoras de calidad de vida -esprintar no agota nuestra barra de energía salvo que estemos en medio de un combate- o que la progresión en los niveles no esté basada en la monolítica inversión de una moneda de cambio que vale para todo. No, Remnant II apuesta fuerte por la dureza de sus combates, que nuestras armas escupan plomo caliente a diestra y siniestra y que los enemigos peguen duro.
Y vaya que si lo hacen. En Remnant II la muerte está a sólo un par de golpes de distancia. Incluso en las dificultades más bajas. Poco importa, entonces, que nuestra experiencia se acumule de derrota en derrota, porque tendremos que estar, constantemente ojo avizor a unos enemigos que, a diferencia de los clásicos del género, no se limitan a vigilar su puesto con disciplina espartana. Al menor signo de problemas -esto es, detonaciones, presencias y tiros en sus alrededores- se unirán a la escaramuza para aumentar, de forma exponencial, nuestros problemas. Y eso cuando no estén mimetizándose con el entorno o buscando la forma de hacernos la maniobra envolvente, los muy ladinos. Lo que desemboca, de forma inevitable, en los agridulces remansos que son los jefes finales. El lado agrio, en este caso, viene marcado por, claro está, un despliegue de tortazos inagotable al que suelen acompañar un buen puñado de lacayos cuando perciban que la batalla puede inclinarse de nuestro lado. Por otra parte, el dulzor lo aportan unos diseños competentes que se ven refrendados por alguna que otra mecánica apartada del mero intercambio de guantazos. Sin embargo, y aunque cumplen su papel, cabe señalar que ninguno de ellos alcanza la magnificencia de los clásicos de Miyazaki, una mezcla que conjuraba, según convenía, decadencia, porte regio, sorpresa o un choque de voluntades inevitable.
Queda claro, entonces, que el do de pecho de Remnant II no reside en sus jefes finales, una de las cumbres tradicionales del género. Dejando claro, por otra parte, que todos ellos cumplen su papel con solvencia, el punto fuerte de este título reside en la gran cantidad de posibilidades con la que contaremos para hacer frente a los no pocos desafíos que Remnant II nos pondrá enfrente. Partiendo de la base de un arquetipo inicial de corte clásico -pese a que, salvo el médico, poseen unos nombres un tanto rocambolescos-, siempre podremos dar el salto a clases más avanzadas -como el Arconte- o subir de nivel hasta poder combinar dos arquetipos distintos y beneficiarnos de las habilidades y ventajas propias de cada clase. Todo ello, claro está, si somos capaces de localizar las insignias que nos permitirán acceder a ese arquetipo que combina tan bien con el que ya tenemos. Como se suele decir, la primera será gratis y para el resto tendremos que buscarnos la vida. Y algunas son muy, pero que muy difíciles de localizar sin ayuda. Otro tanto ocurrirá con la amplísima panoplia de armas, amuletos, anillos y modificaciones que podremos incorporar a nuestro arsenal. Desde la balística tradicional que se nos ofrecerá al inicio de la aventura -con rifles, pistolones y ametralladoras para todos los gustos- hasta las más desatadas invenciones que fabricaremos con los restos de nuestros enemigos caídos, todas compartirán munición -sí, aunque no lo parezca, ese rifle que parece sacado del Red Dead Redemption y ese chisme que dispara rayos láser emplean la misma caja de municiones- y propósito: aplastar a nuestros enemigos, verlos destrozados y oir el lamento de sus aliados.
Y aunque podría seguir dedicando línea tras línea a cómo se asigna cada punto que recibimos al subir de nivel -cada uno tiene sus preferencias-, al hecho de que sus escenarios están llenos de zonas opcionales o a que podemos compaginar su campaña con un modo aventura paralelo, lo cierto es que la idea que quiero transmitir es que Remnant II es una secuela contundente, ambiciosa y llena de buenas ideas. Si bien apuesta por cierta sencillez en aras de alcanzar una más que necesaria inmediatez debido a la acción que incorpora en su propuesta, Remnant II no confunde sencillez con simpleza. La cantidad de opciones a la hora de construir nuestro personaje, la dureza de sus combates o el amplísimo contenido que esconde tras los muros de sus escenarios consiguen que sea tarea fácil recomendar este título a aquellos que disfrutaron de la primera entrega o a quienes busquen un título duro y rejugable. No obstante, cabe señalar que aunque pocas, también hay ciertas aristas. Un framerate que se inquieta cuando la densidad de población en pantalla es elevada o un boss final cuyo diseño camina sobre la frontera de lo insultante son detalles que afean un conjunto que roza el sobresaliente. Pero mejor no acabemos este texto en una nota discordante. Quedémonos con el hecho de que la saga Remnant crece con cada paso que da.