Análisis de Rocksmith+ - Aprender a tocar bien la guitarra tiene un precio
Canta, Patricio, canta.
Hubo un momento, cuando las guitarritas de plástico estaban por todos lados, en el que cualquiera pudo convertirse, aunque fuera brevemente, en una estrella de rock. Aquellas guitarras, más parecidas un juguete que a un instrumento real, daban a la gente lo que quería: una fantasía en la que no hacía falta invertir años de práctica, callos en los dedos y una cantidad insultante de dinero para tocar unos cuantos temas delante de un público que, a falta del Madison Square Garden, llenaba el sofá de casa y jaleaba nuestros descabellados intentos de tocar “Through the Fire and Flames” con cuatro cervezas y tres chupitos encima.
Toda fantasía tiene siempre su aguafiestas, dispuesto a chafar los sueños del resto apelando a la cruda realidad, y en este caso el papel lo protagonizó Ubisoft, quien en 2011 y en medio de toda esta fiebre del rock decidió publicar el primer Rocksmith, un juego que prometía quitarnos la tontería y enseñarnos a tocar propiamente la guitarra. El resultado fue café para muy cafeteros, pero no se puede decir que no fuera efectivo, ya que varias personas me han dicho a lo largo de estos años que aprendieron a tocar gracias a él, y yo mismo mejoré mis habilidades practicando y descubriendo técnicas gracias a sus precisos tutoriales y su amplia selección de temas, que invitaban a practicar distintos estilos y buscaban atraer al mayor número de personas posible.
Publicar Rocksmith+ once años después, en un momento en el que las guitarras han desaparecido de la mayor parte de la música contemporánea, suena a la típica idea que solo se le puede ocurrir a Ubi, pero estoy dispuesto a perdonarla si me tomo esta continuación no como un juego, sino como un programa o una herramienta. Ellos parecen haber pensado lo mismo, y es algo que quiero dejar claro desde el principio: acercarse a esto como un juego es errar completamente el tiro, y solo deberíais de arrimaros a él si estáis verdaderamente dispuestos a dedicar tiempo y esfuerzo en aprender a tocar la guitarra.
De ahí que vaya a encarar este análisis de una manera distinta, hablando de mi propia experiencia como guitarrista y de la utilidad de este “juego” como herramienta. Si esperabas que este texto fuera una narración chistosa sobre cómo pasé de ser tu tío, el que toca los mismos tres acordes en cada cena de navidad, al nuevo Eddie Van Halen, dios le guarde en su gloria; puedes ir cerrando la pestaña, porque a) llevo casi dieciocho años a mis espaldas tocando música y b) he ignorado una de las reglas básicas de cualquier guitarrista flipado y no me he aprendido nunca Eruption. Lo que sí va a ser, más importante, es un resumen de por qué deberías de pagarlo (o no) en el caso de que quieras coger por primera vez un instrumento y/o mejorar tu habilidad con él.
Lo primero que hay que aclarar es lo obvio: Rocksmith+ requiere que tengas una guitarra o un bajo en casa, y que lo conectes a tu consola o PC. La manera en la que puedes hacer esto es la clásica, con el cable jack a USB que ya incluían los anteriores, pero Rocksmith+ incluye también la opción de hacerlo a través de una app que podemos descargar en nuestro smartphone. A efectos prácticos, desechad la segunda opción por inconsistente, al menos de momento, y conseguid como podáis la primera, porque la diferencia a la hora de acertar notas con uno o con otro es demasiado pronunciada como para ser ignorada.
Yéndonos ahora a qué ofrece el juego en cuanto a contenido, tenemos dos partes muy diferenciadas, que por desgracia excluyen los divertidos minijuegos que había en entregas anteriores. La primera tiene que ver con la selección de temas incluida, y es un poco una de cal, una de arena. Nadie puede decir que las canciones presentes en el catálogo de Rocksmith+ sean malas, ni poco variadas, con entradas de grupos de rock como Boston o Metallica, electrónica indie y pop de la mano de MGMT, o hasta canciones de Bad Bunny. El problema no está en la variedad de géneros, sino de artistas: hay una repetición excesiva de temas en el caso de algunos intérpretes, notándose demasiado que ahí es donde ha ido a parar el dinero, y para colmo muchas de las canciones muestran solo los acordes principales, obviando las guitarras solistas o las melodías que las acompañan. Hay un pequeño punto positivo en todo esto, que es la posibilidad de cambiar la notación y transformarlas en algo más parecido a una tablatura clásica, pero suena a algo demasiado especializado como para que gran parte del público lo tenga en cuenta de base.
La otra parte tiene que ver con los tutoriales, y aquí es donde esta secuela conceptual brilla con luz propia. La madurez actual de YouTube, de los servicios de streaming y de otros cursos online ha hecho que títulos como este se tengan que poner las pilas, y provocado que Rocksmith+ incluya una enorme cantidad de videotutoriales sencillos pero también extremadamente útiles para practicar escalas, aprender nociones básicas de música o ver ejemplos de técnicas más complejas. A falta de cualquier componente lúdico-festivo, esto es justo lo que este tipo de conceptos dedicados a enseñar deberían de priorizar, y la razón por la que podría recomendar esto a cualquiera que quiera aprender a tocar la guitarra o el bajo.
Pero hay algo que me frena de hacerlo, y ese algo es el precio. Sabéis que en esta página somos especialmente reacios a valorar los juegos en base a lo que cuestan, pero no siendo en este caso un juego como tal y teniendo en cuenta su importancia a la hora de valorar la experiencia completa, puedo permitirme hacerlo. Rocksmith+ coge la idea ya probada en Just Dance y se pasa al modelo de suscripción, ofreciendo opciones que parten desde los 14,99€ al mes a los 99,99€ al año. Evidentemente, la situación económica de cada persona es diferente y puede hacer valorar esto de una manera distinta, pero cien euros anuales suena demasiado para acceder a la tablatura de unas cuantas canciones y tener varios tutoriales, por buenos que sean, a nuestra disposición. Quizás la falta de alternativas y la facilidad de acceso en comparación con otras otras opciones ayude a que muchos lo vean desde un punto de vista positivo, pero por una cantidad así, yo - como músico - espero una excelencia y una cantidad de contenido que, al menos de momento, no se ve representada en el producto actual.
Y esa es un poco la cara y la cruz de este título. Como todo servicio actual, especialmente de suscripción, la evolución de la herramienta y el crecimiento de su catálogo será lo que determine el éxito o el fracaso de la propuesta. En el vacío y pensando en lo que hemos podido probar por ahora, hay casi tantas luces como sombras, con ejemplos positivos como los tutoriales y ejemplos negativos como la falta de alicientes para volver todos los días a él. Rocksmith+ tiene el potencial de ser la herramienta definitiva para aprender a tocar la guitarra, pero con un precio muy alto para lo que ofrece, se queda de momento en una alternativa pintona pero imperfecta que exige al usuario más de lo que ofrece para dejar la guitarra de plástico a un lado y atreverse a soñar con algo más.