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Análisis de Scram Kitty and his Buddy on Rails

Felinos exigentes.

La propuesta de Scram Kitty and his Buddy on Rails, el tercer título del estudio Dakko Dakko, es tan disparatada como su jugabilidad: repartidos por veintinueve escenarios hay setenta gatitos espaciales que han sido secuestrados por malvados ratones, y que, como protagonistas y defensores de su integridad, debemos rescatar para salvaguardar la comunidad felina. Como su propio nombre indica, y kudos a los desarrolladores por no engañar a nadie, Scram Kitty es un juego sobre raíles en el sentido estricto de la palabra: controlamos a un soldado que pilota un pequeño vehículo que se sostiene sobre unos raíles asidos a distintas estructuras, cada una con su campo gravitacional particular, una mecánica similar a la de Super Mario Galaxy; de este modo, si saltamos lo suficiente podemos ser atraídos por otro cuerpo, o salir disparados hacia la nada en círculos si nos quedamos cortos o nos pasamos de largo.

En una interesante mezcla de géneros Scram Kitty recoge el testigo de los shmups y lo mezcla con las plataformas más estrictas, por lo que definirlo mediante uno de los dos géneros sería encorsetarlo demasiado. Cada nivel cuenta con distintos objetivos en forma de inocentes gatitos, pero aunque se trata de un título sobre raíles no se basa únicamente en llegar del punto A al punto B, no, si no que es mucho más complejo que eso. Algunos se rescatan simplemente superando los niveles, otros recogiendo determinada cantidad de monedas, venciendo a enemigos o jugando a una suerte de pilla-pilla gravitacional; Scram Kitty puede presumir de centrar su jugabilidad en unas mecánicas peculiares que respetan la inteligencia del jugador y que le incitan a probar cosas nuevas constantemente, a descubrir atajos impensables que te tienen en tensión constante y que requieren de una exigente habilidad. Pero dependiendo de la complejidad de esas mecánicas resulta imprescindible que nos acostumbremos a sus peculiaridades, algo de lo que el propio juego no parece ser muy consciente: a pesar de que los cuatro primeros niveles son introductorios el juego empieza sin ninguna instrucción ni tutorial, y la dificultad y complejidad de cada nivel aumenta exponencialmente.

El doble salto es una de las señas de identidad del título, aunque dominarlo lleva su tiempo.

Scram Kitty es un juego que respeta la inteligencia del jugador, pero le cuesta encontrar un equilibrio entre el desafío y la accesibilidad.

Nace de ahí la inevitable frustración que acompaña a las primeras partidas, y tan solo la constancia permite que pasemos de dar saltos a ciegas tentando a la suerte a controlar cada movimiento milimétricamente mientras saltamos, nos aprovechamos de la inercia y disparamos unos cuantos proyectiles. Cada uno de los escenarios, repartidos en niveles de una misma nave, cuenta con varios pasajes, plataformas y túneles llenos de oportunidades para movernos en cualquier dirección que deseemos, por lo que a pesar de que no es un título especialmente largo el contenido es mucho, y el reto desafiante. El doble salto es una de las armas más útiles, ya que convierten al protagonista en una bola de fuego que avanza a más velocidad y que puede acabar con los enemigos; estratégicamente, además, es especialmente interesante porque su parábola varía dependiendo del rato que pulsemos el botón de salto. Cuesta acostumbrarse a la precisión de su control, pero cuando se domina es bastante espectacular.

El caos que puede generarse mientras disparamos, saltamos, sorteamos a los enemigos, esquivamos proyectiles, buscamos a ese gatito rezagado y resolvemos algún que otro puzle es considerable, pero en ningún momento se nos fuerza a realizar nada en un orden determinado, por lo que la experimentación forma parte integral de la fórmula de Scram Kitty. Bajo su apariencia de adorable entretenimiento infantil se esconde un complejo engranaje que incita a jugar hasta que se completan todos los objetivos, y a pesar de que siempre son los mismos - siempre aparece un gatito tras matar a un jefe, otro tras recoger cien monedas, etcétera - la fabulosa estructura de los niveles es sin duda lo que mantiene la diversión y sostiene el progreso del juego. También existe un modo desafío, en el que volvemos a jugar a algunos de los niveles más complicados con un tiempo límite y que pondrá a prueba a aquellos que crean haber dominado todos los resquicios del juego.

Los niveles están repartidos en estancias de una misma nave. Podemos tomar distintos caminos, pero para progresar hay que rescatar a muchos gatitos.

Y aquí llega el principal problema de Scram Kitty: es un título que reserva muy buenas ideas pero que las ejecuta de forma irregular, y que da por hecho que el jugador es tan avezado como para entender y saber ejecutar todas sus características de forma inmediata. No solo eso: el progreso del juego puede estancarse fácilmente debido a que depende en demasía de los objetivos que cumplimos en cada nivel, y que requieren que debamos repetir las mismas secciones varias veces. Si queremos ver el jefe final deberemos rescatar a los setenta gatitos sí o sí, algo que para nada es tarea sencilla; es lógico que sea así, y como decía antes, es un juego que respeta la inteligencia del jugador, pero limita mucho el público objetivo que se sentirá atraído por la aventura y potencia el abandono de los jugadores menos pacientes. Le cuesta encontrar un equilibrio entre el desafío y la accesiblidad, en resumen.

Aun así el diseño de los niveles es extremadamente inteligente y varía mucho de uno a otro, lo que aumenta la variedad de situaciones - también la forma en la que debemos enfrentarlas - en circuitos locos y muy divertidos gracias la característica presencia de la gravedad. Puede que la forma no acompañe del todo, pero en el fondo de Scram Kitty and his Buddy on Rails reside el reto puro y la originalidad, algo que deja momentos memorables cuando se dan las circunstancias adecuadas y se llega a dominar el control. No es un juego convencional, ni uno dirigido a los más jóvenes de la casa; Scram Kitty no infravalora la habilidad del jugador y, es más, la pone a prueba constantemente. Quizá hubiera sido conveniente añadir algún tipo de misiones secundarias o un tutorial más saleroso para evitar caer en la frustración, pero es de esas rarezas en las que prima el control y el diseño por encima de todo lo demás, y una que, probablemente, hará que vuestro GamePad salga volando por los aires.

7 / 10

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