Análisis de Skulls of the Shogun
17-Bits.
Hay cosas que jamás pasarán de moda. Cuando en 2001 aparecía en occidente el Advance Wars de Intelligent Systems, la re-imaginación de una serie de videojuegos bélicos de Nintendo que hasta entonces nunca habían aparecido fuera de Japón, la compañía de Mario jamás se podría haber imaginado que se convertiría en un de sus títulos más exitosos tanto en crítica como en ventas. Mucho menos cuando este cartucho apenas mostraba nada que no hubiésemos visto con anterioridad en otros juegos de estrategia por turnos de la década de los ochenta o de los noventa. Pero fue su economía en el diseño; el equilibrio entre accesibilidad y profundidad; la flexibilidad de partidas que podían jugarse en minutos -perfecto para portátiles- y campañas que podían durar horas y la nitidez de cada uno de los comandos lo que han convertido a Advance Wars en un clásico imperecedero que consiguió abrir un género hermético a un público de consolas portátiles que, posiblemente, jamás se hubiese acercado ni a la distancia de un parsec a propuestas similares, pero más duras, como UFO: Enemy Unknown, Panzer General o Romance of the Three Kingdoms. Juegos todos ellos que, en realidad, no son sino los tataranietos del ajedrez, tal vez el juego de estrategia bélica más popular de la historia, también poseedor de un reglamento sencillo -aunque nada simple- que da pie a miles de posibilidades, y que cada cierto tiempo vuelve triunfal a las consolas con disfraz de anime militar o, como en este caso, de batallas feudales de estética flash.
Skulls of the Shogun de los americanos de 17-BIT es el último éxito importante dentro de este subgénero y, como en su día hiciera Advance Wars, llega con la noble intención de ampliar su campo de influencia hasta un público no iniciado, lo que, teniendo en cuenta su meteórico ascenso hacía el TOP 1 de juegos más vendidos en dispositivos móviles, es algo que ha conseguido. O al menos, es dispositivos móviles de Microsoft que es junto con Windows 8 y Xbox Live los únicos escaparates donde de momento se exhibe el juego.
"Skulls of the Shogun es juego exigente que no busca la accesibilidad por el camino asfaltado de rebajar la dificultad, sino a través del sendero montañoso de esforzarse en hacer que el jugador pueda interiorizar de manera ágil sus reglas y que a cada segundo vaya perfeccionando sus conocimientos sin apenas darse cuenta."
Pero pongámonos en situación: Japón feudal, el general Akamoto muere en la batalla decisiva por un katanazo a traición. Un inconveniente que no detendrá su obsesión en convertirse en shogun aunque tenga que empezar desde cero a reclutar nuevos soldados-esqueleto en un afterlife lleno de cerezos en flor. Entre el feísmo y lo cómico, los gráficos y secuencias animadas cuentan una historia de una venganza; del cabreo de un aristócrata nipón dispuesto a practicar el medievo con toda calaverita enemiga que se interponga entre él y sus traidores.
Alguna de las particularidades de este punto de partida encuentra su reflejo en elementos del propio combate: los cráneos pelados de los enemigos pueden ser devorados para ganar salud o nuevas habilidades ofensivas, mientras que el mismo general Akamoto funciona como una unidad controlable, con estadísticas mejoradas y movimientos únicos. Pero poca novedad más -si es que podemos llamarlas así- nos encontraremos: el resto de elementos son el sota, caballo y rey del subgénero: tres tipo de unidades (infantería, caballería, arqueros) con distintas capacidades ofensivas, defensivas y rango de movimiento, más otra médica -que puede actuar como brujo según upgrades-; orografía determinante como cañas de bambú donde esconder tiradores o precipicios donde empujar enemigos; 'bases' que capturar -en este caso campos de arroz y templos- para obtener recursos que gastar en nuevas unidades, cinco movimientos por turno,... Una serie de reglas sencillas; de fácil aprendizaje, pensadas para que nadie se vea sobrepasado, que, al mismo tiempo, ofrecen un paisaje con las suficientes opciones tácticas para convertirse en una experiencia compleja y que ninguna partida sea igual que la anterior.
No obstante, aunque sea un juego pensado para (casi) todos los públicos, esto no quiere decir que Skulls of the Shogun sea un paseo. Muy al contrario, se trata de un juego exigente que no busca la accesibilidad por el camino asfaltado de rebajar la dificultad, sino a través del sendero montañoso de esforzarse en hacer que el jugador pueda interiorizar de manera ágil sus reglas y que a cada segundo vaya perfeccionando sus conocimientos sin apenas darse cuenta. Esto que puede sonar sencillo es, tal vez, una de las cosas más complicadas a las que puede aspirar un videojuego y, aunque no se puede ocultar que han seguido casi a pies juntillas el molde de títulos pretéritos, tampoco podemos negarle a Skull of the Shogun el talento para salir airoso de este doble tirabuzón carpado.